Fredy Arce es un anticuario que aprendió desde cero el oficio, y ahora es uno de los más conocidos en el rubro
Por: Lino Manuel Mamani
El mercader de antigüedades, Fredy Armando Arce Salas (40) sabe que a veces se gana y se pierde. Al inicio perdía más de lo que podía beneficiarse. El oficio que lleva es una ruleta para alguien que da sus primeros pasos.
Una vez vendió un frasco viejo y empolvado a dos soles. Creyó haber hecho un negocio justo, hasta que el señor que se lo compró le dijo horas después lo inocente que había sido.
Al interior de la botella había oro molido impregnado como si fuese moho, cuyo valor superaba los 3 mil dólares.
En otra ocasión, Freddy acudió al lugar donde en setiembre de 2007 cayó un meteorito en la localidad puneña de Carancas, cerca de la frontera con Bolivia. Recogió un pedazo del cuerpo celeste y lo vendió poco después a 130 soles.
Después se enteró que quien se lo compró había vendido el fragmento en 2 mil dólares. “Aprendí que en lo menos insignificante que uno mira, está la clave”, dice.
DOCE AÑOS
Fredy tiene 12 años como recolector de antigüedades. Antes recorría la ciudad reciclando fierros y eventualmente alguno que otro objeto que las familias pugnaban por desprenderse por poco dinero.
Al conocer de su labor, algunas personas le pedían que les avise si conseguía documentos antiguos, estampitas, monedas, adornos vetustos u otros que puedan suscitar su interés. También iba a los locales de la calle Santa Catalina a ofrecer las cosas raras que lograba recabar.
“Me sentaba como dos a tres horas conversando con los clientes”, sostiene Freddy, sobando uno de sus brazos donde luce un tatuaje tosco.
“Al conversar, era como estar en una universidad, aprendiendo de cada cosa, cuál es el original, la réplica y le tomé más interés comprendiendo cuál era el valor de la historia”, añade.
Así, poco a poco se fue adentrando en la interminable labor de ser anticuario. Tiempo después recabó mayor material histórico y abrió su propio local ‘El conjuro de las antiguedades’.
“Lo llamé así porque las antigüedades tienen esa magia que pocos comprenden pero que es como mantener viva la historia a través de los objetos”, asegura, mientras también sostiene que a veces, escucha sonidos y algunos de los artículos se mueven. “Parece que cobran vida”, acota.
ETERNO VIAJERO
Fredy acaba de llegar de Puno. Durante la pandemia no pudo hacerlo, pero ahora que ya casi todo se está normalizando, debe aprovechar en conseguir material para su negocio. Suele viajar a Cusco, Lima y otras ciudades del sur, en busca de antigüedades.
Hace el trabajo de una hormiga, porque sabe que ese esfuerzo traerá buenos frutos.
-¡Mira! – me dice como guardando un secreto. Abre un ambiente con muebles antiguos y señala un baúl de barco con calaveras talladas, similar a aquellas que aparecen en la saga fílmica ‘Los piratas del Caribe’.
“Lo compré hace tres meses en Moquegua. Debe ser de un gringo, un capitán que tenía su barco se lo dejó a sus hijos y ellos me lo vendieron”, explica.
La tienda de antiguedades de Freddy queda en la calle Leticia, zona del Centro Histórico de Arequipa que muchos reconocen como un poco movida, por la presencia de sujetos de mal vivir.
“Mi objetivo es ayudar a revalorar esta zona. Porque aquí vivieron familias importantes y las casonas son muy hermosas y guardan historia”, afirma el anticuario.
Al ingresar uno nota que el tiempo se detuvo. Existe una caja registradora como en las antiguas fondas, una cámara fotográfica de madera, juguetes de porcelana. De las paredes cuelgan cuadros de la escuela cuzqueña, muebles coloniales, jarrones chinos enormes, artículos de la Guerra con Chile (como botones), entre otros objetos de valor que para los coleccionistas son una maravilla.
Tiene monedas antiguas que pueden llenar toda una mesa de comedor, que guarda para los “clientes especiales”, que pueden pagar 2 mil 500 dólares por una moneda, pues valoran no solo la antigüedad, sino su historia, rareza y conservación.
Alguna vez vendió en 7 mil dólares un adorno español de cuatro metros de alto que estaba firmado en 1732 y que perteneció a una de las familias más importantes del valle de Majes.
El recolector de la historia rescató varias fotografías antiguas de Arequipa y que perteneció a familias importantes como los Rodríguez o de autoría de los famosos hermanos Vargas.
-¿Existe algo que nunca venderá?- le pregunto.
-Las pinturas, porque le agarré una pasión y un cariño –responde de inmediato y acomodándose la mascarilla continúa
-No las vendo porque quisiera que estén en el Perú, que no salgan, no las vendería. No las vendo, son de mí y por más que me ofrecieron, 2 mil dólares por cada una no las vendo, porque siento que es del Perú y al ver que me ofrecen en dólares me parece poco y siento que el Perú no vale esa cantidad.
El anticuario tiene bien claro su oficio. Lo aprendió desde cero y siendo sorprendido por coleccionistas. Ahora sabe identificar las que son idóneas y tasar el precio de los artículos. Es consciente de que su labor, aunque muchas veces pasa desapercibida “contribuye a prevalecer la historia”.
Se llama Fredy pero le caería bien el nombre del ‘Recolector de la historia’.
Dato
‘El Conjuro de las Antigüedades’ queda en la calle Leticia n.º100, en el Centro Histórico de Arequipa. Pueden seguir al coleccionista a través de su fanpage ‘Puente de los candados’.
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