Brisas del Titicaca: antecedentes y situación actual


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Escribe: Guillermo Vásquez Cuentas | Cultural - 08 Feb 2015

La Asociación Cultural Brisas del Titicaca, como seguramente no escapa al conocimiento del lector, es una entidad con sede en la Capital de la República, que agrupa a personas que radican en esta ciudad capital, las cuales en su mayoría están ligadas a la región de Puno, sea por nacimiento, sea por vínculos consanguíneos con familias puneñas o sea por simpatía e identificación con el conjunto de valores que encierra la rica y diversa cultura que se forjó, históricamente, en el ámbito geográfico altiplánico del sur peruano.

Brisas del Titicaca es una entidad asociativa que, a través de medio siglo de vida institucional, ha ganado indiscutible posicionamiento, notoriedad y prestigio en el contexto de organizaciones que en Lima mantienen y difunden permanentemente la cultura viva de los pueblos del Perú; es decir, de aquella que comprende o engloba las expresiones tradicionales del arte popular, forjadas durante siglos de convivencia, interacción y sincretismo entre los productos culturales nativos y aborígenes, heredados desde los lejanos tiempos de la cultura andina, con los que fueron traídos por culturas de otros continentes.

LOS MIGRANTES Y SU CULTURA

A mediados del siglo XX, la Lima aún dominada por los rezagos de la colonia y la república criolla, empezaba a experimentar los efectos culturales de la migración provinciana, en la que peruanos provenientes de todos los rincones del país traían a la capital sus formas de vida, sus costumbres, sin romper los lazos que los ligaban a sus lugares de origen.

Así, sobre la base sociocultural que prevalecía en la capital peruana durante la década de los 50, se afirmó el surgimiento de organizaciones provincianas que aglutinaban a quienes provenían de una comarca, un distrito, una provincia, un departamento, venidos de casi todos los confines del país.

Los migrantes puneños no fueron la excepción en ese proceso social. Durante la década del 50 se fueron formando clubes y asociaciones entre cuyas actividades estaban preferentemente la música, las danzas y el fútbol. Integraban en su membresía a gente de diversos lugares del altiplano peruano y zonas adyacentes.

EL MOVIMIENTO CULTURAL PUNEÑISTA

El nacimiento de Brisas del Titicaca debe examinarse necesariamente como uno de los efectos de una corriente cultural que, desde Puno, tomó y captó las tradiciones culturales y populares creadas y mantenidas por la gente que habitó desde remotos tiempos la actual región geográfica puneña, muy especialmente las que corresponden a danza y a la música, las rescató y adecuó a la nuevas realidades y las conservó y propagó en el amplio espacio peruano.

El cúmulo de influencias generadas en el desarrollo de esa corriente llegó a Lima antes, durante y después de mediados del siglo pasado. Como no podía ser de otra manera, lo puneños y familias que ya radicaban en la capital, reaccionaron de distinta forma ante los sucesivos impactos que emanaban vigorosos de ese movimiento cultural. Algunos optaron por la pasividad e indiferencia, otros decidieron insertarse en la corriente que venía a veces como vientos y a veces como brisas, desde nuestro altiplano. Este fue el caso del grupo originario que hizo nacer nuestra institución y de muchas otras entidades ligadas a la práctica del arte popular.

Debemos señalar -en justicia- que entre varias de las entidades pioneras de los inicios y evolución del movimiento cultural puneñista estuvo el “Conjunto Obrero Masías de Arte Vernacular” que desde 1931 empieza a cultivar y mostrar esa amalgama artística de danza y música que es la coreografía popular puneña. En 1932 obtiene el primer lugar en el Concurso de Bailes, Música y Trajes Regionales realizado en Arequipa. En 1934 se hacen acreedores de la Medalla de Plata, otorgada por la Municipalidad de Cusco, durante la celebración del IV Centenario de esa ciudad. De la mano de su Presidente Víctor Masías Rodríguez –gran músico y padre del no menos celebrado Augusto Masías Hinojosa- el Conjunto viaja a La Paz Bolivia en cuyo Teatro Principal ofrece tres presentaciones que son apreciadas con admiración por público y periodistas. Participa en el Concurso Nacional de Cantos y Bailes y Trajes Regionales del Perú que se realiza en 1935, en Lima, con motivo de conmemorarse el Cuarto Centenario de la fundación española de esa capital, alzándose con el primer premio entre 39 organizaciones participantes; y, en 1939, gana la Medalla de Oro en el concurso organizado por el Touring Automóvil Club en el Cusco[1]. Más tarde, la evocación a tan brillante trayectoria va a influir en los afanes organizativos de gente puneña radicada en Lima.

