Karina Bueno
La ciudad de Andahuaylas se ha visto profundamente conmovida y enardecida por el horrendo crimen de violación y asesinato de dos niñas de 10 y 11 años, la desaparición de ambas fue reportada en las redes sociales desde el 3 y 8 de mayo respectivamente. A la primera niña la buscó su padre con su perrito y al dar con sus restos comunicaron a la policía. La policía arrestó al sospechoso quien terminó confesando el crimen cometido contra ambas niñas, señalando el lugar donde se encontraba enterrada la segunda niña, luego de lo cual se realizaron las diligencias de levantamiento del cadáver. La población enardecida intentó hacer justicia con sus propias manos, apedrearon al contingente policial y al criminal, quienes lograron huir protegidos por escudos y lanzando bombas lacrimógenas quedando un saldo de 14 policías heridos por las piedras y varias personas afectadas por las bombas. En horas de la mañana del lunes 13 de mayo el Gobernador Regional Baltazar Lantaron, expresó sus condolencias por las menores “que perdieron la vida”, pidiendo a la PNP y Ministerio Público que se aplique todo el peso de la ley.
Ofrecemos un análisis de este hecho desde la perspectiva de género e insistimos en la urgencia de reflexionar y actuar para frenar el asesinato de mujeres y niñas en Apurímac y el Perú. En principio, la violencia letal y cruel que sufrimos las mujeres, de origen milenario y patriarcal, tiene como fin último mantener el dominio sobre nuestros cuerpos y vidas. Los violadores, no son solamente seres fríos y calculadores o enfermos con trastornos mentales, son sobre todo seres humanos que se han criado en nuestro mismo medio, en el seno de nuestras familias, aprendiendo de una sociedad que ha normalizado sutilmente el trato diferenciado, limitante e inferiorizante hacia las mujeres; además han sido escrupulosamente pulidos por las instituciones más importantes de la cultura masculina (círculos amicales, futbolísticos, militares, educativos, sexuales, redes sociales etc.) para convertirlos en machos alfa vigorosos; que ejercen su poder de poseer mujeres y cosificarlas, tomarlas sin ningún remordimiento cuando están ebrias, putearlas orgullosamente después de haber hurgado sus cuerpos, vivificando cual trofeo la desvirgación de las mujeres, en especial de las niñas. Sí, los violadores son creados por la educación machista que todos y todas reproducimos y que es nefasta para las mujeres.
La reacción enardecida y la ira desatada en la población es totalmente comprensible frente a seres irreconociblemente sanguinarios, estos hechos afloran las sensibilidades y el dolor extremo de vernos como humanos y ver aquello en los que nos estamos convirtiendo; sentir miedo porque puede sucederles a nuestros seres más queridos y pretender ajusticiar en un solo día toda la historia del patriarcado. Sin embargo, recién reaccionamos cuando solo la muerte y el horror son capaces de lastimarnos, porque no ha importado el silencio de miles de niñas que en sus propias casas son abusadas, aunque lo sepamos de boca en boca; porque no nos ha indignado que las mujeres sean ciudadanas de segunda clase y que no decidan ni en política, ni en la casa ni en sus propias vidas; porque no se han cuestionado todas aquellas ideas machistas que nos han transmitido y que se aplican como una verdad absoluta cotidianamente. Y, aunque sea tarde para las niñas violadas y asesinadas, es hora de rebelarnos y luchar porque nuestra educación en casa y en la escuela tenga enfoque de género, para erradicar toda desigualdad, violencia y el machismo feminicida.
Señor gobernador, las niñas no han perdido la vida, han sido violadas y asesinadas, se llama feminicidio, su muerte es producto del odio, de la venganza y es un castigo a las mujeres por ser mujeres, y busca potenciar el dominio del que manda en esta sociedad: el hombre. Y no basta con las palabras de condolencias y recomendaciones a la PNP; es importante dejar la desidía de cuatro gobiernos regionales consecutivos (con usted cinco) y empezar a presupuestar e implementar políticas públicas -aprobadas- contra la violencia y para reducir todas las brechas de desigualdad entre hombres y mujeres 1) El plan regional de igualdad de género, 2) La declaratoria de emergencia por altos indicies de violencia en Apurímac, 3) La sub gerencia de la mujer y la igualdad de género, 4) El proyecto de hogares refugio temporales para víctimas de violencia, y 5) La transversalización del enfoque de género en la gestión pública a través del presupuesto sensible al género.
Paremos los feminicidios, eduquémonos en igualdad, reorganicemos la vida desde el enfoque de género y las políticas que sean reales.
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