Feliciano Padilla Chalco
Alfredo Herrera Flores (Lampa, 1965) es un poeta reconocido a nivel nacional e internacional. Ha logrado esta representatividad gracias a su trabajo riguroso y exigente. Leer los poemarios de Alfredo es introducirse en un mundo mágico. Pareciera que no escribe para el estudio de los especialistas, sino para el goce estético de sus lectores. No le importa el lugar de enunciación: puede ser el mar, la cordillera de los Andes, los valles, los arenales o su propio espíritu. Por eso siempre será un placer leer a Alfredo, por su lenguaje con metáforas y símiles exactos, donde no puede sobrar ni faltar ninguna palabra; incluso, el título del libro es una metáfora porque el imán se refiere a otra cosa. El lugar que ha ganado merecidamente en la poesía es por razones de esforzado trabajo artístico.
“Acerca de la Palabra Imán”, Editorial Hijos de la Lluvia (2020), es un poemario de tres segmentos: Memoria de la Cordillera, Variaciones de la vanidad y Cuerpo ajeno. La palabra imán está relacionada directamente con la gravedad, que es una fuerza de atracción entre los objetos que se encuentran en la inmensidad del espacio. Por esta razón, en el Universo toda la materia se mueve a causa de esta y otras fuerzas. La gravedad, según Isaac Newton, depende del peso de la masa de los objetos y de la distancia que hay entre ellos. Y en el caso del poemario, ¿cuál es el centro de gravedad, es decir, el imán que atrae y permite ver y complacerse con todas las maravillas del universo?
En el libro, la Tierra no lo es. Y si no lo es, ¿dónde está ubicado ese imán poderoso? Bueno, leyendo y releyendo lo descubrí; está en su gran corazón. Ahí habita con gran fuerza atractiva, que acerca a su sensibilidad todo lo que está en la tierra. Y lo dice el mismo poeta: / como un absoluto, la primera línea auroral nos devela el secreto: mi corazón es un imán absoluto / que permite al hablante lírico atraer calles vacías, silencios ocultos, amores inalcanzables, lágrimas que se deslizan como ríos. Puede sentir todo lo que está en su entorno físico o espiritual, su infancia y los juegos infantiles, su juventud y los placeres y dolores de esta etapa; todo el camino recorrido rescatando del viento los poemas perdidos que hoy nos entrega buscando el espacio exacto para su angustia exacta.
La angustia, ese sentimiento inevitable del ser humano que tropieza cae y se levanta; ecos de las personas entreveradas en palabras que se quedan en la boca. Frases que suben hasta los ojos de la amada y que después se vuelven vacías, insuficientes. Esa angustia es la atmósfera de este poemario que el hablante lírico no puede evitar. Y en qué buena hora, sino, no tendríamos a la mano un poemario tan intenso, vital, que nos atrapa, nos ilusiona y hace vibrar nuestra alma como los buenos poemarios de la humanidad. (…)
La poesía es un constructo difícil de ser develado en sus símbolos y significaciones; sin embargo, la mayoría la adquiere no para analizarla, sino para la fruición espiritual, para el goce estético. Para gozar de su musicalidad, de sus imágenes. En esta parte reproduzco las palabras de un teórico: Realmente el poemario es música, el cuento es música, la novela es música, la pintura es un poema con música. Toda creación es música. Descubrir la melodía, el ritmo, la armonía: advertir los sonidos y los silencios con fines estéticos; oír los tonos, el color, etc., son ya labor de los críticos literarios. Yo, apenas soy un lector acucioso, por tanto, mis comentarios son de apreciación, no de crítica literaria.
Decíamos que el corazón de Alfredo Herrera era un imán que atrae todo aquello que está en sus vivencias y su contexto físico. Hace poco, Cromwell Jara habló por TV de la memoria del corazón. Tratando de descifrar esta metáfora y ayudado por el libro de Alfredo Herrera: Acerca de la palabra imán, recuerdo que la memoria es selectiva, guarda todo aquello que ha sido grato para una persona y expulsa o hermosea los recuerdos insignificantes. Alfredo echa mano cuando lo requiere a estos recuerdos del corazón. Felicitaciones, Alfredo.
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