Alfredo Quintanilla
La votación del Congreso realizada en el Congreso ha servido para confirmar el empate de fuerzas entre el gobierno y la oposición y, por tanto, la prolongación de la crisis durante el siguiente semestre. El tono conciliador del primer ministro, si bien le ayudó a lograr el voto de confianza, no ha conseguido que las fuerzas de oposición dejen de lado el ánimo beligerante, si se toman en cuenta las expresiones de los 17 fujimoristas que votaron por el No. Antes bien, creo que Vizcarra y Del Solar pierden a sus semi aliados de las izquierdas, sin ganar adhesiones entre los 33 que votaron por el Sí en la bancada de Fuerza Popular. Los observadores opinan que, más que una transacción racional en pro de una reforma necesaria, han pesado las necesidades crematísticas de muchos de esos 77 congresistas que dieron el Sí al final del debate. No ha sido un resultado win to win, sino una transacción a regañadientes y agridulce.
¿Qué es lo que pasará en lo inmediato en las alturas? Pues, es claro que el Congreso debatirá hasta el mes de julio los seis proyectos de reforma y tal vez apruebe algunos que incluirán, anunciadas modificaciones. Pero eso no es seguro. Una congresista, que no es precisamente opositora, como Marisol Espinoza de APP, ha dicho claramente que aprueba la cuestión de confianza, pero sin aceptar que le pongan plazos al Parlamento. Y en lo que se refiere a modificaciones, habrá que ver cuál es el mínimo de las propuestas que quiere preservar el Ejecutivo. Por ejemplo, ¿aceptará elecciones internas obligatorias para los partidos, pero no para la población? ¿Aceptará elecciones internas cerradas, es decir, exclusivas de los afiliados de los partidos? ¿Aceptará que se quite la valla de asistencia para preservar la inscripción en el ROP? Y los congresistas, ¿aceptarán sin más, la desaparición del voto preferencial o de la posibilidad que los candidatos compren por su cuenta tandas publicitarias en radio y televisión?
¿Y cuál será la reacción en la calle? Como siempre, habrá una reacción ambigua. A la mayoría indiferente y desinformada (casi controlada en sus reacciones, se puede decir) por los grandes medios, el apaciguamiento le viene bien. Pero a la minoría informada y activa no sólo crecerá en su afán confrontacional contra los congresistas, sino que, probablemente, ese malhumor lo descargue contra el gobierno y sus representantes.
Un dato curioso fue la abstención de Pedro Olaechea, representante orgánico de los grandes empresarios, como lo fue PPK. Preocupado por la marcha de los negocios y la parálisis de las inversiones, no le ve el sentido a la pelea por producir estas reformas políticas, porque -en palabras de Alberto Vergara- no es un republicano, es decir, para él y su clase, le tienen sin cuidado la democracia y sus consecuencias, si no es para asegurar protección política para el funcionamiento del modelo económico.
Marco Arana del Frente Amplio, por su parte, dio un discurso maximalista, explicando que las reformas que propone el gobierno son absolutamente insuficientes y, que más bien, hay que transitar a una Asamblea Constituyente. Como siempre, la propuesta suena abstracta, porque ni siquiera se explica a la población por qué se debe modificar el capítulo del régimen económico y, en particular, eliminar el Artículo 66 que entrega en propiedad las concesiones de recursos naturales a manos de la gran empresa extranjera, madre de todos los conflictos socioambientales. Se extrañó que no criticara la propuesta de hacer las elecciones congresales en segunda vuelta, lo que va directamente a instaurar un régimen bipartidista del que estarían excluidas las izquierdas.
Marisa Glave, la lideresa de Nuevo Perú, usó una ingeniosa argumentación para explicar su voto negativo: el que necesita un voto de confianza de la población es el Congreso que anda blindando a corruptos. Pero no pudo evitar que otro congresista que votó por el No, Héctor Becerril, le enrostrara la incoherencia al defender la necesidad de las reformas y a continuación votar en contra.
Esta batalla política ha tenido la virtud de congregar la atención de varios cientos de miles de peruanos que la siguieron por la televisión, pero su resultado tiene mucho de frustración, pues la medianía de miras, los amagues, las contramarchas y las aguas turbulentas seguirán postergando la urgente renovación que necesitan la política y los políticos peruanos.
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