Por: Alexandra Ramos
Con movimientos veloces y vigorosos, Héctor Quispe mueve su bandera blanca de un lado para otro, al tiempo que ejecuta, concentrado, la coreografía que conoce desde que tiene uso de razón y que, en febrero próximo, seguramente emocionará a propios y extraños, durante la Festividad de la Candelaria.
Así se le ve en uno de los tantos videos registrados el año pasado, antes de que su danza, los Unucajas de Azángaro, sea declarada Patrimonio Cultural de la Nación por parte del Ministerio de Cultura, merced a la Resolución Viceministerial N° 210-2019-VMPCIC-MC, en la que se destaca su valor identitario, de lucha y resistencia cultural.
“Mi papá también bailaba. Toda mi familia baila, mis tíos, primos, sobrinos… Es tradición esto”, dice don Héctor, que está cerca de cumplir el medio siglo de vida, añadiendo a la vez que prácticamente ya se organizan, con sus familiares, vecinos y pobladores azangarinas, para su presentación en honor a la Mamita.
Según el Ministerio de Cultura, la danza Unucajas “está profundamente asociada con la renovación del ciclo vital a nivel social y agrícola, y su actual diferenciación con relación a otras danzas de carnavales responde a un proceso de fortalecimiento de la identidad local”.

Los distritos de Azángaro, Asillo y San José, concentran a los conjuntos de mayor antigüedad de esta danza, aunque también se baila en José Domingo Choquehuanca, San Juan de Salinas, San Antón y Tirapata.
Los instrumentos
“Bailamos con un pinkillo hecho con un trozo de caña. Antes eran fabricados acá mismo (en las comunidades), pero ahora algunos lo compran en Juliaca, por el bajo precio”, añade don Héctor. Debido a esto, sostiene, es posible encontrar pinquillos de 6 orificios.
El unucaja, conocido localmente como tinti, caja o tambora, es un instrumento de percusión. “El nombre unucaja viene del vocablo quechua unu, que significa ‘agua’, traduciéndose como ‘caja de agua’”, dice en la resolución del Ministerio de Cultura.
“Es una danza hermosa, que nos une y recuerda quiénes somos”, señala Sabina Choquehuanca, con una mirada que trasluce expectativa y emoción.
La vestimenta
El vestuario de los varones consiste en un pantalón de bayeta blanca, remangado hasta la altura de las pantorrillas, y sujetado por una faja o chumpi hecha con lana de ovino y que incluye motivos de aves, animales domésticos y plantas silvestres.
Sobre el torso se porta una camisa y encima se lleva un saco negro confeccionado con lana de ovino. Sobre este se ata, atravesada sobre la espalda y el cuerpo, una manta o lliclla y dos hondas o warakas adornadas con borlas de lana blanca. Además, portan banderas blancas y un sombrero blanco de lana, adornado con una cinta blanca o negra dependiendo del estado civil de quien lo lleva.
Las mujeres visten de polleras de diferentes colores. La primera se denomina phalina o phistuna, va ceñida al cuerpo y es negra. Sobre esta va una pollera verde que alcanza hasta las rodillas y encima una tercera pollera roja, aunque los colores pueden variar.
Al igual que los varones, las mujeres llevan cruzada sobre el pecho una lliclla o manta, así como dos warakas u hondas con adornos de borlas de lana blanca. En la cabeza llevan una montera ovalada de bayeta.
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