Por César Millan, “el encantador de perros”
Hace poco estuve en el Central Park de Nueva York observando a los miles de perros que por allí paseaban y a sus dueños. ¡Los neoyorquinos son geniales! Ellos saben intuir, mucho mejor que los habitantes de Los Ángeles con sus enormes jardines particulares, que los perros tienen que caminar. Es obvio que si un perro se pasa el día en un pequeño apartamento, necesita caminar, y por otro lado los neoyorquinos son grandes caminantes. Sin embargo, sólo un pequeño porcentaje de los perros que vi en el parque paseaban del modo correcto. La mayoría de ellos eran los que paseaban a sus respectivos dueños. También me di cuenta de que los arneses se han hecho muy populares.
No hemos de olvidar que los arneses se inventaron con el fin de que un perro tirase de algo o para el rastreo, y no para controlar al animal. Los huskies utilizaron el arnés antes que ninguna otra raza para tirar de los trineos sobre la nieve en los climas fríos. Los perros que tiraban de los carros, como el perro suizo de montaña y el pastor alemán, utilizaban arneses para llevar cargamentos. El arnés permite que el perro utilice todo el peso de su cuerpo para realizar la tarea. Obviamente la carga va siempre detrás de él, incluso aunque esa carga sea su dueño.
En el rastreo el arnés permite al perro llevar el morro en contacto con el suelo, mientras que un collar o una correa no le permiten emplear libremente el hocico, esencial a la hora de rastrear.
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