¿HA GANADO ALGO EL INDIO CON
EL ADVENIMIENTO DE LA REPÚBLIC
Feliciano Padilla Chalco
¿Ha ganado algo el indio con el advenimiento de la República?, se pregunta Emilio Vásquez, reproduciendo las palabras de Juan Bustamante Dueñas, expresadas en la Cámara de Diputados (1844). Juan Bustamante nació en Vilque, en 1808, y murió en Pusi, el 2 de enero de 1868. Fue diputado por la provincia de Lampa durante dos períodos y desde que ocupó una curul en el Parlamento fue defensor acérrimo de los indios (el vocablo “indio” se ha cambiado ahora a “campesino” por razones de eufemismo, pero Valcárcel, Haya, Mariátegui, Encinas, Flórez Galindo, etc., siempre lo han utilizado).
El intelectual puneño Emilio Vásquez fue catedrático de muchas universidades peruanas, como la Universidad Nacional del Centro y la Universidad Nacional de Ica, y estudioso del problema educativo nacional, que dio lugar a varios y valiosos libros sobre el tema. Fue poeta integrante de los Grupos Bohemia Andina y Orqopata, llegando a publicar varios poemarios, como Altipampa (1933), Tawantinsuyo (1934) y Altiplanía (1966). En 1975 publicó uno de sus mejores libros, “La Rebelión de Juan Bustamante”, en la Editorial Juan Mejía Baca, con el prólogo del historiador Jorge Basadre.
Los primeros capítulos del libro hacen una descripción geológica de Puno y de los frutos que de estas tierras obtienen los quechuas y aimaras, en ganadería, pesca y agricultura. Y pareciera que por los productos y la geografía misma se estuviera hablando de una zona mágica que debía permitir una vida feliz, armoniosa y bien proporcionada. Sin embargo, desde la Colonia, y particularmente desde la República, los antiguos propietarios de estas tierras fueron sometidos a crueles vejaciones, transgrediendo los derechos humanos fundamentales. Por ejemplo, enviaban por la fuerza a 600 indios a las minas de Potosí; antes, por súplicas de las mujeres, ingresaban a las iglesias donde lloraban por la trágica suerte de los viajeros y hacían peticiones para sobrevivir en el tiempo de la ausencia. Nunca retornaba ni un solo indio, porque morían de hambre, de agotamiento y enfermedades mineras. Se les despojó de sus tierras para formar las haciendas y obligarlos a vivir cada vez más en la cordillera, donde solo crecía pasto y paja con los que criaban auquénidos y algunos productos de altura. Se les impuso impuesto por ser indios, a pesar de las prohibiciones determinadas por las leyes. Se creó la ley de vagancia para cuyo cumplimiento los asimilaban a las haciendas donde los convertían en sirvientes solo con derecho a coca y alcohol y, en otros casos, en esclavos. Eran considerados como bestias de carga. No tenían ningún derecho humano; si morían en el trabajo se les llevaba a fosas comunes. Los hacendados y los criollos hijos de españoles, con el alcoholismo y coquismo, degradaron aquella poderosa raza que antaño construyera un imperio que desarrolló la arquitectura, la textilería, la ciencia y tecnología, la ganadería, la agricultura, los acueductos y los caminos del inca por todo el tawantinsuyo.
Por la época de Juan Bustamante se creó la ley de reclutamiento de indios jóvenes para servir en el ejército de las élites criollas. Se visitaba las comunidades y ayllus. y se laceaba a los jóvenes para llevarlos en camiones, amarrados como animales hasta las sedes de los cuarteles. El Perú independiente seguía manteniendo al indio en iguales o peores condiciones que en la colonia Posteriormente, se creó la ley de la proscripción vial que obligaba a que los indios fueran a trabajar las carreteras del Perú, en condiciones inhumanas y sangrientas porque no eran considerados ciudadanos.
Finalmente, el pongueaje, que acabó con la paciencia de nuestros compatriotas, suscitó las rebeliones de los siglos XVIII y XIX. El diputado Juan Bustamante, defensor consecuente de los indios, para el asombro y habladuría de los demás hacendados que estaban en la cámara, hizo la primera reforma agraria de la que tenemos conocimiento: Distribuyó equitativamente las tierras de sus haciendas a todos sus colonos y amigos, dejando otra hacienda para su subsistencia.
