Por Héctor Tintaya Feria*
Sostengo que desde la última parte de la campaña electoral, el actual gobernador de Arequipa, Elmer Cáceres Llica, ha sido capturado en función a sus desordenes y temores legales, y por algunos actores en la sombra que le han construido una realidad alterna, distorsionada y alejada de la que vive la región.
Apelando al miedo que le pueden generar sus posibles problemas penales que podrían reactualizarse más temprano que tarde, y también a su, digamos, indisciplinada conducta social.
Esa invitación que le hizo en su momento Walter Gutiérrez (Unidos por el Gran Cambio), se fundaba en el mero oportunismo que les trajo sus resultados en el corto tiempo.
Cáceres Llica creyó que bastaba su actitud confrontacional, y un lenguaje reivindicatorio – andino para vencer a sus opositores.
En varios sentidos fue cierto y los números le dieron la razón, pero una vez en el sillón regional la incertidumbre lo invadió.
Y esta ausencia de planificación (algunos sociólogos dicen de ideología o de identificación partidaria), de hacerse del poder, se trasladó a hechos concretos que fueron trasluciendo una terrible debilidad de gestión que estamos recién empezando a soportar.
En ese panorama, como no podría ser de otra manera, debido a sus antecedentes de gestión cuando era alcalde provincial, y pensando que tal vez le traería los mismos resultados, apeló a los compinches amicales que él cree, pueden sostenerlo cuatro años e incluso, en el delirio que puede significar sentirse el redentor político del sur, estructurar un plan para ser candidato nacional.
Sí, su entorno vicioso asegura y trabaja para que el gobernador obtenga el perfil suficiente para ser presidenciable.
¿Un abogado de asesor y dirigentes amigos de madrugada, podrían significar una captura que lleve al despeñadero a una región?
Si es que estos no estuvieran organizados a su vez, con otros grupos que de visión de desarrollo entienden colocar a sus amigos y felones en cargos públicos, y alejarlo de toda posible amenaza como conciben ellos por ejemplo a la prensa, se puede afirmar que sí.
Durante los dos primeros años de gobierno de Ollanta Humala, se habló de su captura en el marco del conflicto en Conga por los grupos de poder, que al principio lo veían como amenaza y después de este episodio como un acomodable alfil más.
En nuestra región, podríamos decir que esos captores representan también intereses económicos pero basados en el presunto “pitufeo” y el “hormigueo” de la cosa pública.
Algunos, salvando las distancias claro, intentan comparar también a Cáceres Llica con el peor Alejandro Toledo que hemos visto. Desorbitado y embriagado de poder pero que para salvarse de la vacancia dejaba a un grupo del denominado “caviarismo”, manejar conflictos sociales y el piloto automático en economía.
Pero a la luz de estos cinco meses, nuestro gobernador significa el mismo, pero empequeñecido y desorbitado personaje embriagado de poder pero sin caviares mistianos, ni piloto que lo ayude.
Y lo que es peor, sin ánimos fiscalizadores en un Consejo Regional sumiso y desconcertado.
Es cierto que se requiere cierto nivel de estadista y formas de intervenir en política local que impliquen un cierto nivel de pedagogía para explicar la coyuntura regional que lo abruma.
Pero a Cáceres Llica, solo lo escuchamos como un testarudo acusete de sus predecesores y una especie de decadente “Batman” provincial del cuál, no se sabe en qué espacio nocturno y lamentable nos lo vamos a encontrar en cualquier momento.
*Periodista
hectortintayaferia@gmail.com
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