Por Guillermo Yaguno
Las últimas decisiones tomadas de parte del presidente Martín Vizcarra han tenido una sintonía directa con la aceptación de la ciudadanía, en un antes y un después.
Primero fue en la reforma judicial, después en la reforma política y recientemente su alza en las encuestas también la relacionan con la medida emprendida en torno a la migración venezolana.
Desde los sectores opositores a su gestión, han calificado esta relación causa y efecto de populista. De hacer lo que la calle le manda a hacer.
La designación de mandatario, es precisamente esa, de mandatario; es decir, de ser mandado por los ciudadanos, a los que se debe, una forma de hacer política casi directa.
La legitimación de Vizcarra desde que tomó la presidencia, tenía que asentarse en la ciudadanía.
Pese a que algunos le recuerden su llegada al poder presidencial como un mero accidente y feliz coincidencia política y le cuestionen esa legitimidad en la escena clásica de la política nacional.
Es decir, le recordaban que él no había sido elegido en las ánforas para gobernar. Faltó poco para decir que los vicepresidentes estaban sólo para decorar la estampa en la diestra y la siniestra del presidente.
La popularidad de Martín Vizcarra, no fue a la primera, como es lógico había esa expectativa desde la tribuna popular y también desde el palco.
Entre esos dos públicos exigentes con intereses propios, la coyuntura política le fue trazando el rumbo y las opciones a seguir.
El presidente fue traduciendo la voz de la calle en un pacto sin pacto y se fue moldeando al ideal del presidente que el ciudadano promedio espera, ante las circunstancias que atraviesa el Perú, en materia de corrupción y crisis de la clase política peruana.
Es cierto que hay problemas sin resolver en nuestro país, y también se lo recuerdan al Ejecutivo, los directos afectados a cada momento.
Problemas sectorizados como también afectaciones de alcance global o nacional como la inseguridad nacional, el desempleo, salud pública, etc.
Desde el legislativo, las bancadas opositoras le recordaron en varias ocasiones al presidente, en el último debate por la cuestión de confianza a la reforma política.
Pero este reclamo no fue sincero ni programático, no tuvo el afán de elevarlo a la agenda política de debate y por ende, proponer alternativas de solución desde el fuero congresal.
Solo fue una postura de crítica directa al gobierno por sentirse acorralados por la cuestión de confianza.
Las encuestas, al fin y al cabo, reflejan el sentir de la población, es una línea de base para la toma de las decisiones en materia política, social, económica, etc.
Pero estas solo tendrán un real valor representativo si se educa previamente a la ciudadanía sobre los efectos y alcances de tal o cual política o reforma a emprender.
*Periodista
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