Irma Colquehuanca
Ya no es novedad ni causa asombro, que en nuestro país [cada día más machista], los feminicidios sean como el pan de cada día. Razón por la cual el Ministerio de la Mujer, a través de su titular, Gloria Montenegro, dio inicio al programa “Fuerza sin violencia”, que tiene como meta la sensibilización de los miembros de las Fuerzas Armadas sobre las causas y consecuencias de la violencia de género.
Esta semana, una de las primeras acciones de dicho programa, ha ocasionado que la masculinidad y rigidez militar, hayan puesto el grito al cielo, ya que su magnificencia se ha visto afectada y “mancillada”, porque un conjunto de oficiales, suboficiales y soldados de la Milicia Nacional, se atrevieron a poner mandiles rosas sobre sus sacrosantos uniformes “color verde macho”, color verde coraje.
Al parecer, para algunos milicianos, en carrera o retirados –ah, y también para algunos “honorables” congresistas, como el fujimorista Héctor Becerril o el aprista Jorge del Castillo- el arrojo, la bravura y valentía del Ejército, como protectores del Estado, está en su vestido.
Ellos, pues, no estaban preparados para soportar tamaña ofensa, porque al parecer el color rosadito es letal, potente y contundente, y es capaz de dañar años de lucha y gloria al servicio de la defensa del Perú.
¿Desde cuándo el uso de un mandil –sí, de esos que uno suele usar para cocinar o lavar; o atender en un mercado, o como profesor de educación inicial; sea de color rosado, amarillo, o blanco, que importa el color- ha humillado o mancillado la dignidad de una ama de casa, de un obrero o de un ser humano? ¿Será acaso que el honor y la investidura de un cargo, función o trabajo, están sujetos y dependen de un uniforme o un determinado color? ¿Habrán olvidado algunos dignos militares, que allá por los 80’s, su uniforme era símbolo de opresión y violencia?
Es cierto que un mandil rosado no disminuirá la violencia de género ni los feminicidios, como tampoco la mejor “barra” logrará que la selección peruana de fútbol sea campeona de la Copa América, pero nosotros seguimos alentando ¿no? De igual modo, esta campaña del MIMP busca agotar esfuerzos para expresar la lucha contra la violencia de género e involucrar en el proceso a toda la sociedad; por ende, el delantal y el color rosado [usado sobre el verde macho militar] es una forma simbólica de hacerlo.
Además, que hayan militares –y seres humanos en general– que, primero, se sumen abiertamente a esta campaña; segundo, no teman en expresar su masculinidad de esta manera; y, tercero, que tácitamente digan “no tenemos roche en mostrarnos así; no tenemos problemas en ponernos un delantal sobre el uniforme, porque lo que simboliza la lucha contra la violencia supone una meta mayor, con la cual nos identificamos”; que haya gente así, decía, ¡es un golazo!
En lo que va de este año, se cuentan más de 130 niños fallecidos por neumonía en Puno. Hay problemas tangibles y urgentes en nuestro país, ¿y les preocupan unos mandiles rosados? Es evidente que nuestro machismo interiorizado nos exhibe con vergüenza y nos condena al retraso.
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