Maruja (Azángaro, 22 años). Doctora, siempre me he preciado por mi capacidad para discernir entre aquello que me conviene y aquello que no, pero últimamente me han trastornado muchas cosas, como mi trabajo, mis estudios, mis compañeros y, sobre todo, un efímero novio que tuve y que no me satisfizo como esperaba.
Todo empezó hace ya un año, cuando conocí a Aníbal. Fue en uno de los muchos cursos de idiomas que tomo frecuentemente y que espero utilizar alguna vez. Se sentó a mi lado y, sin más, me comenzó a hablar. Era como si me conociera de siempre. Así nos hicimos amigos y, al poco tiempo, “íntimos”.
Un día me comenzó a contar sus desventuras amorosas: Que María, que Alejandra, que Jazmín, que Lizeth, etc. Aunque parecía que había sufrido un tanto, se notaba que supo superar todo, y muy bien, además. El caso es que, mientras me revelaba todo aquello, yo me enamoraba de él. Y creía que él de mí. Y así llegó nuestro primer beso.
Poco después, con la firme intención de sugestionarme, empezó a hablarme de las relaciones íntimas con sus exparejas. Se hacía el muy macho, el que las hacía delirar a todas. Y yo le creía, le creía mucho. Especialmente porque no tenía relaciones íntimas desde hace mucho tiempo y esos “cuentos” (ahora sé que lo son) me excitaban sobremanera.
De esa forma llegamos a nuestro primer encuentro sexual. Tuvimos toda la noche, pero al parecer no fue suficiente. Él no pudo conmigo. No me satisfizo.
Días después, alegremente, me dijo que se encontró con una de sus ex y que tuvo sexo con ella. Y que ella gemía más que yo… y que yo era demasiado para él. Yo me reí. Lo llamé cerdo, marrano, etc., y entendí que todo había sido un juego.
Lo triste de todo esto, doctora, es que ahora no dejo de pensar en él. Lo quiero.
MAYU RESPONDE
Maruja querida, tienes razón: es un cerdo. Ahora que lo sabes, piensa en otras cosas, distráete con lo que amas hacer y pasa la página. Olvida a ese mal hombre y sal a divertirte con tus amigas. Quiérete y sé feliz.
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