Róger Rumrrill
Infundios y falsedades contra Pedro Castillo caen en saco roto a días de la segunda vuelta
Era previsible que la implacable y feroz guerra de la prensa caníbal contra Pedro Castillo, el candidato de Perú Libre, alcanzaría su mayor violencia en la medida que el candidato del cambio y la transformación seguiría subiendo en las encuestas y se aproximara el decisivo 6 de junio, el día de las elecciones presidenciales.
También era de prever que en la lógica de la guerra sucia de la ultraderecha no se descartaba el uso de la violencia y la muerte como arma de destrucción política. Es lo que acaba de ocurrir en el VRAEM, con un costó trágico de 16 peruanos muertos. El fujimorismo y sus camaleónicos secuaces están lanzando una andanada de fake news, post verdades, verdades alternativas, como llamaba Donald Trump a sus mentiras, asociando este hecho sangriento con el izquierdista candidato de Perú Libre.
Aunque al parecer, de acuerdo a las reacciones críticas del pueblo peruano y al continuo ascenso de Castillo, el tiro le salió por la culata al partido de la necropolítica. Porque como señala Ignacio Ramonet, el famoso especialista en comunicación, cuando la gente descubre que la “verdad se ha diluido” con las falacias de la dictadura de los medios, la ciudadanía dejar de creer en esa prensa tarifada.
LOS LATIFUNDIOS MEDIÁTICOS PIERDEN TERRENO
De acuerdo a las tendencias registradas por las empresas encuestadoras, los latifundios mediáticos están perdiendo terreno. Lo que significa que su tóxica campaña de infundios y falsedades contra Pedro Castillo y Perú Libre está cayendo en saco roto y el pueblo peruano está dejando de escuchar y ver esa sórdida campaña.
Fui testigo de una campaña similar en Bolivia en el año 2005, con tres candidatos presidenciales: Evo Morales Ayma, Jorge “Tuto” Quiroga Santa Cruz y Samuel Doria Medina. Un estudio efectuado por una empresa de medios, extranjera, concluyó que el 95 por ciento de todos los medios, radio, televisión, prensa escrita, apoyaron sin medias tintas a Jorge “Tuto” Quiroga Santa Cruz, el candidato de la ultraderecha boliviana. El 80 por ciento de los latifundios mediáticos apostaron cerradamente por Samuel Doria Medina, el candidato de centro. Y solo el 5 por ciento de los medios optaron por Evo Morales Ayma.
Todavía recuerdo, con asco y vergüenza, el aluvión de barbaridades irreproducibles que arrojaba la prensa cancerbera del neoliberalismo sobre el candidato del Movimiento al Socialismo (MAS), “indio de m…”, “analfabeto”, “ignorante”, “terrorista”, “primitivo”. Además de estos insultos, anunciaban el fin del mundo, difamaciones que la prensa internacional repetía en unánime y rastrero coro: que las promesas de Evo Morales de renegociar los contratos con las corporaciones mineras provocarían un colapso económico porque todas las empresas, espantadas, huirían del país. Todas las propuestas del candidato del MAS eran cuestionadas como absurdas, incluyendo las ofertas de reivindicación de los derechos de los pueblos indígenas. Para esa prensa mercenaria, el gobierno del MAS llevaría a Bolivia al abismo de la miseria y del caos.
Ahora ya sabemos que el apocalipsis anunciado por los falsos profetas del desastre no se cumplió y Bolivia, de acuerdo al Banco Mundial, el Fondo Monetario y otras Casandras del capitalismo, fue el único país de América Latina que creció sosteniblemente entre el 2005 y 2017.
El resultado final de las elecciones, realizadas el domingo 18 de diciembre del año 2005, le dieron el triunfo con mayoría absoluta a Evo Morales Ayma, con el 54 por ciento de la votación nacional, 20 por ciento más por encima de la votación de Jorge “Tuto” Quiroga. En elecciones anteriores, desde los años sesenta, ningún candidato había pasado la valla del 50 por ciento más uno y era el Congreso el que elegía al presidente.
¿Y cuál fue el secreto del triunfo de Evo Morales Ayma? ¿Por qué la abominable campaña se escurrió por las sentinas y la prensa mercenaria quedó como palo de gallinero? Porque Evo Morales Ayma, a lo largo de 20 años, se había dedicado a construir un partido, a tejer, a soldar una estructura de poder político, a consolidar la unidad de los más pobres, de los campesinos y pueblos indígenas y gente excluida y marginal de las ciudades y a los obreros explotados en los socavones mineros. A esos millones de excluidos y marginados que, como en el Perú de hoy, esperan salir de ese túnel de la pobreza en que están condenados por esas minorías untuosas de placer y codicia, endogámicas e incestuosas de poder y riqueza.
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