Por Ana María Vizcarra
“La achuma es una especie de cardón (…) por medio del cual el diablo posee a los indios del Perú enraizados en su idolatría (…). Aquellos que beben el jugo de la planta pierden la razón y quedan como muertos y transportados por esta bebida, sueñan mil extravagancias y las creen como si fueran verdad.”
Padre Bernabé Cobo en “Historia del Nuevo Mundo” (1653)
Visiones psicodélicas de intensos y brillantes colores e indescriptibles formas geométricas, entidades de la naturaleza que aparecen como poseedores de mensajes secretos, sensaciones de autorealización y de profunda conexión con el todo, la muerte del ego, euforia, empatía, un viaje trascendental de purificación, son algunas de las experiencias de quienes han tenido un encuentro con San Pedro y han bebido de su mágico elixir.
El San Pedro es un cactus procedente de las zonas áridas de América del Sur que se extiende desde Colombia hasta Argentina. De sus tallos se extrae una bebida conocida como achuma o Huachuma (vocablo de origen aymara que significa “estar sin cabeza” y se usa para calificar una borrachera). Se dice que su nombre en español ‘San Pedro’, viene de la alusión al guardián del cielo, porque sus efectos permitirían a los hombres conectar con la divinidad.
Este cactus tiene una larga relación histórica con nuestros pueblos originarios, formando parte de su medicina tradicional y sus ritos mágico – religiosos por sus propiedades enteógenas (palabra griega que significa “Lo que genera Dios dentro de mí”.) Restos de culturas como Chavín, Paracas, Nazca, Mochica, Chimú, e incluso la Inca, dan fe del antiquísimo uso de esta planta.
Fue utilizado para elaborar los primeros utensilios, así como instrumentos musicales como el palo de lluvia, sin embargo, muchas civilizaciones sobre todo en el norte del Perú, consagraron templos ceremoniales y ciudades enteras al consumo colectivo y ritual del San Pedro, utilizándolo como la herramienta más importante en su cosmovisión, ya que les permitió una profunda comprensión de la realidad aparente.
Se dice que, a diferencia de la Ayahuasca, el San Pedro posee una energía plenamente masculina que nos conecta con el entorno y con nosotros mismos. Es por ello que también es conocido como ‘El abuelo San Pedro’ o el ‘Abuelo Huachuma’.
Después del peyote, el San Pedrito es la segunda planta en el mundo en tener una alta concentración en el principio activo ‘mezcalina’, que es un compuesto alcaloide psicoactivo con propiedades alucinógenas y es probable que sea el más antiguo en ser utilizado por el hombre. En la actualidad la mezcalina, tiene importantes aplicaciones terapéuticas en psicología y psiquiatría clínica.
Los efectos mentales producidos por este cactus son principalmente alteraciones en las percepciones, en la afectividad, y en el pensamiento y la propia consciencia; está estrechamente relacionado con el miedo y los instintos primitivos del ser humano, por ello el trance gira en torno a la muerte del ego y a los miedos más enraizados en el corazón del participante, convirtiéndose en una herramienta para la comprensión del yo y el despliegue del pensamiento a través de imágenes simbólicas o arquetípicas del inconsciente colectivo.
La mezcalina se genera en la clorénquima de la planta, que en el caso de este cactus se encuentra debajo de la epidermis de los tallos verdes, que es de donde se obtiene el brebaje, sometiéndolo a un previo proceso de extracción, corte y cocimiento.
Su sabor es amargo y suele conducir a la náusea, sus efectos llegan después de aproximadamente 40 minutos de haber ingerido la sustancia. Según la dosis los efectos van desde hipersensibilidad a la luz, pupilas dilatadas, aumento del ritmo cardiaco, laxitud en algunos miembros, sensación de calor o frio, hasta una lucidez extraordinaria, impresión de levitar o volar, pasando por una multitud de visiones. Algunos lloran de emoción, otros caen de rodillas con los brazos extendidos en su afán de abrazarse con el cosmos. No se siente cansancio ni dolor y estos efectos pueden llegar a durar entre 6 a 12 horas. El final del viaje desemboca en un estado de tranquilidad mental y relajación física, que recuerda al que se consigue mediante técnicas de meditación.
CONTINUARÁ
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