León Ramiro Arapa Chura
El Ayarachi de Paratía de la provincia de Lampa viene a ser un símbolo que identifica a esta zona de la región del altiplano, que dicho sea de paso fue declarada patrimonio cultural de la nación peruana según el Resolución Directoral Nacional N° 1064/INC de fecha 14 de octubre del 2014. Según esta declaración, el Ayarachi es una expresión tradicional de música y danza del altiplano puneño y es una de las tradiciones musicales y coreográficas más importantes de la cultura quechua, que tiene orígenes probablemente prehispánicos; mereciendo un reconocimiento especial el Ayarachi de Paratía (Lampa) por haber conservado los elementos tradicionales antiguos.
Aporte que hace en un boletín de Lima número 20 en Mitos y Leyendas del Ayarachi (Flores Ochoa). Sobre el estilo Ayarachi hay una leyenda que se le asocia con que fue un ritual a la muerte de cada Inca, parece innegable que su concurrencia a los funerales del emperador era imprescindible por ser la mejor expresión del dolor multitudinario que causaba su desaparición del gran señor del Tawantinsuyo.
Afirma que este estilo se produjo recién hacia la muerte del último Inca Atahualpa; cuando la nobleza, los guerreros, los amautas huyeron en doloroso éxodo y se internaron en las alturas de Paratía, y con el correr del tiempo pudieron expresar su dolor a través del arte musical que fue sentido en estas regiones de lo que hoy es Lampa y que hasta ahora sus moradores arrancan las más dolorosas notas de sus instrumentos musicales (M. C. Salas).
La leyenda de Illa: un joven pastor de las alturas; cuenta que en tiempos en que el rebelde Túpac Amaru había sido ajusticiado, una atmósfera de desilusión y nostalgia embargaba al incanato. Illa pastor de las alturas de Paratía, debía buscar el sustento para su madre y hermana por ser el único varón y en ese monótono vivir halló el amor de Sumac Ttika siendo la nueva razón de su vida.
Pero la vida para Illa siempre debía llevar el estigma de la tragedia y ocurrió que huyendo de una fuerte nevada encontró a un hombre blanco casi muerto de frío, él lo recogió y le prodigo el calor de su techo; con el pasar del tiempo el “misti” llegó a conocer a Sumac Ttika a la que seduce y después fugan, dejando en inconmensurable dolor al pobre pastor; este dolor fue traducido en este estilo musical.
También se dice que esta expresión musical se asocia con un culto totémico al cóndor, en que se describe: “los Ayarachis” que ahora se llaman Kuntur, comienzan a mover los brazos batiendo los paños blancos a manera de grandes alas, mientras se desplazan alrededor de la comida servida en grandes mantas de lana colocadas en el piso del patio, luego de un rato de este preparativo ceremonial toman los alimentos con la boca sin emplear las manos. Con las ansias de tomar las mayores presas, entablan duelos de velocidad, en las que cada uno trata de reunir para sí la mayor cantidad de pedazos de carne.
La palabra Ayarachi deriva de la raíz quechua “aya” muerte, así como denomina y explica que significa “Alma que llora”. El origen de la danza Ayarachi se ubica en el periodo transicional y violento de la conquista española. Cuando las huestes funestas de Pizarro invadieron el Cusco y se apoderaron de la capital incaica, se cuenta que algunas familias de la realeza Inca, cortesanos de la estirpe de los hijos del Sol, abandonaron la capital del Imperio, huyeron hacia lejanas regiones donde lo inhóspito de la naturaleza no permitiese llegar a los españoles en su persecución. Unos se internaron hacia los manglares tropicales de la selva, como Sairi Túpac que desde allí resistió por varios años y al fin fue reducido, otros se fueron hacia las montañas donde la altura y el frío fueran sus naturales protectores. Un grupo de estos últimos se subieron hacia las altas cordilleras de Paratía donde la lluvia se asienta por temporadas y la nieve cubre sus encrespadas cumbres; allí vivieron ignorados por los españoles e ignorantes de cuanto ocurría por la acción devastadora de éstos; pero angustiados por la nostalgia de la vida aristocrática que llevaban en el Cusco. Esta actitud espiritual ocasionada por la caída del Imperio, que se debatía como un gran organismo sin cabeza, después de la muerte del Inca, dio origen a una lúgubre acción ritual que se convirtió en danza, la del Ayarachi. (Franco Hinojosa)
Los danzarines y los músicos son las mismas personas, cada danzante toca dos instrumentos: las Zampoñas y el tambor, van acompañados de algunas personas no totalmente disfrazadas, hombres y mujeres, con atuendos de fiesta que llevan las bebidas y algunas viandas frías (Portugal Catacora).
Participan en la danza conjuntos de 15 a 20 varones acompañados de las acllas o doncellas, generalmente lucen trajes oscuros, sombreros enormes con plumas de avestruces. Las tallas llevan una montera con flores bordadas, pollera negra y casaca adornada con bordados naturalistas.
Más que una danza el Ayarachi es un género musical vinculado en sus orígenes a un rito ancestral en honor a los muertos. De ahí deviene el término que en Aymara es “acompañar a los muertos”. El cronista Bernabé Cobo llamó ayarichic a un siku que se tocaba cuando se acompañaba en procesión a las momias de los incas o alguien de la nobleza.
En Puno se reconocen variedades de Ayarachi. Entre ellos destacan: de Paratía (Lampa), Sandia, Taquile y Amantaní. En estas dos últimas zonas las nuevas generaciones no han continuado con dicha práctica musical. En el Cusco sobresalen los Ayarachi de Chumbivilcas.
Los Ayarachi de Paratía se presentan en la festividad religiosa de la virgen del Carmen (16 de julio) y de la Virgen del Rosario (octubre). Solían tocar con exclusividad para la Santa Cruz de mayo y San Antonio en junio. Los músicos cuando ingresan a la casa del alferado recogen trozos de carne y pedazos de chuño cocidos, los cuales depositan en sus pequeños bolsitos, imitando la actitud de los cóndores.
El siku de Ayarachi o Ayarachi phuco que mide entre 1 m. y 5 cm. es tocado por conjuntos de 8 a 20 músicos-bailarines llamados también Ayarachi. Dentro de la tropa de Ayarachis se encuentran a los que guían y a los seguidores o qati. Mayormente los sikus de 6 tubos (ira) inician la música.
Los sikus de Paratía reciben el nombre de phuco (sopla). Estos son de tres tamaños básicos y sonoridades diferentes. El sonido grave se consigue con la mama, el medio con lama y el agudo con wala. A veces se añade un siku más pequeño o suli.
Los músicos también llevan colgado del hombro un tambor, bombo o aru, el cual tañen al mismo tiempo que el siku. En Paratía estos membranófonos se hacen de cuero de llama o vicuña que presenta un bordón de tripa al cual van sujetos unos palitos. Se toca con una baqueta de madera con un extremo esférico adornado de lana de colores.
El desplazamiento de los músicos de Paratía se da en doble columna, cada una tocando sikus del tipo ira y arca. Asimismo, giran en círculo de derecha a izquierda o viceversa. En cada columna se intercalan los diferentes sikus: mama, lama, wala y suli (Ríos, 2008).
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