Javier Calderón
Quienes están vinculados a la música, saben que esta es una forma de trascender en el arte, traspasar el umbral de la vida y así permanecer en la memoria de los colectivos sociales, quién sabe cuántos años más. Es cierto, no solo en la mente, también en el corazón. Esos personajes dotados de talento para crear canciones inconscientemente alcanzan la perpetuidad, y vienen a nosotros una y otra vez, discurren a veces en forma de una lágrima por nuestras mejillas, cuando estamos presos de la emoción; en otras ocasiones se hacen canto en nuestras gargantas y emergen de nuestras bocas, se hacen notas musicales y acompasan el vuelo de las palomas. Es apenas un intento por describir todas las sensaciones que puede producirnos la música y allí radica la importancia de sus cultores, de quienes con sensibilidad innata dejan brotar de lo más profundo del alma, canciones, sí, solo canciones, y nosotros, los que estamos transitando en esta vida, las hacemos nuestras, cómo no; otros vendrán y cantarán, cuando nuestro periplo vital haya terminado.
En la historia musical puneña, hubo un pequeño interludio cuando se terminaba la década del ochenta. Era cuestión de tiempo el ver emerger nuevos artistas o más bien que algunos salgan del pequeño letargo. Es en esta época que nace el Centro Musical Edgar Valcárcel Arze.
Corría la década del noventa cuando, un grupo de padres de familia, amantes de la música puneña, ansiosos de poder incentivar en sus hijos la práctica musical, organizan una estudiantina juvenil; poco después al conseguir una entrevista con el maestro Edgar Valcárcel Arze en la ciudad de Puno, le solicitan permiso para llevar su nombre y así fue. A continuación, se concretan largas jornadas de ensayos bajo la dirección musical de Víctor Laurente Cornejo.
Los reconocimientos no se hicieron esperar y luego de ganar el concurso regional organizado por la Federación Regional de Centros Musicales y Estudiantinas (Fedecme), fueron invitados por la Asociación Cultural Brisas del Titicaca a la Capital de la República, además de auspiciar su primera grabación musical.
Una circunstancia fundamental que consolida a esta institución musical es la reunión que logran concretar con el reconocido compositor puneño, Javier Salas Ávila, a quien solicitan colaborar con algunas de sus creaciones. De esta manera se nutrió la actividad no solo en la capital de la región Puno, sino también en las diferentes provincias, donde se alzaron con sendos triunfos.
Desde su fundación hasta la actualidad, la actividad del Centro Musical Edgar Valcárcel Arze ha sido incesante y prueba de ello es el testimonio musical que concretaron en el año 2015. Se trata de su tercera producción, “Puno, mi pasión”, un disco compacto que contiene diez hermosos temas, todos ellos registrados con prolijidad, demostrando de esta manera toda la calidad musical del conjunto, además de las altas cualidades interpretativas de sus integrantes. A través de estas canciones, estos músicos trascienden en el tiempo y en cada carnaval o acontecimiento social, nos extienden su manto de arpegios y así danzar una y otra vez hasta que el cuerpo aguante.
FICHA TÉCNICA
1. Pujllay – Aire puneño – Rosendo Huirse Muñóz/Arreglos: Javier Salas Ávila
2. Sonqo Loulo – Canción – Theodoro Valcárcel Caballero/Arreglos: Carlos Zapana
3. Chililin U’thaja – Canción – Theodoro Valcárcel Caballero/Arreglos: Carlos Zapana
4. Puno, mi pasión – Marinera puneña – Javier Salas Ávila
5. Flor de mi ilusión – Huayño – Javier Salas Ávila
6. Mis recuerdos – Marinera puneña – Javier Salas Ávila
7. Pandillerita – Huayño – Javier Salas Ávila
8. Recuerdos de carnaval – Huayño – Javier Salas Ávila
9. Atardecer – Huayño – Víctor Cuentas Ampuero/Arreglos: Javier Salas Ávila
10. Imillita – Huayño – Augusto Masías Hinojosa/Arreglos: Javier Salas Ávila
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