Por: Ricardo Soberón
Desde diciembre del 2019, el mundo atraviesa la generación de una epidemia de alcance global, que al momento de cerrar este artículo ha ocasionado 1380 fallecidos, 60,000 infectados y el aislamiento de 56 millones de personas en China. Impactantes efectos del coronavirus (nombre científico covid 19) sobre la vida y la economía de China, por ejemplo, 280 millones de estudiantes, se encuentran obligados a estudiar por internet. Se ha reportado en 25 países. Frente a las primeras apreciaciones que el virus se habría originado en mercados de carnes en Wuhan, ahora hay actores que señalan que es producto de la bioingeniería.
Adicionalmente, ha ocasionado el temor de países vecinos (cuatro muertes hasta ahora), mientras que Europa y EE.UU han podido evacuar a sus ciudadanos de la ciudad de Wuhan, pero eso no ha ocurrido con los paquistaníes y sudaneses, por citar un ejemplo, de ciudadanos del Tercer Mundo. Una característica de este tipo de situaciones, es que no tienen fronteras y la epidemia ha llegado preliminarmente a Europa. La Organización Mundial de la Salud considera que se requieren US$ 675 millones para financiar un Plan de Acción Global para enfrentar el problema.
Existe una larga historia de nuestro país en materia de virus: primero con la viruela y la influenza cuando llegaron los españoles a mediados del siglo XVI. En los años 90 los países andinos sufrimos el caso del cólera. Ahora bien, en el caso del coronavirus, el Perú no es ajeno a esta probabilidad y con las limitaciones institucionales de nuestro servicio de salud pública intenta tomar algunas medidas, claramente insuficientes. Tripulantes de cruceros, estudiantes universitarios en la provincia de Hubei, viajeros chinos en el país, esta es la forma como el coronavirus ha tocado las puertas de Perú.
Sin embargo, valga la oportunidad para volver sobre un tema en extremo delicado y que puede tener repercusiones. La OMS ha señalado que se necesitan tomar medidas preventivas específicas, de las que carece el Perú. Nuestro país alberga desde 1983, en instalaciones hospitalarias de Lima y de Iquitos, un Proyecto Centro de Investigación de Enfermedades Tropicales NAMRU VI. Este Proyecto es financiado y es de propiedad del Comando Sur norteamericano, del cual se habla muy poco y que tiene como principal función la investigación y la manipulación de agentes patógenos, supuestamente para conocer enfermedades tropicales como la malaria o de transmisión sexual como el HIV. El Departamento de Defensa norteamericano tiene hasta 400 laboratorios en el mundo, con niveles de bioseguridad 3 y 4.
El 13 de septiembre del 2018, la Comisión de Defensa y Orden Interno del Congreso a instancias de la bancada de Nuevo Perù, solicitó información al Ministerio de Defensa sobre el mencionado Programa, en uso de sus facultades de control político y preocupada por las implicancias para la seguridad nacional en materia de soberanía y de sanidad. Ocho meses después, en mayo del 2019, el pedido fue contestado de forma general, dejando más dudas que certezas sobre la naturaleza y fines del referido Proyecto. La respuesta oficial reconoce su uso en el apoyo de diagnóstico de H1N1 en pandemia de influenza del 2009 así como búsqueda de diagnóstico de virus del ébola. Ni la Marina, ni el sector Defensa, respondieron adecuadamente sobre los motivos por lo que se ha instalado un laboratorio de bioseguridad 3 (BSL3) en territorio peruano. Los responsables de la Marina de Guerra tampoco respondieron adecuadamente sobre las medidas para evitar el uso y experimentos de guerra biológica, a pesar de la existencia de disposiciones internacionales que prohíben este uso. Las preguntas que surgen: ¿Se cumplen las disposiciones del Protocolo de Cartagena en materia de Bioseguridad (2004) y de la Ley 27104 de Prevención de Riesgos derivados del Uso de Biotecnología? Urgente saberlo.
Analista internacional
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