Por Carlos Reyna
Tal como las miradas, o el tono de la voz o las maneras de sonreír, a veces una carta también autorretrata a su firmante. No tanto por lo que dice, sino por cómo lo dice o lo que no dice. Lo dicho por Keiko Sofía Fujimori al presidente Francisco Sagasti sirve para mostrar lo que ella es y el momento que vive.
Ahora que está derrotada, su objetivo no solo es llegar a hacerse del gobierno, sino también salvarse del juicio que posiblemente la pondrá en prisión. Ese fue siempre el doble juego que tuvo en este proceso electoral. Ya ha perdido el electoral, y va camino a perder el judicial.
UN CUADRO DE DERROTA
En su derrota, Keiko es fiel a sí misma. No dejó de ser atrevida en la mentira y la manipulación, esta vez religiosa. Viendo que perdía liderazgo, buscó reagrupar a los fujimoristas y les inyectó religiosidad a sus objetivos partidarios y a su propaganda. Al estilo de los teleevangélicos, impostó una misa fujimorista, con velas, música y oraciones ad hoc.
Convertida en pastora de voz beatífica, rezó el Padre Nuestro, pidió ayuda a Dios para salvar a la democracia, predicó mucha paz y mucho amor. Pero en lugar de “podéis ir en paz” terminó gritando ´jamás nos rendiremos´. La naturaleza es difícil de reprimir.
LA CARTA A SAGASTI
Antes de terminar su misa partidaria, anunció que iba a dejar una carta a Sagasti para que éste la ayude y pida la auditoría internacional de las elecciones. Además, pidió a Pedro Castillo que haga lo mismo, en bien de la democracia.
Sagasti, el presidente cuyo más caro esfuerzo, el de la vacunación, fue brutalmente atacado desde las filas fujimoristas. Castillo, el adversario acusado de cobarde, de aliado de terroristas, de apañador de corruptos, y cuyo limpio triunfo quería arrebatárselo. A ellos dos, Keiko les pidió que se sumen a su pedido.
La carta pone en duda explícitamente el desempeño limpio de los organismos electorales peruanos pues, según la carta, esa auditoría determinaría “si los resultados electorales procesados y contabilizados por la ONPE representan un fiel reflejo de la voluntad popular”.
A la vez, el texto afirma que “El sistema electoral tiene por finalidad asegurar que las votaciones traduzcan la expresión auténtica, libre y espontánea de los ciudadanos, obligación que no se vendría cumpliendo”.
La carta pide que el presidente requiera la auditoría de las elecciones a “organismos internacionales”, sin precisar a cuál de ellos. Keiko y compañía saben que los únicos organismos que podrían hacerlo son OEA y la Unión Europea, pero sus misiones electorales no solo han avalado, e incluso elogiado el proceso electoral mismo, sino también la manera como el JNE viene resolviendo los pedidos fujimoristas de nulidad de actas.
Al referir las presuntas irregularidades, la carta no se refiere a evidencias o a indicios razonables de fraude. Como han venido haciendo sus abogados, se refiere, primero, a simples versiones creadas y nunca demostradas por el propio fujimorismo. Segundo, a la no atención de sus pedidos ilegales de acceder a datos personales de los electores, que están legalmente protegidos.
Y tercero, a los dichos del juez electoral que ha hecho abandono de su cargo como integrante del JNE con el único fin de retrasar los resultados finales de la elección. Este magistrado, como se sabe, tiene en común con Keiko no solo sus ideas políticas, sino también la condición de procesado por graves delitos de corrupción.
EL MÓVIL DE LA CARTA
Al término de la carta, se sostiene que sólo la aceptación de su pedido “brindará al próximo mandatario (a) la legitimidad necesaria para cumplir sus responsabilidades”. Esa última línea revela por qué, sabiendo que la posibilidad de que el presidente acepte su pedido es cero, sin embargo, lo ha hecho. Nuevamente, se trata de un doble juego. El sentido de la carta es adelantar que no reconocerán a Pedro Castillo como presidente si el JNE entrega resultados finales y lo proclama como tal.
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