Javier Calderón
Iniciaba la década del 30, poco antes de la Guerra del Chaco (Bolivia), cuando un aventurero conimeño, Rafael Mamani Coronel, emprendió un viaje al valle de Willallunga (Tambopata), su único propósito era encontrar un mejor lugar para vivir, pues la situación en Conima era complicada. La sublevación en Huancho (Huancané) dejó incertidumbre, desazón, tristeza; el ánimo había decaído a su mínima expresión. “El hambre se confundía con el miedo” (Ernesto More). Mamani señaló el primer trazo de penetración a la selva puneña, a través de Sina; lamentablemente, en ese intento murió. La semilla inquieta floreció en otros conimeños, quienes después de algunos años de valiente travesía finalmente colonizaron el Tambopata.
Por cierto, ninguno de esos expedicionarios aimaras olvidaron sus sicus. ¡Hay que imaginarse cómo soplarían gustosos las cañas, cuando descansaban bajo alguna peña, en la impresionante soledad de la puna! (Ernesto More).
Los colonos aimaras traían un q’epi [q’ipi], cargado de añoranzas y recuerdos de Conima; era natural escuchar el sonido de los sicus, que parecían brotar de la espesura selvática, la vida les sonreía a los conimeños.
EL CONJUNTO AZATA
Así, pasados muchos años, después de duro trabajo, surgieron las cooperativas cafetaleras; allí trabajaban hombres y mujeres provenientes, en su gran mayoría, de la hoy provincia de Moho. Y para dejar testimonio de esta epopeya, de esta historia, se formó un conjunto sicuariano integrado en su mayoría por jóvenes aimaras; ellos lograron grabar un LP: Conjunto de Zampoñas Unión Azata, que reunió a los cultivadores de café del distrito de San Juan del Oro, provincia de Sandia.
Esta es una grabación con diferentes matices. Por una parte, ensayo el aspecto estrictamente sentimental, vinculado a la nostalgia de dejar la tierra amada y la familia, por un futuro mejor. Como lo señala José Vegas Pozo: “…las personas se desplazan, no sólo físicamente, sino que arrastran consigo su universo ideológico cultural, como normas, valores, festividades, ceremonias, sus costumbres de reciprocidad andina, su práctica colectiva, que les permite establecer relaciones permanentes entre los migrantes y sus comunidades campesinas de origen. Este conjunto de manifestaciones describe la magnitud e importancia del proceso migratorio en nuestra realidad social nacional”.
Otro factor influyente guarda estricta relación con cuestiones eminentemente musicales. Por ejemplo, la materia prima para la construcción de los sicus se encuentra en la espesura de la selva: el bambú. Las cañas de esta especie típica son transformadas en hileras compactas, que atadas constituyen luego, ira y arca. Evidentemente los migrantes no podrían estar ajenos a esas enormes posibilidades que les ofrecía este territorio hasta entonces prácticamente virgen.
Otro episodio destacable en esta travesía fue la elección de las primeras autoridades. Los colonizadores aimaras, en un ambiente de fiesta, al compás de los sicus, festejaron la elección de su primer alcalde, de allí en adelante la organización de la nueva comunidad se fue fortaleciendo, hasta dar paso a una época de esplendor.
Si bien en la actualidad la mayoría de los protagonistas de aquella aventura no están más, los hijos, nietos y bisnietos, continúan acompasando el futuro. En la provincia de Sandia, destacan en la actualidad las cooperativas cafetaleras, la calidad de café que ahora mismo se produce en este territorio fecundo alcanzó prestigio a nivel mundial. ¿Y la música? Por supuesto sus ejecutores la continúan cultivando, tal como lo hacían sus antepasados. La práctica del sicu no ha conocido fronteras y su expansión ha sido tal, que hoy existen tropas sicurianas que se desplazan en algunas calles de París, al igual que se concentran en algún parque de Buenos Aires.
Esta es una parte de esta historia, la que está vinculada a la música, empero otras vertientes han discurrido en actividades agrícolas y empresariales. Está pendiente la tarea de que el Gobierno Regional de Puno haga realidad la carretera Sina – Yanahuaya, aquella que murió en el sueño de los abuelos de quienes hoy habitan el Tambopata.
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