Por César Millán, el “encantador de perros”
Una herramienta no se transforma en energía hasta que la tocamos. La rama de un árbol es solo eso, una rama de un árbol, hasta que un chimpancé la arranca y la usa para sacar gusanos de un agujero. No posee una función especial hasta que el chimpancé la utiliza con intención. Un cuchillo para el queso puede estar sobre la tabla de partir, junto a un trozo de queso y un poco de pan tostado, pero si un hombre lo empuñase y pinchara a otro con él empujado por la ira, ese cuchillo pasaría a ser un arma, de nuevo sólo por la intención. ¿Es inhumano utilizar un cuchillo de cortar queso para cortar queso? ¡Por supuesto que no! ¿Es inhumano utilizar un cuchillo de cortar queso para atacar a alguien? ¡Sí! Con todo esto quiero decir que la herramienta que utilices con tu perro no fue inventada para hacerle daño, sino para capacitar a quien la maneja si no puede controlar al animal sólo con su energía. Si esa persona utiliza esa misma herramienta con una energía cargada de ansiedad, frustrada, airada o sintiéndose impotente, yo diría que la energía negativa de esa persona es mucho más inhumana hacia el perro que la mayoría de herramientas que pueda encontrar a su disposición. Si una herramienta no se utiliza correctamente y con una energía serena y firme, no sólo no funcionará, sino que podría llegar a ser un objeto que dañase al perro.
Existen muchos casos en los que el dueño de un perro no puede, con toda legitimidad, controlar al animal con energía o con una simple cuerda, y no hay que avergonzarse por ello. Al fin y al cabo, en todo el país existen leyes sobre tenencia y protección de animales. Incluso quienes han legislado en este sentido saben que un buen porcentaje de gente puede no ser capaz de controlar a un perro en caso de emergencia. Correas, collares y otras herramientas actúan como seguro. En algunos casos, un perro puede ser demasiado fuerte físicamente para una determinada persona, como es el caso de mi cliente y amiga Kathleen. Kathleen adoptó a Nicky, un rottweiler de casi cuarenta y dos kilos que había sido objeto de abusos por parte de su anterior dueño, y sin su intervención qué duda cabe de que el animal habría sido sacrificado. Kathleen es una mujer menuda y delicada que además padece osteoporosis, y puesto que Nicky es un perro fuerte y de elevado nivel de energía, necesita caminar con regularidad. Kathleen no es lo bastante fuerte para detener a Nicky si se excita y decide abalanzarse contra otro perro estando en la calle, lo que la convierte en la clase de persona que necesita la herramienta adecuada para capacitarse y velar por la integridad de Nicky y otros perros.
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