Por Guillermo Yaguno
El proyecto minero Tía María no sólo ha movilizado desde sus inicios a grupos defensores del medio ambiente, sino que ha servido para que sectores contrarios al modelo liberal capitalista, encuentren una veta para sus discursos ideológicos antisistema, y otros, también han aprovechado el conflicto para llegar o mantenerse en el poder local o regional, o simplemente iniciar su carrera política.
El Perú es minero por donde se lo quiera ver.
Por ejemplo, desde el ámbito geográfico, en el Perú la minería se desarrolla en 17 de las 25 regiones con las que cuenta nuestro país y de acuerdo al reporte de la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía, esta actividad es una de las pocas que se ejecutan en las zonas más lejanas de territorio nacional, sobre los niveles más altos con respecto al mar.
Desde el aspecto económico, en los últimos 10 años (2009 – 2018), el sector generó el 20% de la recaudación por Impuesto a la Renta corporativa, regalías e impuestos especiales a la minería; y transfirió vía canon a los gobiernos locales, regionales, central y universidades, un monto que supera los 40 mil millones de soles.
A nivel del PBI nacional, su aporte representa el 10%, dinero que ha servido para financiar proyectos de desarrollo e ir cerrando las brechas sociales que arrastra el país.
Estas cifras y el papel que juega la minería en el país, no son suficientes para la población del valle de Tambo, frente al rechazo de Tía María.
El temor de perder el valle, de ver contaminadas sus aguas, su flora y fauna, es comprensible hasta cierto punto, porque éstas se fundan en las ingratas experiencias de una explotación minera sin control ni fiscalización, y leyes blandas frente al delito ambiental que cometieron en el pasado empresas mineras.
Ahora, el gobierno central ha anunciado la instalación de una mesa de diálogo en la provincia de Islay para abordar el proyecto Tía María.
Es decir, un espacio político donde confluyan los protagonistas del conflicto para solucionarlo, donde suponemos, se establecerá la formación, integrantes, funciones y plazos de duración.
¿Qué alcances tendrá la mesa? Se espera que sea de paso una mesa de desarrollo para Islay, para dar sostenibilidad y monitoreo de los acuerdos arribados y discutir soluciones, canalizar inversiones o intervenciones del Estado para el desarrollo de la zona.
Por lo pronto, para los dirigentes, como ha sido su posición desde el inicio, con mesa o sin mesa Tía María no va.
El gobierno ha reaccionado tarde para impulsar el diálogo con un conflicto a la vuelta de la esquina. Los pobladores de Islay, desde el anuncio del proyecto minero, pedían la presencia del presidente de la República de turno, en el Valle de Tambo, no para dialogar, sino para recordarle que el valle es agricultor y no minero.
Con esas posturas contrarias, en la mesa estará ausente el diálogo.
*Periodista
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