Eran esporádicas las visitas que realizaban a esta Capital algunos pocos grupos venidos del departamento de Puno. Algunos de ellos, hacían presentaciones ocasionales en los llamados “coliseos”, y otros –con más suerte-, las hacían en salones, emisoras de radio y hasta en teatros. Esos grupos constituyeron indudable acicate y estímulo para que la cada vez más numerosa colonia de puneños buscara y encontrara formas para aglutinarse en pequeñas organizaciones que se distinguían básicamente por la localidad de procedencia. A fines de esa década la mayoría de ellas se integró en una “Central de Instituciones Puneñas” que aunque tuvo corta existencia, supo comprender en su seno a la gran mayoría de colectivos puneños cuya lista sería largo enumerar.

Debe señalarse, sin embargo, que en esa década del 50 se fundaron entidades que también influyeron en aquellos afanes organizativos. Entre los más destacados están el Instituto Puneño de Cultura, que se funda en 1955 integrado por destacados intelectuales, entre los que estaban Fermín Arbulú, Gamaliel Churata, Emilio Vásquez, Ernesto More, Luis de Rodrigo y algunos más. En 1954 aparecen –entre otras organizaciones provincianas- el Centro Social Yunguyo y en 1957 el Centro Social Azángaro. Ese mismo año aparece el Centro Musical Puno dirigido por Luis Naldos Paniagua. Poco después se organiza la “Estudiantina Puno”, notable por haber ganado un primer puesto en un concurso de estudiantinas organizado por Radio Nacional en 1961, y que fue antecedente orgánico –pasados algunos años- del conocido conjunto “Cuerdas del Lago”. En 1955 nace el Centro Social Femenino Puno, que años después deriva en el Club Departamental Puno.

LAS “EMBAJADAS” CULTURALES

En noviembre de 1957 llega a Lima la primera “Embajada Cultural Puneña” presidida por el alcalde Carlos Rubina Burgos e integrada por un grupo de artistas puneños, literatos, pintores y músicos. Esa visita fue todo un suceso por la acogida oficial que tuvo por parte del Presidente Prado, del Ministro de Educación Jorge Basadre, representantes a congreso, intelectuales capitalinos, trabajadores por la cultura, así como por los medios de comunicación.

Luego, en 1961 llega a Lima una nueva embajada cultural esta vez caracterizada como “Embajada Folklórica Puneña”, presidida por el promotor y organizador de ésta y la anterior delegación artística: Enrique Cuentas Ormachea, presidente del Instituto Americano de Arte de Puno, entidad de intelectuales a la que digirió por varios años. Dicha delegación estuvo integrada por la Agrupación de Arte folklórico y Teatro APAFIT dirigida por Carlos Cornejo Rosello en la parte dancística y por el Centro Musical Theodoro Valcárcel dirigido por Virgilio Palacios Ortega, en la parte musical. Su actuación en Lima tuvo éxitos sin precedentes y diríamos inigualados hasta hoy. Diez presentaciones en el Teatro Segura con lleno total y otras en distintos lugares ligados a la cultura de la gran ciudad. No se ha dicho aun lo suficiente ni lo necesario sobre este hecho que puso el nombre de Puno en la boca y en el papel de los medios científico-sociales y periodísticos capitalinos.

La Agrupación Puno de Arte Folklórico y Teatro, desde su fundación el 31 de julio de 1961, puso desde sus primeras actuaciones las piedras angulares de ese gran edificio en permanente construcción: el movimiento coreográfico popular, andino, puneño. Las presentaciones de APAFIT en Lima suscitaron juicios de valor encomiásticos que prodigaron los entendidos. José María Arguedas después de estallar en aclamaciones y vivas a Puno al final de la primera presentación y ya frente a la máquina de escribir, dejó escrito y luego publicado, lo siguiente: “…los danzarines apenas han dado unos pasos, y el público se alza como si no pudiera soportar el peso de la emoción que la música y la coreografía les trasmiten, y aplaude en verdadero estado de delirio”[2]. Augusto Tamayo Vargas escribió: “Cuando los danzarines de Puno soltaron sobre el escenario del Teatro Segura su mundo mestizo de colores, nos dimos cuenta exacta del valor de nuestro folklore”[3], Alfonsina Barrionuevo anotó: «... han desplegado ante los ojos admirados del público citadino las más hermosas versiones del alma ‘‘qollavina’’ en una verdadera fiesta de color y belleza»[4]; y, César Miró dijo: “…en la humorística y sinuosa diablada, es donde los caporales, los diablos mayores, tienen algo de príncipes, no solo por su lujoso vestuario, sino por la aristocracia de sus movimientos”[5]. Estos y muchos otros críticos y especialistas hicieron ver la valía de esas facetas de la cultura puneña en la prensa y la radio de ese tiempo. Sebastián Salazar Bondy, Solari Swaine, Emilio Armaza y otros intelectuales de relieve, expresaron apreciaciones similares.

