Por Carol Briones Martínez*
Como seres humanos somos falibles, sin embargo, crecemos y nos desarrollamos a la sombra de valores que nos fueron inculcados por nuestros padres en el lapso primero de nuestro desarrollo.
Antes de los 5 años, los padres son indispensables para fijar y determinar valores y ello se logra a través del ejemplo. En vano intentamos enseñar mediante la palabra, puesto que el niño seguirá toda aquella conducta que perciba de nosotros.
Es la razón por la que en muchos hogares se normaliza la violencia como forma de vida, desde el grito, hasta la agresión física, pasando por distintos niveles de violencia psicológica y económica; todo ello producto de lo que el niño aprendió de la conducta de sus padres y que puede repetir en un ciclo sin final.
Los valores son entonces el soporte de adultos saludables y productivos.
Sin embargo, no lo es todo, a esta formación básica que se obtiene de los padres y que los maestros refuerzan, hay que sumarle el manejo correcto de nuestras emociones y la congruencia entre lo que hacemos y lo que decimos.
Un amigo comentaba, viéndolo todo desde el extranjero, que en Perú decimos una cosa y hacemos otra.
Peleamos y protestamos por un gobierno pleno de políticos corruptos, pero callamos el hecho de que votamos por ellos; decimos que no vemos televisión basura y sin embargo el número de fans de estos personajes asciende a miles y les regalamos el mejor de los ratings; rechazamos el programa del “marica” de manera abierta, pero luego vemos el valor de su verdad porque tenemos que saber los más sucios y oscuros secretos de los participantes.
Criticamos al xenófobo, pero vemos con asco a nuestros compatriotas venidos de otras zonas; nos persignamos en las iglesias y le negamos el respeto al que no es como nosotros; nos decimos buenas mujeres, pero no nos molestó quedarnos con el esposo ajeno; hablamos de educación y futuro, pero le damos el celular a nuestros hijos en lugar de un libro o atenciones y tiempo; lapidamos a los alcaldes por las montañas de basura, pero no nos molesta sacar la nuestra cuando no es fecha de recojo o tirarla por la ventanilla del auto. ¿Seguimos? La lista sería interminable.
Esto nos demuestra que no existe coherencia entre aquello que somos y lo que mostramos a los demás. Se viven tiempos de apariencia sin esencia.
Nuestra única oportunidad de tener un futuro mejor está en las generaciones que aún se forman.
Debemos trabajar con ellos y por ellos para lograr humanos que logren ser antes que parecer. ¿Cómo hacerlo? Lectura desde muy temprana edad, enriquecerlos con experiencias que los llevarán más allá de lo que conocen.
Enseñanza plena de valores y disciplina, para no tener luego adolescentes débiles, rebeldes, flojos y quejumbrosos.
Educar sobre la base del manejo de las emociones para tener hombres controlados en sus impulsos más básicos (que ahora se muestran desatados) y mujeres empoderadas que trabajan a la par de sus contrapartes, sin que ello represente una guerra diaria por el control del mundo.
¡Funciona solamente con los niños? No.
Vale también para ti, asiduo compartidor de memes y consumidor de redes; tienes la oportunidad de cambiar ahora, hazlo por ti, hazlo por nosotros. ¡Hazlo ya!
*Coach empresarial y de vida
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