Vicente Alanoca Arocutipa
En el proceso de la historia de los pueblos, muchos fueron sometidos y mutilados en su desarrollo. Existen historias que son falacias o invenciones, pero que desde los espacios de la educación formal [1], han sido objetos de colonización y sometidos a un proceso de homogenización y legitimación en la historia “oficial”, merced a la cual hoy velan y ocultan los grandes problemas de discriminación, racismo y exclusión irresueltos para los pueblos de la periferia, en nuestro caso los quechuas, aymaras y amazónicos.
Otros fueron extinguiéndose a su suerte. No olvidemos que en el siglo dieciocho, los mestizos y criollos avanzaban en busca de parcelas de tierra, fuerza de trabajo indígena o fuentes de poder local, y que con ese propósito se infiltraron crecientemente en estos pueblos y tomaron residencia de ellos [2]. Los procesos de lucha por la dignidad durante la vida republicana en Perú, es una asignatura pendiente por abordar desde los diversos sectores; no son simplemente problemas de orden jurídico dogmático: retórica declarativa que ha conducido a un monismo y homogenización cultural a los pueblos, imponiendo toda una simbología, creencias, fiestas, y formas de comportamiento a nivel individual sobre lo colectivo. Como parte de esta manifestación, en junio se celebra en diversos lugares el “Año Nuevo Andino”, “Machaqa mara”, “Willa kuti”, entre otras denominaciones, lo que ahora nos toca desmenuzar, con responsabilidad y prudencia.
Nuestra perspectiva es crítica [3], sabiendo que, desde la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) [4] se ha diagnosticado las crisis de las ciencias sociales, centrada en las desigualdades sociales, económicas, culturales, políticas, cognitivas, ambientales, respectivamente, desde donde nos reta realizar investigaciones que coadyuven a afrontar los problemas que sopesan estos pueblos. Es algo contradictorio que los países “desarrollados”, como Estados Unidos y los de Europa Occidental, lideren publicaciones sobre desigualdad, mientras que en América Latina, donde esta desigualdad es indignante, se haya producido muy poco al respecto. Los pueblos y culturas, con motivo de los 500 años de invasión occidental, han creado y recreado diversas formas de manifestaciones; no es casual la existencia de la “tradición inventada”, pues implica un grupo de prácticas, normalmente gobernadas por reglas aceptadas abierta o tácitamente y de naturaleza simbólica o ritual, que buscan inculcar determinados valores o normas de comportamiento por medio de su repetición, lo cual implica automáticamente continuidad con el pasado [5]. Estas prácticas se legitiman cuando existen generaciones desconectadas y formateadas bajo el anclaje del capitalismo neoliberal que hoy ha creado una sociedad de consumo y hibridización cultural de los pueblos.
La celebración del “Año Nuevo Andino” es una construcción y producto cultural, que viene sobrecargada de dos elementos, como son las ceremonias rituales, llamadas desde la antropología culturalista. El primer componente se inspira en el catolicismo judío-cristiano, como: “pago a la Pachamama”, y que muchos reproducimos de manera ingenua. El segundo componente es el concurso o festivales de danza y música, entremezcladas con comidas, vestimenta, espiritualidad y discursos, lo que algunas veces termina en grandes consumos de cerveza, no solo por los organizadores, sino por los participantes; en suma, cada pueblo, sobre todo los gobiernos locales, a partir de los responsables de cultura, educación y deporte, son los encargados de la organización; en algunos lugares es asumida por otros sectores, como Educación, las organizaciones sociales y los programas sociales, respectivamente. Esta celebración puede caracterizarse desde diversas perspectivas: social, cultural, económica, política, económica, ambiental, pero en el fondo simboliza el retorno del sol “Willka kuti” y el nuevo ciclo agrícola “Mara yapu qallta”.
En el Perú, recién se ha identificado a partir del Ministerio de Cultura, 55 pueblos indígenas y 48 lenguas. Este conglomerado de población no fue sujeto de derechos; ya Valcárcel sostuvo que no había “verdadero Perú” [6], y que nuestro país sigue siendo un lugar donde la nación no se ha consolidado [7]; debemos, pues, abordar los problemas vigentes de discriminación y exclusión, ya que pueden herir falsos sentimientos de identidad nacional. Estos pueblos fueron objetos de programas de desarrollo, a los que poco les importó la sabiduría de los pueblos en todo campo de la vida cotidiana, como Salud, Educación, Tecnología, entre otros [8]. Bajo este contexto, crearon y recrearon diversas prácticas y estrategias de construcción de la vida, a pesar de que también fue desconectado de su entorno. Si bien es cierto, “Willka kuti” es una ceremonia recreada, como producto cultural, que debe sacudirse de cuestiones egocéntricas y andinocéntricas, más bien debe coadyuvar al proceso de humanización digna, volver a reconectarse con la pacha, con el cosmos, de modo que se recupere el concepto etimológico de la cultura como crianza de la vida.
El “Willka kuti” no es solo una fiesta y presentación alegórica, teatral, disfrazada de “trajes”, sino que es una expresión de lucha por la dignidad de los pueblos; aunque es un evento cultural, como se sostiene, no debe inducir a la deshumanización del arte, que lacre o cubra las heridas y cicatrices pendientes que afrontan los pueblos, donde muchos personajes o caudillos levantan la “wiphala del Qullasuyu” con hipocresía, gritan “jallalla o kawsachun”; participemos y celebremos con sentimiento profundo de transformación y busquemos refundar el Perú, desde los pueblos del Perú profundo. ¡Jallalla Qullasuyo Marka!
“El ‘Willka kuti’ no es solo una fiesta y presentación alegórica, teatral, disfrazada de ‘trajes’, sino que es una expresión de lucha por la dignidad de los pueblos”
NOTAS:
[1] Alanoca, V. Condori, W. Mamani, O. (2019). “El significado de la educación para la nación aymara”. En: Revista historia de la educación Latinoamericana. Vol. 21 Núm. 32.
[2] Thomson, S. (2007). Cuando sólo reinasen los indios. La Paz: Muela del Diablo.
[3] Alanoca, V. y Laura, J. (2016). El desarrollo del pensamiento crítico en el altiplano de Puno. En: comuni@cción, Vol. 7 Nº 2.
[4] Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (2016). Informe Mundial Sobre las Ciencias Sociales. Paris: CICS, Instituto de Estudios del Desarrollo (IED) y UNESCO.
[5] Hobsbawn, E. (2002). La invención de la tradición. Barcelona: Crítica.
[6] Portocarrero, G. (2015). La urgencia por decir “nosotros”. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú.
[7] De Rivero, O. (2001). El mito del desarrollo. Lima: Fondo de Cultura Económica.
[8] Bolton, R. Greaves, T. y Zapata, F. (2010). 50 años de antropología aplicada en el Perú. Lima: Instituto de Estudios Peruanos.
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