Javier Calderón
Han pasado más de 20 años desde que, Francis Corpataux, un profesor titular Asociado en la Universidad de Sherbrooke de Quebec, Canadá; emprendió una loca aventura musical. Este profesor norteamericano había partido de algunas interrogantes que se planteó y luego puso en marcha. En la mayoría de las regiones del mundo, la música tradicional solía ser interpretada por adultos. ¿Pero qué sabemos de los niños de Asia, África, América Latina, Oceanía y Europa del Este? ¿Qué canciones cantan estos jóvenes? ¿Qué instrumentos tocan? Fueron las preguntas que se planteó el entusiasta canadiense. Así con el apoyo de la institución que lo cobijaba, Corpataux, se puso a recorrer los caminos y los polvorientos senderos de más de cinco países del mundo. Los adolescentes en su vida cotidiana.
Le chants des enfants du monde (Canciones de niños de alrededor del mundo) es el producto de una colección de 17 CD, un documental y una exposición que muestra un patrimonio musical único; una colección que ha sido galardonada con una mención especial de la Academia Charles Cros, que incluye el “Coup de coeur” de 2005 (selección favorita de la academia) en la categoría “Música tradicional”. Radios y canales de televisión europeos como France Music y France Culture dieron la cobertura respectiva y han mantenido como medios especializados el interés general.
El profesor Corpataux ha participado en muchos seminarios y conferencias en Quebec y En Europa. La colección completa se encuentra en Musée du Quai Branly, Musée Les Arts Premiers (Anteriormente Musée de l’Homme) en París.
Para fines del presente artículo, quiero referirme al volumen 6 de la colección Amérique du sud: Argentine, Bolivie, Brésil, Chili, Équateur, Pérou; disco compacto en el que se han registrado 46 canciones del acervo popular latinoamericano. El trabajo de Corpataux, contempla aspectos interesantes como las variaciones lingüísticas del quechua en las diferentes regiones del Perú, al manifestarse a través del canto, en los versos hechos melodía y las voces de los pequeños se rompe uno de los paradigmas que hasta hace poco menos de una década estaba muy asentado en el Altiplano: era raro ver a niños participando en, por ejemplo, tropas sicurianas.
Este registro musical marca un antes, pues; aunque todavía está lejana la posibilidad de realizar una interpretación acorde, el concurso de sicuris, promovido por la Unidad de Gestión Educativa Local (UGEL) Puno, permite poner en manos de los escolares, uno de los elementos que de alguna forma motive el real interés por la música altiplánica: no se toca por herencia, se toca y canta porque a uno le gusta.
Allí creo, radica la importancia de este trabajo. Más allá del contexto festivo y la participación en concursos, la música debe ser cuidadosamente abordada por especialistas y llevarla (como una joya preciada y delicada) a escenarios donde se distingan cada una de sus virtudes. ¿Y donde sembrar la semilla? Pues en ese terreno fértil que son los niños, porque luego, la fiesta y el jolgorio, serán ruido y desvanecerá la música hasta su más común expresión, como ocurre en nuestras “tradicionales” fiestas.
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