Vimos y pasamos por muchos conflictos en lo que va del año: incertidumbres que de buena o mala manera retuercen nuestra tranquilidad en posición colectiva e individual, problemas como la violencia familiar, crisis económica (que va en aumento), etc. Sería interesante creer que existe una problemática que agrupa estas características de sociedad en decadencia y de perspectiva desesperada. Así pues, “la violencia económica o patrimonial” es un antagonismo anunciado que merece ser mencionado y reúne todos los factores de conflictos que pasamos en el presente contexto.
Desde el 2017, según el Programa Nacional Contra la Violencia Familiar y Sexual (PNCVFS), se dieron bases estadísticas que ahora podríamos ver como indicadores de un supuesto problema futuro: un porcentaje y tipo de violencia que pasaba desapercibida, con el 87.9% de mujeres y el 12.1% de hombres, los cuales fueron violentados patrimonial o económicamente, pasa a ser una variable por el contexto en el que vivimos. Pero ¿qué es la violencia económica o patrimonial? Según el MIMP se cataloga este tipo de violencia a la “acción u omisión, directa o indirectamente(..) que cause o pudiera causar daño económico, patrimonial o evadir obligaciones alimentarias, mediante la pérdida, transformación, sustracción o destrucción de bienes gananciales de la víctima”.
En esta línea, vemos que la situación económica no va en sus mejores momentos, las acciones estatales no generan tranquilidad por las soluciones sin estructura ni visión futurista. Como la mayoría de países de Latino américa, nuestro sistema de gobierno satisface momentáneamente una problemática que se vio anunciada mucho antes. En este sentido, el problema económico es una de las brechas más altas que el Estado tiene que sobrellevar, sufriendo la peor crisis en los últimos 50 años.
Según el gerente general de IPE, Diego Macera, la proyección de caída del PBI será del 14 y 15%. Es una cifra abismal si tenemos en cuenta que la deuda externa aún consume y consumirá la mayor parte de la ganancia interna estatal. Si nos ponemos a pensar cómo afectará la economía, a factores como la violencia familiar, desempleo y pobreza, será una serie de eventos desafortunados, una gran labor para el gobierno entrante, con una responsabilidad que poco a poco se irá mermando. Muchas veces se culpa al Estado por la mayor parte de nuestras falencias y en algunas la culpa es justificada, pero tanto como la sociedad establecida, el núcleo que lo mantiene es la familia, por ende la solución viene desde dentro; el realce económico muestra al peruano trabajador, comerciantes, empresarios que vienen manejando una calidad de vida fruto de sus esfuerzos.
Hagamos que la pandemia se sienta menos, empezando por la familia. El presente artículo solo es un análisis y muestra la posición de un supuesto: el Estado tiene todos los mecanismos e instituciones para reconocer y dar respuesta de los daños que pueda hacerse, pues su obligación es mantener la tranquilidad y velar por nuestros derechos en sociedad. Nosotros tenemos la última solución y también el primer problema.
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