Hay amores que empiezan con una mirada. Especialmente el amor que siente una madre la primera vez que ve a su hijo. Es el mismo sentimiento que experimentan madres sustitutas de Aldeas Infantiles SOS. Ellas cuidan a los niños, los alimentan, juegan con ellos, les enseñan… Son sus primeras mamás.
Yeny Cerpa, trabaja desde hace 30 años. Por casualidades de la vida no tuvo la dicha de ser madre, pero la vida le regaló 30 hijos los que ahora la llaman mamá.
Los ama como si ella misma hubiera dado a luz a cada uno de ellos. Biológicamente no es madre pero su entrega a los menores que fueron rechazados, hace de ella una madre destacada.
“Cuando los niños te llaman mamá, te abrazan y se apegan a ti. Eso te llena de alegría y nace el amor maternal… Es algo bonito”, cuenta.
UNA MAMÁ
Tiene 57 años y cada que menciona las travesuras y vivencias que pasa con sus hijo se le dibuja una gran sonrisa en el rostro.
Para ella, cada día de la madre es el mejor. Recibe la visita o llamadas de sus hijos.
Narra que ese domingo, su casa es adornada por detalles que le entregan.
“Todo eso me anima. Soy una mamá… Cuando mis hijos no están siento tristeza pero tenerlos cerca me reconforta”, señala.
Ríe al contar que debe partir su tiempo para participar de las actuaciones por el Día de la Madre. “Los niños me piden estar con ellos para verlos bailar. Trato de entregarles mi tiempo porque las actividades son casi a la misma hora”, refiere.
APEGO
Cada mamá sustituta cuida entre 6 a 8 niños con los que convive día a día. Se encargan de ellos, primero curando las heridas de sus corazones a la espera de que los episodios de violencia y abandono se esfumen.
Antes de ser mamá, Yeny fue una tía SOS, ellas son el apoyo de otras madres SOS, mientras dura su etapa de preparación.
Cuando ingresó a trabajar a Aldeas SOS, tenía 26 años, y pensó quedarse solo 1 año.
Fue en 1989, cuando postuló para ser madre sustituta y tuvo a su cargo a un grupo de 10 niños, que desde el primer momento le robaron el corazón.
“Nos levantamos temprano, todos me ayudan antes de ir al colegio. Desayunamos y los llevo a sus clases. Por la tarde siempre almorzamos juntos y luego hacemos las tareas… La vida aquí es como en cualquier hogar. Este es nuestro hogar”, indica.
Dina (5 años), Edson (7), Airton (9), Nilton (11), Milaydi (11) y Lucía (13), son ahora los pequeños que están a su cargo.
Este año se cumplen ya 30 años desde que esa acción, ya no es para ella un trabajo, sino ahora es una familia.
MADRES
Aunque llegan muchas alegrías al corazón, estas mamás no pueden evitar la etapa en la que se deben jubilar. Eso sin embargo no corta los lazos de amor creados con sus hijos que las ven y tratan como madres verdaderas.
“Duele mucho cuando los niños que tienes a tu cuidado tienen que partir. Porque te llegas a acostumbrar a ellos”, dice.
Tiene ahora 10 nietos que no la llaman abuela sino también mamá, pues a veces se queda al cuidado de ellos mientras sus hijas se realizan profesionalmente.
Casos como este encontramos en las otras 6 casas de la aldea ubicada en Cerro Colorado. En donde ahora practican el apego emocional y biológico con sus verdaderas familias.
“Buscamos darles una buena calidad de vida. Queremos que nuestros hijos se formen y sean alguien en la vida”, señala.
A su vez dice que su hijo mayor, a quien cuidó desde los 6 meses, tiene ahora 25 años y falta poco para que se gradúe como químico farmacéutico. Y su hija mayor, de 30 años, estudia laboratorio clínico.
La mayoría de estas mujeres son personas sencillas entregadas a su trabajo y a la vida que ellas escogieron por amor a los pequeños.
Aquí la vida es como en cualquier otro hogar. Lejos de ser un ambiente en donde las mamás cuidan temporalmente de niños que por diferentes circunstancias tuvieron que ser alejados de sus familias biológicas, aquí también se respira cuidados y amor.
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