Nunca fuimos indios, no somos campesinos y mucho menos cholos. ¡Basta de eso!
Nunca fuimos indios. Desde el 12 de octubre de 1492, nos denominan indio, y nosotros no tenemos por qué pagar la ignorancia de Cristóbal Colón, que creyó llegar a la India, ignorando las múltiples naciones que habitaban el Awiya Yala. Manco Inka, Túpak Amaru I, Juan Santos Atawallpa, Túpak Amaru II, Pedro Vilcapasa, Túpak Katari, y sus respectivas parejas, sacudieron y demostraron al mundo que los originarios del Tawantinsuyu no habíamos desaparecido.
Así pues, debemos tener en cuenta que el término fue generalizado y utilizado para denominarnos a nosotros los originarios. Producto de ello, en el Perú el presidente Augusto B. Leguía instituyó el Día del Indio, mediante el decreto supremo promulgado el 23 de mayo de 1930, como una forma de destacar la preocupación del Estado Republicano a favor de los hombres del ande.
Este término fue utilizado por muchos intelectuales, entre ellos Gamaliel Churata, así como José Carlos Mariátegui. José Antonio Encinas hace lo propio cuando indica que el “El indio no estará satisfecho, mientras no entre en posición de lo suyo”. El maestro, en su análisis, nos quiso decir que los originarios debemos reivindicar nuestra plurinación. Por otro lado, en todas las instituciones educativas del país, se celebraba el Día del Indio y hasta hoy el Día del Campesino, tratando que los originarios asumamos como identidad esa denominación. Es tarea de los maestros aclarar al educando que la lucha por la independencia continúa. El Taki Onqoy, como ideología oral, ya tenía sus productos, cuando una hermana en Azángaro decía: “Si indio fue el nombre con el que nos han sometido, indio será el nombre con el que nos sublevamos” (Domitila Quispe).
No somos campesinos, el Gobierno Revolucionario del General Juan Velazco Alvarado, promulgó la Ley de Reforma Agraria el 24 de junio de 1969 y junto con ello la nueva denominación de Día del Campesino. Así quiso liquidar el antiguo sistema de explotación del indio, pero debido a una categorización clasista, nos tratan como simples trabajadores del campo y su aporte económico desde la chacra.
Pero, ¿quiénes se sienten campesinos? ¿Los empresarios de Unicachi en Lima? Los de gamarra? Por supuesto que no; sin embargo, su identidad quechua-aymara salta a la luz, es decir Kolla.
No somos simples trabajadores del campo, somos regiones (naciones) con territorio, con historia, con cultura, con idioma, con pasado, presente y futuro. Por tanto, con filosofía, ciencia, arquitectura y todos los saberes necesarios en una civilización.
No seremos cholos, hoy el Perú es mestizo, y por ello automáticamente llega a nuestra mente aquel concepto de “todas las sangres” del tayta José María Arguedas, así como lo ha indicado claramente el criollo pero buen maestro Ricardo Palma: “El que no tiene de
inga tiene de mandinga”, es decir, que somos herederos de una cultura milenaria, descendientes de invasores e invadidos, y en nuestras venas circula la sangre de Inkas, españoles, negros, mochicas, kollas, etc., pero con una diferencia básica: la filosofía-sabiduría, entre monocultural (individual) occidental y en quechua el Llapallanchis.
Quieren que asumamos una identidad inventada, de una clase chusca, sin cultura, para decirnos que la globalización es la alternativa, lo que siempre hicieron con nosotros; pero nunca más.
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