El Centro Musical Theodoro Valcárcel, cuya calidad le hizo ganar justa nombradía, además de acompañar musicalmente a la APAFIT grabó en ésta oportunidad su primer y muy difundido disco de larga duración en la serie “Música de los Andes Peruanos”. Años después el marco musical de “la Agrupación” correría a cargo del Conjunto Orquestal Puno dirigido por el gran maestro Castor Vera Solano.

Los hechos descritos -sin duda de manera incompleta- no estuvieron aislados. Correspondían a movimiento cultural puneñista cuyos antecedentes más conocidos acabamos de reseñar. Queda claro que el nacimiento y vida de Brisas y de otras instituciones nacidas después, tales como -por ejemplo- Cuerdas del Lago, Balseros del Titicaca, Altiplano, ASPAT, y algunos conjuntos musicales como Los Genios o Sariri, todos en esta Capital, se inscriben también en la corriente de ese movimiento.

IDEA Y ACCIÓN GERMINALES

En ese movimiento que persiste y se sigue desarrollando -muy ligado al cultivo y a la práctica de la danza y de la música populares- se insertó la inquietud y voluntad compartidas por un grupo de puneños aficionados a la ejecución musical, todos provenientes de Puno que con el tiempo resultaron constituyéndose en el germen primigenio de la actual asociación Brisas del Titicaca.

Fue pues aquí en Lima, a principios de la década de los años 60, en que aquellas inquietudes artísticas de la mano con evocaciones y añoranzas por la tierra lejana, cuajaron en un círculo de músicos aficionados que quiso imitar o seguir el ejemplo de conjuntos y centros musicales que ya habían ganado renombre en el decurso de la afirmación del movimiento cultural musical y dancístico de Puno. Se empeñaron en la práctica musical y después de algunos meses de consecuentes reuniones, deciden formalizar a mediados de 1962 la organización de un grupo o conjunto musical que resulta ser el auténtico embrión de la actual Asociación Brisas del Titicaca.

Carlos Cano y Julio Monge, ambos ex-presidentes de la institución, autores de consuno del libro “Brisas del Titicaca. Apuntes sobre la historia y trayectoria institucional” (una de las pocas publicaciones que se refieren a la génesis de nuestra entidad) en las primeras líneas del capítulo bajo el epígrafe “En el principio fue la música”, dicen textualmente: “Allá por el año 1962, un grupo de puneños residentes en Lima, amantes de la música del altiplano, la mayor parte de ellos nacidos en Huancané, tuvieron el acierto de plasmar su entusiasmo y amor a la tierra, conformando una estudiantina, con el propósito de difundir las notas alegres y la notas melancólicas del amplio cancionero puneño”.[6] Las sabatinas reuniones del grupo se realizan en una habitación situada en el Jr. Gamarra Nº 920, La Victoria, facilitada por Antonio Ontiveros Luna, a la sazón estudiante de derecho[7], que paradójicamente fue único que no era músico, pero que amaba con pasión la música puneña.

Así, después de varias reuniones realizadas desde el año 1961 para confraternizar y “hacer música”, en noviembre de 1962 ese grupo primigenio integrado por Policarpo Miranda Mestas (que lo lideraba), Tommy Sardón Bacareza, Jorge Rojas Gironda, Armando Azcuña Niño de Guzmán, Manuel Calderón y Antonio Ontiveros Luna –y al que se irían integrando casi desde sus inicios por Juan Carpio Mostajo y con el tiempo Benjamín Cordero, Miguel Alférez y otros músicos- decide conmemorar el día 4 de ese mes, día jubilar de la ciudad de Puno y debutar públicamente con el nombre ya aceptado de “Conjunto Musical Brisas del Titikaka”. Si bien tenían un camino andado antes de esa fecha, la firme decisión de convertirse en una entidad formalmente organizada parece haberse producido poco antes de ese día.

