Cuestión de confianza con Carlos Rivera
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Pedro Salinas en su artículo ‘Viejos lesbianos’, (La República, 25/11/2020) arremete contra personajes mayores de la política peruana, culpándolos de todos los males. Ha pergeñado un articulito de roñosas formas y de un pobre reduccionismo. Los años lo han vuelto simplón, lejos de aquella prosa inteligente que alguna vez prometió. De monotemático a aburrido. Perniciosa mutación por creerse un salvador más de esos que nos quieren pintar el Perú de sus alucinaciones.
Dice Salinas: “El término, acuñado por las nuevas generaciones de pandemials, o bicentenarios, o como se llamen, alude a las posiciones carcas, retrógradas, jurásicas, reaccionarias y fachas. No tiene que ver con cuestiones de edades ni calendarios, sino con pensamientos y cosmovisiones”. Al entender del articulista todo aquel que no sintoniza con lo políticamente correcto teje en sus corazones las peores formas de la maldad. Dice que se trata de pensamientos y cosmovisiones y no cosa de guarismos. (Entonces Pedro es viejo, moderno y cool) ¿Acaso el diálogo intergeneracional, pensando en el bien común, no es lo que permite que una sociedad avance? ¿Un peruano es más ciudadano por usar el Tik tok? ¿Insultar a policías y tirar piedras te hace en one bicentenario a la altura de Porras y Basadre? ¿No comulgar con el régimen de Vizcarra lo hacía a uno jurásico y fascista? ¿Qué manual de política enseña tan resumidos conceptos? Salinas es hombre de lecturas pero le gana el delirante papel de moralista.
Salinas agrega su pólvora acusativa: “…nos quieren tomar por estúpidos señalándonos que no tienen ningún vínculo ni incumbencia ni compromiso con las muertes de los dos jóvenes universitarios Bryan Pintado e Inti Sotelo.” Salinas los acusa (a Aráoz, Merino y compañía) y sentencia sin ninguna base de razonamiento. Para él no cuenta que la policía solo ejecutó un plan operativo ya dispuesto para estas emergencias. ¿No tendría un fiscal que hacer su trabajo libre de presiones mediáticas y del poder de turno?
A las 7 de la noche del día que juramentó Merino los medios entrevistaban al expremier Jiménez Mayor y a los muy buenos amigos del autor de Gajes del oficio, (IDL o García Sayán, Cairo, Carlos Rivera Aguilar), preguntándoles que cómo era posible que en ¡8 horas! aún no tengamos gabinete. Atacar lo que consideraban indigno y azuzando la calle es lo que Salinas ve como periodismo cuando, a todas luces, es un juego de poder por encima de los ciudadanos. Salinas va más allá y mete a Cipriani y a cualquier representante de la Coordinadora Republicana y cierra su texto mezclando al buen bolero con las supuestas mentiras de Willax. Todos son bestias y “carcamales” y no rozamos su entendimiento. Él, desde luego, no puede ser un bolero, es muy delicado para esas transparencias del corazón (discúlpelo Roberto Cantoral), lo suyo son esas sinfonías que rondan nuestra cabeza y de un chispazo las recordamos: El extraño triángulo de pago de Graña y Montero a su agencia CHISAC y el opíparo almuerzo organizado al fiscal Pablo Sánchez que vienen como un redoble de batería para empezar cualquier pogo metalero.
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