Por: César Machaca Escobar
La renuncia de Evo Morales a la presidencia de Bolivia llega después de casi catorce años de gobierno, con reformas, continuismos y mesianismos. Las reformas por la estatización de los recursos hidrocarburíferos con renegociaciones que, en gran parte de las regalías en favor del Estado, permito alcanzar la estabilidad y crecimiento económico.
Los medios estratégicos que conducían a la industrialización acabaron en una tragedia política de Evo Morales y Álvaro García. El primero, sin formación superior y un indígena-sindicalista cocalero, elegido el 2005 con el 54% de votos. El segundo, es de las filas de la izquierda indigenista-socialista, sin embargo el rol como gobernante le llevó a contradicciones, a la que lo bautizó como socialismo-comunitario. Un cliché más montado sobre una estructura ordinaria, que poco trascendió por su proceso de construcción. El 6 de diciembre del 2009, ganó con un 64.22%.
Continuismo, ya que Morales al perpetrarse en el gobierno causó desgaste y su mayor desacierto fue descuidar la continuidad del proyecto político con cuadros renovados de las distintas organizaciones. Se voceaba a David Choquehuanca, entre a otras personalidades previa y posterior a la reelección del 12 de octubre de 2014, año en el que Evo fue ratificado su mandato con el 63, 36%. No designo un probable sucesor con representación orgánica del MAS, momento determinante en el futuro de la vida política. Solo se valieron de la idolatría y el caudillismo que gesto crisis. Al mismo tiempo, personas ligadas a la izquierda tradicional causo desazón porque los ministerios, viceministerios, etc., eran copados por esas cúpulas y no se sentían representados y no era suficiente un presidente indígena. El paralelismo sindical incomodó a las poblaciones rurales y movimientos sociales.
Mesianismo, por creerse salvadores y ser los únicos como oficialistas hasta el extremo que “el poder puede todo”. Frente a una oposición fragmentada, pero con hegemonía económica que capitalizó en el referéndum del 21 de febrero de 2016, donde ya se advertía el rechazo a la modificación de la constitución para una posterior reelección. Más tarde, Evo hizo que se consumará con su postulación que avizoraba una crónica de un golpe anunciado. Llegado el 20 de octubre de 2019, una vez más la pandemia de la crisis de gobierno se desató y bastaban solo los indicios de intromisión en el órgano electoral. Despertando a las figuras políticas incisivas de la oposición. Carlos Meza (a fin al MNR vicepresidente de Gonzalo Sánchez de Lozada), parte de los conflictos de la guerra del gas, renunció al cargo de ex presidente interino y reciente aspirante a presidente por Comunidad Ciudadana. Luis Fernando Camacho, empresario con poder económico e influyente en los colectivos de Santa Cruz. Sindicado de posibles lavados de activo y de un vínculo a los Panama Papers. Con ideales de Bolsonaro conservador y reaccionario. Doblegaron tanto por la vía democrática y por la violencia. Meza como uno de sus más cercanos rivales a Evo y Camacho usando su impulsividad, violencia, odio y racismo ocasionó la renuncia con respaldado de la OEA, al margen de que Evo invocó a nuevas elecciones, solo le quedaba dar un paso al costado ante la crisis social, sin respaldo de las fuerzas armadas y con medios de comunicación estatal tomados por las barricadas, a consecuencia de los desaciertos de Evo y el MAS.
Para finalizar, el país de Bolivia en términos económicos logró prosperidad. Pues, necesita sostenibilidad las políticas que conquistaron las poblaciones indígenas, afros y mestizas en esa heterogeneidad cultural y lingüística. Comprender que el destino un país está en manos de los ciudadanos con plena capacidad de buscar el bien común cautelando el interés colectivo mediante las organizaciones políticas, mas no la ambición. De lo contrario, asumir que los cargos están sujetos a renovación. Evitar el racismo mediante estigmatizaciones a ese grueso sector que de alguna forma tuvo mejoras en calidad de vida, programas sociales, incentivos, mejoras salariales, entre otros que intentaron respaldar tildándolos con adjetivos despectivos por sus matices culturales, y que no aceptan que un indígena gobernó Bolivia, la tarea de los colectivos y de la academia es repensar el futuro de Bolivia, a partir de los logros alcanzados.
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