Esa histórica presentación pública el 4 de noviembre de 1962 en Radio Nacional del Perú, es fecha que se ha reconocido como día fundacional de Brisas del Titicaca, por acuerdo solemne de Asamblea General de 9 de enero de 1969.

LOS PRIMEROS TIEMPOS

Durante los años siguientes al de su fundación formal en 1962, y ya como Centro Musical, este perseverante grupo humano se esforzó pese a las limitaciones existentes, en practicar y difundir temas y estampas musicales de Puno en los programas especializados de distintas emisoras capitalinas, teatros y locales similares, teniendo como vocalistas sucesivamente a La Huaracinita”, “Sumac Kolla” y más tarde a Flora Valdés de Málaga -Flor Moheña-, la siempre recordada “mamá Florita”.

A fines de 1965 aparece el primer elenco de danzas, con la participación de jóvenes puneños y simpatizantes, quienes realizan presentaciones públicas en diversos lugares. Este año, al decir de Cano y Monje, se realiza una Asamblea General, no solo con los integrantes del grupo que ese año adopta la denominación de “Centro Musical Brisas del Titicaca”, sino ampliada con algunos entusiastas amantes de la música puneña, en la cual es elegida la primera directiva presidida por el profesor Juan José Carpio Mostajo, activo animador de los esfuerzos aurorales para mantener siempre actuante la institución que estaba naciendo.

En 1966 se elige una nueva directiva presidida esta vez por una mujer, la Dra. Rosa Gutiérrez Chávez, quien renuncia a los siete meses de su mandato. Este hecho motiva que los integrantes del Centro Musical encomendaran en 1967, la conducción del mismo a Carlos Cano Pinazo, en ese momento próspero empresario puneño.

Cano Pinazo convoca a una Asamblea General realizada en 1968 en el local del Jr. Juan Castro 170, Balconcillo, recientemente alquilado e inaugurado el 27 de julio de ese año, en la que es elegida una nueva directiva que resulta presidida por él mismo. Son elegidos, además de los miembros de la Junta Directiva, Humberto Miranda Montes de Oca como Director de Música y Gustavo Ames Enríquez como director de Danzas.

Ese mismo año se realiza la histórica Asamblea General en la que se acordó adoptar la denominación de “Asociación Cultural Brisas del Titicaca” que se conserva hasta hoy. Se aprueba el primer Estatuto, el mismo que alcanza su inscripción registral dos años más tarde, el 10 de setiembre de 1970, después de superar serios obstáculos administrativos y legales. Durante los meses siguientes, la Casa de la cultura de entonces y la Municipalidad de Lima reconocen el carácter cultural de la Asociación.
Empieza la ejecución de múltiples actividades, que contaron con el apoyo del Comité de Damas, presidido por la infatigable esposa del presidente Cano, la Sra. Celia Velarde de Cano, que entregó generosamente, durante años, todos sus esfuerzos para promover el progreso de la institución.

LA AFIRMACIÓN Y DESARROLLO EN ASCENSO

En 1969 se convoca a elecciones para renovar la directiva. Se elige a la lista encabezada por Manuel Edgar Cortez Quiroga. Durante su periodo de gestión se produce el 28 de agosto de 1970, el traslado de la sede institucional a un local del Parque de la Reserva. Continúa la dinámica de actividades que van jalonando la superación, continúa.

Un nuevo acto electoral realizado el 22 de octubre de 1971, da como insólito resultado el empate entre las listas encabezadas por Guillermo Zegarra Villar y Marcelo Bacigalupo, por lo que se convoca a nuevas elecciones, en las gana la lista de Percy Echave Mercado. En este periodo se suscribe el contrato de alquiler del inmueble sito en el Jr. Santa Cruz Nº 560, Jesús María, que empieza a funcionar como sede, el 23 de abril de 1972.

En las elecciones del 19 de octubre de 1973, se elige a la nueva directiva presidida por Víctor Naldos Medina. La institución sigue su marcha ascendente. Se incorporan nuevos socios y se adquieren medios de distinta clase que dan funcionalidad a la administración y comodidad a los asociados. Se intensifica la interacción con entidades de valía como el Conjunto Orquestal Puno y el Grupo Folklórico Perú Andino, la Orquesta Amanecer Sandino y el Centro Musical Los Chiriguanos de Huancané, que sucesivamente visitaron la sede briseña en este periodo.