Juan Bustamante llamado el “Mundo purikuq” (caminante del mundo) hizo dos viajes a Europa, Medio Oriente, Lejano Oriente (China, Rusia, Japón) Prácticamente se dio dos vueltas al mundo, incluyendo Estados Unidos. Cuando decimos Europa estamos hablando de Europa del Norte, Sur, Este y Oeste, absolutamente todo. Esta fue una ocasión para que observara como se transformaban las Repúblicas nacientes con la industrialización y donde la presencia de la feudalidad era mínima. Según sus crónicas en ningún país del mundo encontró seres humanos que vivieran en las condiciones que vivían los indios del Perú. Escribió y publicó varios libros: 1) Viaje al Viejo Mundo por el peruano Juan Bustamante, natural de Puno, Lima Imprenta José María Masías, 1845. 2) Viaje al Antiguo Mundo por el peruano Juan Bustamante, natural de Puno, Imprenta Masías, Lima 1845. 3) Apuntes y observaciones civiles, políticas y religiosas con las noticias adquiridas en este su segundo viaje a las Europas por el peruano Juan Bustamante, París, Imprenta de Lacampré Son y Compañía (669 pág). Emilio Vásquez, autor de la Rebelión de Juan Bustamante, manifiesta que fue uno de los pocos peruanos que estrechó las manos del Papa de entonces, en el Vaticano.
Numerosas denuncias de los abusos contra los indios fueron presentadas por Juan Bustamante en la Cámara de Diputados, luego, subía a la Cámara de Senadores de donde salían oficios dirigidos al prefecto de Puno, el hacendado José María Barrionuevo, para que informe respecto de estos abusos que se estaban cometiendo en Huancané, Azángaro, Lampa, etc. pero, las respuestas eran siempre negando los hechos y que él por representar al presidente de la República no lo permitiría jamás. El coronel Juan Bustamante presentó cargos contra hacendados y el prefecto de Puno con documentos probatorios; entonces el senado formó hasta dos comisiones que llegaron a los lugares de los hechos, pero no encontraron acciones que pusieran en peligro la gobernabilidad del país.
Por estas razones, Juan Bustamante, en 1967, viajó hasta PUSI donde él vivía y era vecino del hacendado José María Barrionuevo. En Pusi (Huancané) organizó con dos tenientes Gálvez y Riveros y cientos de indios un ejército armado de escopetas, palos, lazos, warakas, picos y palas para sublevarse contra el ejército dirigido por el general Andrés Recharte. La idea era que los soldados (mayormente indios reclutados de las comunidades) se plegaran en Huancané o Azángaro. Entonces, el Prefecto Barrionuevo se movió rápidamente al recibir informaciones de esta sublevación y ordenó que el general Andrés Recharte sofocara con toda la fuerza de la ley esta revuelta de los indios. Recharte movilizó a su ejército hasta Pusi a objeto de aniquilar este movimiento. Juan Bustamante no ordenó la retirada y fueron al campo de combate en Pusi el 2 de enero de 1868. Recharte dividió su ejército en dos columnas de modo que el coronel Juan Bustamante quedara cercado en el terreno de la lucha. Empezó el tiroteo y murieron miles de indios, y otros cien junto con Juan Bustamante fueron prisioneros y encerrados en la casa cural. Los rebeldes más conocidos de Azángaro, Lampa y Huancané fueron llevados a la plaza y castigados con fuetes y al final asesinados con tiros de arma de guerra. Otros setenta indios fueron encerrados en un ambiente perteneciente a Barrionuevo. Luego, empezó la tortura, hicieron huecos en los techos y por ahí prendieron charamusca y palos secos mezclados con ají. El humo era brutal, insoportable. Los indios gritaban y pedían clemencia porque se estaban ahogando. A una hora de la tortura ya no se escuchaba gritos, pero los dejaron hasta el día siguiente. Juan Bustamante estaba detenido en una especie de celda. Al día siguiente fue conducido al lugar donde habían muerto por asfixia los setenta indios. Juan Bustamante reclamó y calificó de inhumano aquel hecho y de sanguinario al general Andrés Recharte, quien había ordenado aquel asesinato. El general Andrés Recharte se reía y se mofaba de Bustamante, hasta que finalmente ordenó que se cumpliera sus órdenes de ajusticiar al traidor de la Patria Juan Bustamante, quien fue trasladado a una esquina de la Plaza de Armas donde había dos árboles de qollis. Allí fue colgado de los pies con la cabeza abajo. Lo azotaron hasta el cansancio y en ese estado vino el sargento apellidado Beltrán, quien de tres machetazos hizo rodar la cabeza de Juan Bustamante. Los enterraron a todos en una fosa larga y a Juan Bustamante cerca de la iglesia. Muchos años después todos los restos de estos héroes anónimos fueron enterrados en el cementerio por orden del alcalde de aquel entonces. Voy a obviar muchos aspectos del libro y la formación de la Asociación “Amigos de los Indios” cuyo presidente era Juan Bustamante. El director y dueño de El Comercio Manuel Amunátegui, como miembro de Amigos de los Indios, ayudó en su periódico a la rebelión informando acerca de los abusos que se cometían con los indios de las poblaciones de Puno.
Para terminar y a propósito del llamado bicentenario, nos preguntamos otra vez, tal como lo hiciera Juan Bustamante ¿Han ganado algo los quechuas y aymaras con el advenimiento de la República, salvo en la época de Juan Velasco Alvarado? ¿Es necesario fundar otra República más justa, más humana e igualitaria?
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