Por: César Machaca Escobar
Las calles albergan el calor de la fe y la devoción
las bandas desatan melodías de la lluvia
los ojos de los danzarines hacen escaleras de fe hacia la virgen de la Candelaria
los amaneceres de la octava de febrero son como el latido de los bombos y tambores
las bandas y sikuris llevan grabados el calor de la fe y la devoción.
Los danzarines grafican horas y kilómetros de lenguaje artístico
inundado por coreografías de las cholitas, lecheras, chinas
los músicos, danzarines y población son amalgamados por el tejido seminal de la religiosidad
la fe y la devoción es la ecuación sentimental de la kantuta y el clavel.
Los agradecimientos en los cacharparis son tallados en anaqueles
los huayños son semillas de algarabía
los banquetes son el condimento de la festividad
la fe y la devoción brota de la piel de los hombres.
El calor de la religiosidad
Las ch’allas y los aytus
son el secreto de las faenas de la pachamama
la población se dirige con cantares a los sapos y a las ranas
las lluvias graban colores y frutos
el calor de la religiosidad devela los cantos,
vidas genealógicas y simbologías perpetradas
en el silencio de los danzantes originarios
hay música y candela que huye cenizas
hay silbatos que huyen heridas,
hay golpes que decapitan algunos ajayus
pero otros ajayus se sobreponen a las espinas
los seres: wak’as, sallqas y jaqi
son los ojos de agua del ayllu
que teje el camino de panes
hace el destino de flores
con amaneceres de qhantati ururi
y conduce al equilibrio de los seres.
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