Por Carol Briones Martínez*
Pocas veces tengo oportunidad de subir al transporte público, hace poco lo hice y me esmeré en observar a la gente y tratar de descubrir sus emociones; ejercicio útil en mi trabajo.
No tuve que esperar mucho cuando subió bañada en lágrimas una jovencita de quizá 21 años.
Inicialmente pensé que su llanto se debía a un problema muy grave; hasta que comencé a escucharla – inevitable además por el volumen de su conversación –.
Y la conversación, claramente, era con su enamorado. El motivo de la discusión era que su Romeo la había dejado, según sus palabras, después de hacer el amor, esperando en esa cama caliente para irse a beber hasta el otro día con sus amigos.
No era la primera vez, reclamaba ella, y siempre él se hacía el ofendido y ella tenía que arrodillarse y rogarle que la perdonara; todo para demostrarle cuán importante era él para ella, y cuánto lo amaba; todo esto sin dejar de llorar por supuesto, y manteniendo su papel de víctima con mucho esfuerzo.
Yo escuchaba cada vez más sorprendida y las ganas de intervenir se me atragantaban; pero sabía que eso era imposible. Pensaba en el futuro de esta señorita, en el futuro de esa relación, que seguramente acabaría pronto, y en que estaba generando un patrón de conducta que la llevaría a elegir parejas siempre de la misma forma.
Esa idea de que la vida se acaba sin la pareja, que no hay futuro posible sin ella, que la necesitas y por eso haces todo por ella; nos lleva al tema de hoy, la dependencia emocional en la pareja.
Siempre que existe una vinculación afectiva vamos a desarrollar un estado de dependencia emocional hacia esa persona.
Es algo que el ser humano ha adquirido desde pequeño como mecanismo de subsistencia, en primer lugar, con los padres y más adelante con todas aquellas personas con las que se genera una vinculación afectiva.
El ser humano necesita una seguridad en el amor, ello favorece la vinculación, la protección, la seguridad y la autoestima de los miembros de la relación.
Sin embargo, cuando una persona no ha desarrollado relaciones sólidas en etapas tempranas, con los padres o los hermanos, puede generar un esquema mental de inseguridad en las relaciones sentimentales que facilite un aumento en el grado de dependencia emocional cuando éstas se establecen.
Cuando este grado de dependencia emocional es alto y disfuncional, es decir, en vez de asegurar la relación sentimental, la entorpece, hablamos del problema de la dependencia emocional.
Ahí aparecen esas mujeres y hombres que se niegan a dejar a alguien porque lo necesitan y esa necesidad muchas veces muda en acoso y agresión. ¿Pero, qué podemos hacer para superarla? Apóyate en alguien y da inicio a lo siguiente.
- Identifica el problema.
- Identifica las conductas dependientes y obsesivas.
- Afronta tu miedo a perder a la pareja, a la idea de no volver a ser amada.
- Practica la asertividad y piensa en ti como un ser individual y valioso.
- Trabaja en el distanciamiento físico de esa persona.
- Desarrolla tu inteligencia emocional.
Y recuerda, el amor no es depender y necesitar. Es elegir. Y eso sólo se hace posible en libertad. Si no es de dos, no es amor. Y quizá como decía mi abuelita: agarra tu sol y cómprate algo de amor propio y dignidad. ¡Primero tú!
*Coach empresarial y de vida
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