Por Bladimiro Begazo Begazo
En plena coyuntura política, a la par que se debaten temas de la corrupción, también se discute en el parlamento las ocho reformas planteadas por el Poder Ejecutivo.
Esta situación es la que provoca un duro enfrentamiento entre ambos poderes por la demora en su discusión en el Congreso, donde la mayoría fujiaprista se ha propuesto torpedear las iniciativas presidenciales.
Y no podía ser de otra manera, ya que el actual mamotreto constitucional fue la criatura abortada por el fujimorismo el 31 de octubre de 1993, y que fuera aprobada mediante el fraude, cuyo objetivo principal fue darle sustento jurídico a las reformas neoliberales que venía implementando el fujimorismo luego del golpe de Estado del 5 de abril de 1992 y que hoy es defendida y avalada por casi todos los partidos de la derecha conservadora.
Solo así se explica la feroz oposición del fujiaprismo, incluso a las tibias reformas planteadas por el Ejecutivo.
Si bien en su momento la mayoría de la población fue confundida por la millonaria campaña desarrollada por la dictadura fujimorista, hoy la correlación de fuerzas sociales y políticas vienen ganando posiciones de manera rápida.
Es así que la derecha más lúcida se atreve a plantear las reformas que no modifican la esencia de la Constitución del 93, porque avizora que en un plazo no muy lejano se impondrá la población para que se convoque a una asamblea constituyente, que elabore una nueva Constitución para una nueva república.
Por eso, siendo importante la eliminación de la inmunidad parlamentaria por el mal uso y utilización por la gran mayoría mafiosa de los congresistas, que la han convertido en impunidad, resulta totalmente superficial y anodino el enfrentamiento de poderes.
Peor aún, cuando las masas populares que facilitaron el último referéndum se encuentran inmovilizadas por la ofensiva neoliberal de la derecha y el gobierno contra sus intereses.
Ahora su mirada apunta a la solución de las exigencias de las reivindicaciones como la reconstrucción del norte, la lucha contra la anemia, la contaminación de las mineras y el tratado de libre comercio que afecta a los agricultores y la soberanía nacional.
Pueden discutir siglos de los siglos en el Congreso, pero la corriente va por otro lado donde las exigencias de cambio de rumbo del país y la transformación profunda de la sociedad, el Estado y todas sus instituciones, son las aspiraciones de la población que se cansó de la corrupción y entreguismo de los gobernantes de la derecha.
Por eso, cobra plena vigencia la lucha por una nueva Constitución para una nueva república en reemplazo de la vieja que nació con la independencia del Perú.
Además porque la Constitución del 93 está más parchada que pantalón de pordiosero.
Es por eso que nace la indiferencia de la población, ante la bronca del Ejecutivo con el parlamento, porque lo consideran como un lío de blancos.
*Exdiputado de Arequipa
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