La renovación de la Junta directiva para el periodo 1975-1976, hizo que don Marcelo Bacigalupo se erigiera como presidente de Brisas. Es a finales de este periodo la institución pierde el control del local de Santa Cruz por efecto de un juicio sobre “incumplimiento de contrato”. Una reunión de Asamblea para resolver el delicado asunto, a la que no se presentó el Sr. Bacigalupo[8], trajo como consecuencia la elección de una Junta Reorganizadora presidida por César Cortez Calle.

Mientras el juicio seguía, el ritmo de actividades no decayó y el 14 de octubre de 1977 es elegida la lista única encabezada por Julio Monje Herrera. Durante este mandato se logró adquirir un inmueble situado en los jirones Libertad y San Martin en el distrito de Magdalena, con dineros obtenidos por la participación en el certamen “Policromía” y un préstamo de la Cooperativa ASINCOOP.

Sobre la situación oscura y aciaga que sobrevino al juicio de tres años de duración, Cano y Monje cuentan que “…en el mes de junio de 1979 nos alcanzó el juicio de embargo. Logramos poner a buen recaudo algunas cosas de cierto valor…Brisas se quedó sin local”; y, Bruno Medina, describe que “El manejo inadecuado, la falta de disciplina en la ejecución de las tareas…trajo como consecuencia un alejamiento casi total de los asociados por un lapso de alrededor de cuatro años. Las ausencias, la falta de comunicación y la falta de un lugar de reunión hicieron pensar, a más de uno, que Brisas había sido Liquidada”[9].

No obstante, se elige la nueva Junta Directiva, presidida esta vez por Luis Arenas Losada, la que buscó cancelar la deuda a ASINCOOP, creando para tal fin la Inmobiliaria Brisas del Titicaca. Pese a no tener local propio, la directiva mantuvo viva la llama institucional.

EN POS DEL LOCAL PROPIO

El 25 de mayo de 1982 se realizan elecciones en las que resultó ganadora la lista encabezada por Carlos Cano Pinazo. Su signo fue el resurgimiento briseño bajo el firme propósito de tener casa propia. Se alquiló el local de Wakulski 168, ocupándolo en diciembre de 1982 e iniciando su acondicionamiento a las necesidades asociativas. Nacen las “Peñas Folklóricas” en agosto de 1983, que más tarde son llamadas “Noches Folklóricas” y en agosto de 1984 se inicia el primer Taller de Danzas.

El 25 de noviembre de 1984, se realiza una Asamblea General en la que se acuerda prorrogar el mandato del presidente Cano Pinazo por dos años más facultándolo para que conforme una nueva directiva. Durante esta administración se inicia el proceso de expropiación del local de Wakulski, en el cual tuvo rol protagónico de primer orden el Dr. Roger Cáceres Velásquez, que no solo presentó la iniciativa legislativa, sino que cuidó su aprobación hasta la promulgación de la Ley Nº 24560. En su condición de Presidente de la Comisión de Vivienda del Senado, obtuvo que el gobierno adjudicara en propiedad a Brisas del Titicaca un terreno de 1,200 m2 en la Urbanización Liguria del distrito de Surco, el mismo que no llegó a ser incorporado a la posesión y propiedad institucional por la dejadez de algunas dirigencias.

El proceso de expropiación se tornó muy complejo y prolongado. Las partes debían ser el Ministerio de Vivienda y el propietario del bien, pero no se sabe cómo y por qué la institución resultó sustituyendo al organismo gubernamental.

El 16 de octubre de 1988 se realiza el acto electoral para renovar el Consejo Directivo presidido esta vez por el asociado no puneño Julio Vela Benavides; y, el 13 de octubre de 1991 asume la presidencia Antonio Borda Cabrera. Cuatro años de “crecimiento institucional vegetativo” por cuanto en ambos casos se sigue administrando la institución repitiendo los calendarios de festividades impuestas por directivas anteriores, manteniendo los estilos precedentes, sin que se emprendan reformas, obras o proyectos de trascendencia.

