Francisco Edén Gonzáles.
De la cadena de volcanes tutelares de Arequipa, el Pichu Pichu es el de menor altitud. La cumbre más alta, la del Coronado, está a 5664 m.s.n.m. Mientras que la conocida como la del Simbral tiene una elevación de 5350 m.s.n.m.
Joel Quicaña, guía de montaña de “Wayki Adventure”, nos comenta que el Pichu Pichu es el volcán al que menos personas ascienden. “La mayoría opta por ir al Misti, por su popularidad o al Chachani y Coropuna por ser los más altos”.

Agrega que muchos de los que van al Pichu Pichu lo hacen a modo de entrenamiento, para evaluar sus condiciones físicas. Eso sí, no deja de ser una experiencia inolvidable llegar a la cima de un volcán en el que hallaron tres momias incaicas.
El ascenso se puede hacer en menos de un día. Para llegar a la cumbre del Simbral la camioneta, que tiene que ser una 4×4 (propia o alquilada), debe ir por Chihuata, por la antigua carretera que une Arequipa y Juliaca.
En el kilómetro 65, en La Reserva de Salinas, hay un desvío (a la derecha en dirección a Juliaca) que conduce a las faldas de este volcán, cuya leyenda cuenta que es un guerrero dormido y castrado por violar a la hija del Inca.
El punto de partida para iniciar el ascenso está a 4432 m.s.n.m. Se puede hacer de forma directa o vadeando un poco el volcán para subir por una cresta de rocas. La primera es algo más exigente que la segunda que no deja de ser complicada.
Nuestra experiencia nos lleva a concluir que para montañistas profesionales el ascenso debe ser sencillo. Sin embargo, para aficionados o personas que por primera vez buscan llegar a la cumbre de un volcán no lo es tanto.
Para conquistar la cima hay dos factores determinantes: lo físico y lo mental.

La persona que no sufre del corazón o enfermedades del aparato respiratorio, y es alguien que habitualmente entrena (corre o va al gimnasio) tiene mayores probabilidades de llegar a la cumbre.
En cambio, los que no hacen ejercicios tienen menos chances. Es ahí donde el factor mental entra a tallar. Físicamente puede que estén al límite, pero muchas logran cumplir el objetivo gracias a su fortaleza mental o creencia en Dios.
Muchos son víctimas del mal de altura o soroche. Otros sienten cómo se aceleran los latidos del corazón, lo que provoca una agitada respiración que conspira en contra del objetivo trazado.
Se presentan casos en los que definitivamente la persona no puede seguir avanzando. Para evitar complicaciones uno de los guías decide bajarlo al punto de partida. Debe ser frustrante, pero sin duda, la vida es más importante.

Quienes tienen el privilegio de llegar a la cumbre experimentan muchas sensaciones. Hay quienes exteriorizan su alegría con un grito de guerrero triunfante, otros llegan hasta a llorar por cristalizar un reto que por momentos sentían que era imposible de cumplir.
Observar desde arriba el mundo no tiene precio. Si las nubes impiden la visión del horizonte, ellas regalan un espectáculo que así por así no ofrece la vida. El cansancio, el dolor en los músculos pasa a segundo plano.
El rigor del frío, el viento gélido también forman parte de esta aventura. Si se es creyente en Dios solo hay palabras de agradecimiento; si no, la gratitud es a la vida misma.
Tras casi media hora en la cima toca descender. No es tan duro como el ascenso, pero no deja de ser exigente. Eso sí, con la satisfacción personal y grupal de cumplir con lo planificado.
Marginado injustamente, el volcán Pichu Pichu es una excelente alternativa para el deporte de alta montaña, pero siempre con el respeto y humildad que debemos a nuestros Apus. Rompan la rutina y experimenten los regalos de la vida.
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