Columna del Director
El presidente de la República, Martín Vizcarra se convirtió en un incendiario de la noche a la mañana.
El mandatario siempre dispuesto a gobernar acorde con la opinión pública, atento a los sondeos de opinión, y tocando temas sensibles a favor del pueblo, se ha disparado a los pies con un tema que no pudo evitar.
El estancamiento de la economía, desde el primer año de gobierno de PPK, lo aplasta.
La reconstrucción del norte del país no tuvo los efectos anhelados en el PBI nacional, se necesitan más inversiones, más recurso privado, ejecutar lo pendiente, de inmediato.
Quizá puso resistencia a la necesidad de impulsar el proyecto Tía María. Es posible que haya pedido otras alternativas para evitar la confrontación con el valle de Tambo, pero no vio otras opciones a la vista.
Y Southern aprovechó la oportunidad para no perder lo invertido en campañas publicitarias y de socialización en la provincia de Islay, que de muy poco sirvió para reducir la oposición a la actividad minera.
Pero la torpeza de Vizcarra sorprendió.
Nunca salió a decir una palabra respecto a la luz verde para este proyecto cuprífero. Dejó que Southern tome protagonismo filtrando documentos y compromisos.
Vizcarra permitió que la Confiep le ponga la agenda, que lobistas y editoriales de medios escritos nacionales, generen la necesidad de la ejecución de este proyecto, incluso acusando de radicalismo irresponsable a los líderes del Tambo.
Y encima de esa ausencia del mandatario, tras conocerse que ni siquiera fue él quien propuso la instalación de una mesa de diálogo (se la pidió el gobernador Elmer Cáceres Llica), permite que el Ministerio del Interior, llene el valle de Tambo con policías.
Vizcarra se equivocó. Los policías son la pólvora que no necesitaba el pueblo de Islay.
Los verdaderos radicales aprovecharán esta situación para realmente generar anarquía y culpar al gobierno.
Vizcarra debió buscar otra alternativa o salir y dar la cara ante la decisión de entregar la licencia de construcción para la mina.
Aún está a tiempo de evitar una explosión social.
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