APARECEN TENDENCIAS RENOVADORAS

En las elecciones de 24 de octubre de 1993 para el periodo 1993-1995, sale elegida la lista presidida por Fermín Jiménez Murillo. Durante esta gestión se nombra una «Comisión de Administración de Noches de Folklore», se ejecuta un proyecto para repotenciar la infraestructura por el cual se hacen cambios que redundan positivamente “en la imagen, en el espacio, en el aforo de público”. Se abre a los socios la participación en los asuntos institucionales mediante su incorporación voluntaria a “comisiones de Apoyo”; se procede al techado del salón principal y al arreglo de los pisos; se inicia la publicación de la revista “BRISAS”.

El 14 de setiembre de 1995, Dino Arenas Losada es elegido presidente de la institución. El Consejo Directivo introduce el manejo de ideas racionalizadoras y hasta visionarias, dando curso a una secuencia de acciones y medidas que mejoran ostensiblemente la realidad institucional. Se reorganiza el Elenco de Danzas; se reglamenta lo concerniente a las “Noches de folklore”; se hacen mejoras en la infraestructura y se alquila inicialmente el local adyacente conocido hoy como “Huajsapata”; se afianza la participación de los asociados; Se reordena la situación del personal rentado, nombrándose además un administrador temporal; se da impulso a la labor editorial; se organiza el Conjunto Orquestal y la Agrupación Coral; se instauran las Jornadas Culturales,; se potencian los talleres de Danzas y de Música; en fin, se imprime una nueva dinámica a la marcha institucional.

El periodo 1996-1997, es de responsabilidad del Consejo Directivo presidido nuevamente por Fermín Jiménez Murillo, que representa una continuación afianzadora de los afanes renovadores que vienen del periodo anterior.

El Consejo Directivo presidido por Luis Arenas Losada, ganador en las elecciones de fines de 1997, buscó profundizar las realizaciones anteriores, introduciendo, no obstante, medidas de transcendencia, como la reorganización total del comedor al que pasó a llamarse “Puquina Cocha” y la grabación por nuestra Estudiantina del disco compacto que contiene la ejecución de huayños puneños representativos de la mayor parte de la provincias del departamento de Puno. Hay que señalar que las voces de sus vocalistas Javier Salas Ávila (Director) y Leónidas Calvo Matamet, han sido escuchadas por millones de personas, no solo del Perú, sino de Bolivia, Ecuador, Norte de Chile y norte de Argentina, lugares en los cuales ese disco ha sido reproducido ilegalmente en grandes cantidades, pero así, difundidos a niveles insospechados de popularidad.

Las administraciones posteriores, como las de Herbert Rondón, Freddy Zubieta, la Administración Judicial de Antonio Santander, la accidentada gestión de Velasco Quiroga, y la de Walter Colque Valladares, las tenemos para este pequeño ensayo como prematuras, por “recientes”, en la línea de un propósito analítico e historiográfico. Por ello nos reservamos su tratamiento por ahora.

LOS INFALTABLES PROBLEMAS

La vida institucional no ha sido ajena a situaciones críticas de diversa magnitud, en las que se incluye una muerte transitoria de más o menos cuatro años y su posterior resurrección con renovados horizontes, como hemos referido líneas arriba. La voluntad perseverante de puneños briseños de corazón fue labrando el progreso institucional encarando y superando los momentos difíciles que se fueron dando dialécticamente durante la ya prolongada existencia de nuestro Brisas.

Durante la ya larga vida institucional (y como ocurre en cualquier institución con fines parecidos o similares), Brisas no ha podido dejar de experimentar ocurrencias que merecen el olvido, que no pueden sustraerse al retrato institucional que pretendemos hacer en estas líneas. Han habido excesos no debidamente aclarados en el manejo de los fondos en distintas etapas y dirigencias; insatisfacciones permanentes en la marcha administrativa y organizativa que se explican tal vez por la poca preparación técnica de los responsables de la gestión de la entidad; hechos poco gratos en la lucha por el poder institucional como aquella en que se recurrió a la falsificación de documentos para poder postular la presidencia en las elecciones del 2007, delito que increíblemente se calificó como “maniobra genial” por buena parte de los asociados; divisionismo de la membrecía en grupos constituidos en base a lazos familiares y de “paisanaje”; excesiva derivación de los conflictos para ventilarlos en el Poder Judicial; en fin, situaciones que -reiteramos- merecen superación y olvido.

El libro “El Origen de Brisas del Titicaca. Historia documentada 1961-1972”, cuyo autor es el asociado Bruno Medina Enríquez, contiene datos importantes para el conocimiento de esta temática.

