SERGIO HUANCA
En el diccionario políglota incaico, publicado en 1901, por la Orden Franciscana, la palabra perro figura como urco en aymara, y pienso que esto ha influido en el latín, que tienen la palabra arcus, que en castellano decimos arco, como el arco para lanzar flechas, o el arco para propósitos constructivos. Desde el latín no es posible rastrear la etimología de esta palabra, pero sí desde el aymara y es que si bien es cierto los romanos no relacionaron la Vía Láctea con una forma en arco, nuestros ancestros sí, como los preincas (moches), que se imaginaron la Vía Láctea como un gran arco en el cielo, en cuyos extremos colocaron dos cabezas de perro, como se aprecia en el dibujo adjunto. Y es que para ellos el perro es un animal del inframundo, lo cual es coherente si asumimos que para nuestros antepasados, el espacio cósmico era una extensión de nuestro mar físico, por eso nuestro más laureado cronista, el inca Guamán Poma de Ayala, dibujó peces navegando en medio de las estrellas, coincidiendo con los sumerios, que llamaron al espacio cósmico como mar celestial.
El cronista español, Pedro Cieza de León (1520-1554), recopiló creencias y tradiciones del pasado andino precolombino relativas a las creencias de nuestros antepasados incas:
“Y cuentan estos indios que tuvieron en los tiempos pasados por cosa cierta que las almas salían de los cuerpos iban al gran lago, donde su vana creencia les hacía entender haber sido su principio y de que allí entraban en los cuerpos de los que nacían”. El cronista Cieza de León dice “Su vana creencia les hacía entender…”, se expresa así porque él era judeo-cristiano y según la Biblia, ningún alma aún ha salido del cuerpo, de conformidad a lo que leemos en Eclesiastés 9:5-6: “Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol”.
Según el Antiguo Testamento, la muerte es definitiva, sin embargo, no es la versión del Nuevo Testamento, que asume la muerte como algo temporal, pues los muertos resucitarán cuando llegue la hora del juicio final, con motivo de la Segunda Venida de Cristo. A diferencia de nuestros antepasados, que creían que una persona cuando muere inmediatamente su alma sale del cuerpo, para dirigirse al gran lago, o mar, que es así como llamaban al cosmos, que vieron como una extensión del mar físico. Por eso nuestro cronista Guamán Poma de Ayala, dibujó el espacio cósmico poblado de estrellas y en medio de las estrellas peces.
Así como nuestro mar terrenal tiene ríos submarinos que lo atraviesan, los incas también creyeron que el mar celestial (o el gran lago), estaba atravesado por ríos, (Vía Láctea) y que esas aguas celestiales para ellos fueron el inframundo, por el cual tendrían que pasar sus almas después de la muerte física. A este inframundo los romanos le llamaron Orcus y su sinónimo es Pluto, (perro en el glosario de Walt Disney). Lo cual es una coincidencia interesante entre el aymara urco y el latín orcus.
O sea, perro es igual a inframundo, tanto en la cultura romana, como en la incaica, además esto se relaciona con la palabra Vilcanota (nombre del río principal del Cusco, y que los incas imaginaban como el reflejo de la Vía Láctea). La palabra deriva de willca-anu-uta, que en aymara significa la casa del perro estelar (el inframundo). Otro detalle, el arco da una idea de la entrada en arco a una casa, y coincidentemente muestro una foto del universo visible que aparece en forma de arco, lo que coincide con la visión preinca de la Vía Láctea (el inframundo).
La foto del cielo estático que se aprecia, es una imagen comprimida de todo el universo visible, nuestros antepasados incas creían que las almas, después de salir del cuerpo por la muerte, debían cruzar el Yanahuarmayo (río de sangre en quechua), coincidentemente el universo visible se parece a un río de sangre, tal como vemos en la foto, podemos deducir que ese río era el conglomerado de estrellas que las almas al salir del cuerpo tenían que atravesar. La misma concepción tenían los antiguos egipcios, por lo que puede decirse que las creencias de nuestros antepasados con relación a la vida postmorten eran las mismas de los egipcios, que también creyeron que las almas de las personas al morir se separan del cuerpo para iniciar un largo viaje por el universo, hasta llegar a Orión.
Cuando soñamos vemos paisajes que nunca hemos conocido en la vida real, escuchamos melodías que en la vida real nunca hemos oído, etc., reflexionemos, no son los ojos ni los oídos físicos con los que hemos visto o escuchado, son los ojos y oídos del alma, los que lo han hecho; esto significa que el paso de la vida física a la vida metafísica, en la creencia de los incas, no se relacionaban con la resurrección, sino del paso del estado corpóreo, al estado incorpóreo o almático.
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