León Trahtemberg
Resulta interesante aunque chocante ver cómo el uso del VAR (del inglés video assistant referee) ha invadido el fútbol convirtiendo paulatinamente al árbitro del partido en un mero ejecutor de las indicaciones que derivan de los jueces externos que con todos los apoyos tecnológicos observan el partido. Ellos detectan situaciones conflictivas respecto a goles, penales, expulsiones y confusiones de identidad de los amonestados, que van más allá de la capacidad de observación del árbitro, por lo que repiten jugadas para observarlas detenidamente y luego le transmiten sus conclusiones al árbitro oficial mediante un auricular (quien casi siempre las acepta como correctas y procede según ellas)
El efecto inicial para el público y los jugadores es un frenazo a la continuidad del juego en tanto procede la consulta, rompiendo la tensión propia de un partido continuado. Pero pronto tendremos a un árbitro que no necesite ir al VAR porque ya habrán visto las jugadas sus colegas externos que resolverán estos casos de conflicto, y más adelante ni siquiera se requerirá de árbitros externos porque usando macrodatos e inteligencia artificial, los equipos podrán detectar por sí solos si hubo una falta y qué sanción corresponde para transmitírselo en tiempo real al árbitro. Además, pronto no se necesitará un árbitro humano porque su función podrá hacerla un robot dotado con sensores propios y externos que le permita captar y analizar cada jugada y resolver las sanciones que fueran necesarias.
Por analogía, también pronto tendremos jueces civiles y penales cuyos “juicios” podrán ser sustituidos por la inteligencia artificial a partir de macrodatos de todos los códigos legales, y análisis de antecedentes y evidencias de cada caso. Bastará consultarle a un juez-robot para tener resuelto el caso al instante. Lo mismo para atender créditos bancarios, revisar currículos para identificar los más idóneos para un empleo, cotizar seguros de salud y vida, etc.
Este es el mundo que se viene. La pregunta reiterada es qué tipo de formación personal, social tecnológica y ética requieren nuestros niños y jóvenes de hoy para vivir adaptadamente en los contextos sociales y tecnológicos que se avizoran para la próxima década, y si esta queda resuelta acentuando la enseñanza y evaluación “ad aeternum” de las áreas escolares privilegiadas de matemáticas y comunicación.
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