Por Rafael Mercado Benavente
Kenneth Arnold, piloto civil y empleado del servicio forestal de los Estados Unidos, despegó con su avioneta privada desde el aeropuerto de Chehalis (Washington), un jueves 24 de junio de 1947. Fue informado de la desaparición de un gran avión de la Marina, éste habría caído en el lado sudoeste del monte Rainier, por tanto, se abocó en su búsqueda.
Cuando sobrevolaba con aparente tranquilidad dicho monte, nueve objetos brillantes le salieron al paso, desplazándose a una increíble velocidad en dirección norte-sur, entre el Monte Rainier y el Monte Adams a 3 mil metros de altura.
Los observó moverse con intervalos de pocos segundos, descendían y cambiaban ligeramente su rumbo; cuando estuvieron a muy corta distancia suya pudo apreciar sus perfiles claramente y le sorprendió no ver en ellos colas, entonces supuso que se trataba de un nuevo modelo de avión con propulsión a chorro.
Según el piloto, los objetos volaban en formación diagonal, como lo hacen los gansos, manteniendo una dirección definida, desviándose solo en la cima de las altas montañas; calculó la distancia entre él y los objetos en 40 metros y su tamaño en 12 metros, agregó que se movían como un platillo al hacerlo saltar por encima del agua, de allí nació la expresión de «platillo volador» aunque la forma que tenían estas naves era más parecida a la de un boomerang.
Muy asustado por las cosas que veía hacer a estos objetos y temiendo por la seguridad nacional de los Estados Unidos, al creerlo una nave enemiga de la Unión Soviética, decidió elaborar un informe para hacérselo llegar a las oficinas del FBI, en cuya base había algunas armas rusas.
Un vocero del Ejército, sorprendido por el testimonio de Arnold acerca de objetos volando a tales velocidades, manifestó que no existía ningún aparato capaz de volar tan rápido, salvo los cohetes “V-2” que lo hacen a una velocidad cercana a los 6 mil kilómetros por hora, volviéndolos imperceptibles al ojo humano. La fuerza aérea concluyó que la observación se debió a un mero espejismo.
El reporte de Arnold despierta el interés de la prensa nacional que propaga la noticia con los más diversos matices e interpretaciones, comenzándose a popularizar la expresión de platos voladores para describir el fenómeno. Durante los dos meses siguientes ocurrió algo extraordinario, se recogieron informes de 850 avistamientos que quedaron patentes a lo largo de Estados Unidos.
Paralelamente la inteligencia militar, también demuestra su interés en el suceso, que inicia una serie de históricas controversias sobre este tipo de apariciones y también sobre la persona del propio Arnold, cuyas observaciones no tardarán en ser cuestionadas, rebatidas y desacreditadas por algunos medios de prensa.
UNA MIRADA ESCÉPTICA
Luis Alfonso Gómez, licenciado en historia y periodista del diario ‘El Correo’ de Bilbao (España) ha elaborado una teoría, que tal vez explique el boom de los platillos voladores y la gran acogida que tuvo esto para un público internacional, impactado por la guerra fría que se vivía en aquellas épocas.
Refiere en algunos de sus artículos, que nadie sabía lo que eran esos aparatos voladores; nadie pensaba en seres extraterrestres. El mismo Kenneth Arnold cuando redactó el informe al ejército indicó, que cuando vio los objetos, supuso que eran aviones con propulsión a chorro; el piloto creyó que eran aviones; hasta que entró en escena un heterodoxo editor de ciencia ficción, que vio en los platillos voladores una mina de oro.
AMAZING STORIES
Raymond Palmer había asumido la dirección de la revista ‘Amazing Stories’ en 1938, el mismo año en que Orson Welles, había aterrorizado a 5 millones de personas con una versión radiofónica de La Guerra de los Mundos (1897), de H.G. Wells. Palmer tan pronto como asumió la dirección y edición de la revista, invirtió una enorme cantidad de energía para cambiar el rumbo de la misma, hizo bajar la calidad de las historias y aumentar su circulación.
Dos años antes de la observación de Arnold, Palmer cedió unas páginas de ‘Amazing Stories’ a Richard S. Shaver, cuestionado personaje, que afirmaba que la Atlántida, Lemuria y Mu, los continentes míticos, fueron colonizados por seres extraterrestres en un remoto pasado. La historia cautivó a Palmer hasta el punto de que en junio de 1947, dedicó un número entero de ‘Amazing Stories’ a lo que denominó ‘El Misterio de Shaver’.
Palmer aseguraba en una editorial, que los tripulantes de los platillos voladores eran los descendientes de los extraterrestres, que habrían colonizado nuestro planeta en un pasado remoto. Su apoyo incondicional a las ideas propaladas por Shaver, habían incomodado a los propietarios de la revista, y decidieron apartarlo de la misma. El imaginativo Palmer, ahora desempleado, se habría puesto en contacto con Kenneth Arnold antes del avistamiento en el monte Rainier.
¿POR QUÉ CREER EN ESTE TESTIMONIO?
Es la historia de Keneth Arnold la que da inicio a la corriente ufológica moderna, recordemos que los testimonios de pilotos son de lo más confiables por venir de personas altamente instruidas en el campo de la aeronáutica. De otro lado se afirma que el piloto estadounidense pasó varios años tras la búsqueda de la verdad que esconde el fenómeno ovni, inclusive llegó a la conclusión de que se trataban de inteligencias biológicas aéreas, un concepto hoy en día aceptado por algunas corrientes filosóficas relacionadas a las hipótesis de la procedencia de los fenómenos.
Es cierto que todo este asunto de las conspiraciones, es lo más atractivo dentro del mercado de la información, es por esto que existen personas que con tal de ganar dinero han fraguado, fotografías y videos. No negamos la existencia de los no identificados, pero hay que reconocer que muchas veces sin una investigación pertinente podríamos tomar algo falso por verdadero.
De otro lado una mirada parcialmente crítica sobre este tema, tendría que dejar de lado testimonios de miles de personas que a diario son testigos de fenómenos aéreos anómalos que desafían la física y la seguridad nacional ante los ojos pasmados de los ‘Expertos’ que no registran nada en sus radares y como única salida para preservar el statu quo mental de las poblaciones, optan por negar lo que hoy aún no tiene explicación.
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