Rodrigo Ojeda Gomez
Hace un año atrás exactamente un 30 de septiembre del 2019 el presidente de turno Martin Vizcarra disolvió el congreso; una respuesta que la mayor parte de peruanos lo alzaba a gritos y apoyaba rotundamente, donde nos mostraba el peor congreso que tuvo el gobierno peruano a lo largo de los años desde que se instauró la política democrática, alejándonos de los regímenes militaristas, claro, como el de Velasco (1968) o Morales Bermúdez (1975), quienes dieron realce en una política de mandato recio y corajudo. Cuatro décadas más tarde la tensión entre los poderes instaurados democráticamente no puede ser más álgida, con una tensión más enérgica y una disputa para la dominación completa del poderío gubernamental. Hacemos referencia al dinamismo negativo entre el Poder Ejecutivo y Legislativo, mismos que generan las crisis políticas, más que todo por los partidos políticos que son adyacentes a otros partidos que también comparten curul, no solo la negatividad por la parte interna del congreso, sino también el mal ambiente laboral (llamémosle) que existe en la distribución del poder. Poder que se ha visto manchado por pugnas de corrupción, por actos inconstitucionales, por crisis que no deberíamos tener y más aún en el contexto en el que estamos viviendo.
Ya que estamos en retrospectiva, cabe analizar la solución que se les dan a las crisis políticas, sin irnos muy lejos, el pasado congreso vacó con éxito al presidente electo constitucionalmente del 2016 Pedro Pablo Kuczynski (PPK), dándole una solución muy apresurada y claro, nada protocolar, ante una crisis política que se vió desde (como ya dije en párrafos pasados) la incongruencia de ambos poderes estatales. Otro ejemplo sin irnos muy lejos es, la vacancia que se dio interpuesta al actual presidente; era una solución que el legislativo impondría por “la prevalencia de la democracia”, actos así no preservan la democracia, lo que sí es prevalencia de la democracia, es trabajar con unanimidad, sean de partidos que sean, tengan o no tengan cantidad por partido en el congreso. Antes de preservar la ideología que cada partido político representa, se debe dar el debido enfoque al contexto donde se está trabajando. Es tan poco profesional y ético, velar en primera instancia por las ideologías de los partidos antes que la necesidad del país. El mostrar la opinión en base a ideologías es distinto, pero por ende no debe ser decisivo si un país depende de esa decisión.
Tanto asesores políticos, como estrategas quienes inyectan perspectivas de solución, deben optar por salir de los intereses partidarios y enfocarse más a una solución directamente eficiente, sin darle rebrote constitucional. Actos así retrasan y desvían las prioridades estatales, manejadas en las agendas del gobierno.
El contexto actual por el que pasamos, es el tiempo menos indicado para poder mostrar otra crisis política, el debate y la discusión siempre estarán presentes pero para preservar la supervivencia de la nación, no de los partidos que dan los últimos manotazos de ahogado con alianzas de aire desesperado. Ahora es donde el diálogo y el debate, sin ánimo de ofensa para la política, debe mejorar y tener otra dirección. Hay prioridades, no desviemos la atención y el trato hacia ellas por simples intereses.
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