Por: Plinio Amanqui
Tradicional, costumbrista y ancestral, es la “Feria de las Alasitas” que se lleva en la provincia de Azángaro, luego de las Fiestas Navideñas, casi al culminar cada año. Esta actividad se desarrolla en las faldas del imponente apu Choquechambi.
Hasta este lugar arribaron miles de creyentes y fieles, con el fin de adquirir productos hechos en miniatura, como juguetes de madera, animalitos de barro y otros enseres del hogar en versión pequeña.
A esta costumbre también se suman los productos comestibles, como panecillos, alfajores, las hallullitas de queso, quesillos, q’ispiño, chicharrones, adobos, papas rellenas, asados de chancho, papa a la huancaína, thimpos de carne de cordero, cerveza y pisco.
Los feligreses, desde tempranas horas, emprenden la caminata para llegar a lo más alto del cerro Choquechambi, donde tienen que conseguir un lote para construir edificios de pura piedra, también en miniatura, y luego culminan con el respectivo challaska de parte de un “chamán de la tierra”.
CREENCIA
El historiador Eduardo Masco refiere que, a diferencia de Puno y Juliaca y otras localidades, el Ekeko no tiene mucha relevancia en Azángaro, toda vez que esta provincia pertenece al Bajo Perú, donde se tiene culto a otro tipo de objetos, como el Jamaru (serpiente), Suche y el “Niño Jesús”.
Además, se detalla que cada objeto, que es adquirido en dicha feria, tiene un valor diferente. “Por ejemplo, si compras una vivienda o cualquier otro objeto, indica que durante el año lo conseguirás, pero siempre en cuando tengas fe en lo que deseas”, agregó.
HISTORIA
Probablemente, la Feria de las Alasitas en la provincia de Azángaro nace después de la época de conquista, más o menos en el Siglo 17 o 18, épocas en que los primeros azangarinos, que practicaban con objetos en miniatura (especialmente hechos a base de quinua), comenzaron a expender empanadas, q’ispiño y queso, que también era bastante pequeño.
Toda esta tradición fue hecha en alusión a las fiestas navideñas, según cuenta Eduardo Masco.
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