La mañana del 5 de noviembre de 1979, el ingeniero forestal Robert Taylor de 61 años, a bordo de su camioneta del Departamento Forestal, se disponía a inspeccionar unos árboles, que se hallaban al norte de la ciudad de Livingston (Escocia), cerca de la autopista M8. Sobre las 10:15 horas, en compañía de su perro, andaba por el sendero, a unos 100 metros de la carretera, cuando observó un extraño objeto circular de unos 6 metros de diámetro que flotaba en el aire.
El artefacto era de color gris apagado, aunque en algunas partes parecía transparente. Tenía ventanillas circulares, y alrededor de su eje central, poseía un borde que lo rodeaba a modo de anillo, del que surgían varias ‘varillas’ verticales, acabadas en hélices que no giraban.
El objeto no hacía ningún ruido. En esos momentos, antes de que pudiera reaccionar, por la parte inferior de aquel artefacto, surgieron dos esferas, de unos 90 centímetros de diámetro, con apéndices, que giraban apoyados en estos salientes, en dirección al aterrorizado testigo.
Uno de los objetos le agarró, con sus apéndices por los pantalones, y al parecer, quería conducirlo hasta la gran esfera. En ese mismo instante, Taylor notó un fuerte olor irritante, mientras era arrastrado por el suelo. Entonces perdió el conocimiento. Cuando Taylor recuperó la consciencia, todos los extraños artefactos habían desaparecido de la zona. No podía articular palabra y no podía andar. Tras mucho esfuerzo llegó hasta la camioneta y condujo hasta su casa. En sus pantalones quedaron visibles marcas de lo acontecido aquella mañana.
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