Por: Pedro A. Ticona Salas -PIEDRO-
El arte, desde el renacimiento, se ha encajado en ismos, como el realismo, impresionismo. Mientras el arte contemporáneo puneño no marca un ismo. Jaime Eufrain flores Quispe muestra un tema costumbrista e indigenista, según comentó Juan de la Cruz Machicado en tertulias de artistas en el 2016, año en que Juan de la Cruz intentó homenajear a todos los intelectuales contemporáneos, uno de los personajes estimados por el maestro del color, fue el de reconocer perennemente a su amigo y colega Jaime Eufrain Flores Quispe, desde la morada dimensional de los artistas que elevaron su nombre hasta la cúspide nacional e internacional.
En octubre del 2019 luego de un debate y análisis sobre la tendencia moderna de la creación en las artes plásticas, se bosquejó un manifestó que encaja el arte contemporáneo en un ismo… el “Ancestralismo”, con el objetivo de reconocer en diferentes creaciones modernas de pintura, los vestigios dejados por nuestros antepasados, como por ejemplo las pinturas rupestres de Toquepala o los monumentos líticos que orondos subsisten al paso del tiempo y las inclemencias naturales, pero que no es valorado en su real magnitud por nuestros congéneres, el manifiesto está en una etapa de recolección de firmas de intelectuales a nivel nacional e internacional, para luego ponerlo al veredicto de los diferentes públicos mediante una exposición artística paralela e internacional cuyo principal factor es unificar aspectos básicos de la herencia cultural antigua con la proposición innata del artista contemporáneo, produciéndose de esta forma un sincretismo formal mediante el Ancestralismo, contenido que después detallaremos.
Jaime Eufrain Flores Quispe respalda la corriente del Ancestralismo no solo con una firma sino con su producción pictórica, su temática costumbrista e indigenista más su técnica al óleo, encaja en el Ancestralismo, plasmando para la posteridad los trajes típicos y de danzas en proceso de extinción o ya extintos, sus lienzos nos muestran eventos de orden social de protesta como el aymarazo, también recuerdos de su infancia en la cocina rural andina y ollas de barro y chuas donde se sirve el manjar energético andino a base de la quinua, “el pesque” que es degustado con los dedos sin cubiertos modernos, en términos quechuas se dice “manca llaucha”, sus pinturas realistas nos vuelve híper sinestésico que podemos imaginar el olor y sabor y sentir el sonido del paisaje compuesto por su espíritu enamorado de su herencia ancestral y su legado. Los cuadros puestos a público por Flores Quispe nos invita a experimentar la sensación de saborear sin tener frente a nuestro ser un plato de comida, una magistral forma de denotar contextos y texturas.
El maestro en el taller;
Habla el maestro, y su voz pasiva pero a la vez enérgica, es aceptado sin vacilaciones, puede haber conjeturas y algunos malos entendidos que durante el proceso mismo de los minutos el maestro los irá dilucidando, con pequeños gestos y algunas sugerencias, los talleristas como todo joven, primero se desencaja, trata de contradecir al maestro, pero luego va cediendo, más que la teoría es su experiencia en temática y técnica, que resalta su transferencia de conocimientos, marca el boceto, cocina su paleta armonizando tonos para luego embadurnarlo con la caricia de mechón de Martha convertido en pincel, el cual va y viene, va y viene, va y viene con ritmo pausado y al parecer lógicamente delineado, porque el artista abraza con los dedos el pincel y empieza una danza sin descanso por horas y días y años sobre un lienzo y con el óleo convertido en un patín que marca la pista que es el lienzo, que al final de la melodía dela inspiración termina en una obra maestra. Marcando en los talleristas sentimientos de gozo, ira positiva, y aprecio al final: nos miramos unos a otros en algunos casos con ojos desorbitados como saliendo de un orgasmo espiritual colectivo, en términos quechuas nos dirían: esta con una cara de “thanthita koriway”.
Son tres años de taller con el maestro reafirmando el amor a nuestro legado ancestral, que despiertan celos familiares y en algunos casos sacrificios maritales, porque el amor al arte es más fuerte que lo material. Los talleristas de la promoción Juan de la Cruz Machicado, no hemos tomado la paleta del maestro Jaime. Pero compañeros de promociones anteriores y posteriores asumieron sus colores, continuando así el legado cromático del maestro.
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