MÁS DE MEDIO SIGLO DE GRANDES LOGROS

Como contraparte de las crisis vividas, han existido en este medio siglo momentos de impulso progresista que han sentado significativas bases para el desarrollo institucional alcanzado hasta ahora, habida cuenta de sus insuficiencias, claro está.

A lo largo de los años Brisas del Titicaca ha conseguido muchos reconocidos logros en su acción institucional.

La Actividad de cultivo y difusión cultural puneñista es persistente y se realiza principalmente a través de las Jornadas culturales de distinto alcance y temática. Como parte de esa actividad cultural se viene afianzando la labor editorial encabezada por la revista BRISAS, que es leída en el Perú y en todo el mundo gracias a los adelantos tecnológicos que ofrece la comunicación por medios electrónicos.

Deben ser cientos de miles los que han asistido una o más veces a las “Noches de Folklore” y “Almuerzos Bailables”. Turistas, virtualmente de todo el mundo, han llevado y continuarán llevando en sus retinas con destino a sus países y hogares, las imágenes del arte popular coreográfico de Puno y el altiplano.

La “Estudiantina Brisas del Titicaca”, como ya se dijo, llevó los aires musicales de Puno a millones de personas. Hoy, permanentemente remozada, cumple con dar el marco musical a la presentación de los elencos de danzas y al baile de los asistentes, algunos días de la semana. Mientras la Agrupación Coral, cultiva distintos géneros musicales y el Grupo de Instrumentos Nativos hace gala del dominio alcanzado en la ejecución de instrumentos de nuestras culturas originarias.

Muchos elencos de danzas de la institución, así como de grupos invitados de danzarines, han desfilado frente a públicos interno y externo, con profesionalismo cada vez más depurado.

Los Talleres de Danzas y música han formado y siguen formando muchas promociones, de miles de niños, jóvenes y adultos, identificados con las danzas de nuestro altiplano y del Perú. Constituye la actividad más rentable de la economía briseña.

El comedor Puquina Cocha ha demostrado sus bondades y excelencias en su permanente servicio del público que concurre cada vez en mayor número, especialmente los días jueves en que se sirve el chairo, plato emblemático de toda la región de Puno.

Brisas posee hoy por hoy una infraestructura que desearían muchas instituciones de igual género, la cual ha ido evolucionando bajo el criterio de dar funcionalidad a los ambientes para prestar cada vez mejores servicios a los visitantes nacionales y extranjeros, que en apreciable número concurren a los espectáculos que se ofrecen.

Los ambientes destinados al uso y disfrute de poco más de medio millar de asociados, se renuevan e implementan permanentemente con mejores y variados servicios, que confluyen a afirmar la vida asociativa bajo el signo de la puneñidad.

ALGUNOS PREMIOS Y DISTINCIONES

La Asociación ha sido objeto de muchas e importantes distinciones, entre las que cabe mencionar, la “Medalla de Honor de la cultura Peruana”, otorgada por el Instituto Nacional de Cultura, hoy Ministerio de cultura, “Medalla de Lima” conferida por la Municipalidad Metropolitana de Lima el año 2007, el Diploma “Los Mejores del Perú” otorgado por la Academia Diplomática del Perú, la Medalla “Madre Teresa de Calcuta” conferida por la Sociedad civil Sembrando Valores, el Diploma de Reconocimiento otorgado por el Ministerio de Educación. Todo ello además de otras distinciones y reconocimientos otorgados por las más importantes municipalidades puneñas, así como diversas instituciones ligadas al quehacer cultural.

SOÑANDO AL BRISAS DEL MAÑANA

Brisas del Titicaca explícita o implícitamente busca el objetivo supremo de hacer de Brisas del Titicaca la institución representativa puneña y provinciana más grande, más fuerte, más moderna, más organizada, más prestigiada del Perú, y por qué no, de Sudamérica.

Para ello tendrá que mantener e incrementar sustantivamente sus capacidades para investigar, cultivar, defender y difundir las múltiples manifestaciones de la cultura puneña, una de las más ricas de América.

Deberá asimismo perfeccionar y adquirir nuevas capacidades para el estudio de la realidad regional para aportar ideas, opiniones y propuestas, al curso histórico del departamento de Puno.

Conscientes de sus grandes y evidentes potencialidades, Brisas del Titicaca, .superando infaltables factores adversos- marcha por las sendas del progreso sostenido, manteniendo su identidad, afirmando constantemente el orgullo y el prestigio del ser puneño.


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