Perú: Un par de veces al mes hablo por teléfono con mi amigo Vicente Nario Huamán, quien a sus 98 años sigue lúcido y como un roble, más allá de algunos habituales achaques. Estos días, a causa del clima frígido de la ciudad, le ha dado un cuadro de bronquitis, pero gracias a los cuidados de su hija, con quien vive, no ha tenido que alarmarse más de la cuenta. Vicente no deja de hablar por el hilo telefónico y siempre está bien informado. Una vieja costumbre desde que escribía en un periódico y conducía un programa radial.
El tema ineludible de estos días es el rumbo político del país, tras la juramentación de Pedro Castillo y la festejación del Bicentenario de nuestra independencia. Vicente alude a la palabra empleada por Lilia Paredes, la primera dama, y lamenta las burlas que han caído sobre ella, por supuestamente conjugar mal el verbo festejar. “Pero es que no se trata de conjugaciones”, dice. “Se trata de la riqueza verbal del Perú y de la imaginación para jugar con el lenguaje, sino no habría jergas de esquina, sino no habría “Trilce” de Vallejo”.
“A veces el lenguaje no alcanza para expresar, describir o narrar una situación, un sentimiento, un objeto”, continúa, “entonces se impone una nueva forma que nace de la necesidad y el contexto cultural. ¿Acaso keikino no es también un invento juguetón e imaginativo del peruano?”, Vicente se ríe y se pone a enumerar una lista de palabras que no porque no aparezcan en el famoso diccionario de la RAE deben ser juzgadas de incorrectas. “Si no lee el “Diccionario Abracadabra” del zambo Martínez”, añade. Se refiere al libro del escritor Gregorio Martínez que escribía en coyungano.
“¿Y qué pasará después del 28?”, Vicente deja el chascarro. “Después de la festejación vendrá la resaca”, respondo. “El karkati”, añade. “Mira, se han pasado doscientos años y aquí estamos”, continúa, “y aquí seguiremos, pero el Perú tiene que mirarse a sí mismo y cambiar, mirarse frente a un espejo e intentar rejuvenecer”. Capto el sentido de sus palabras y dejo que siga hablando, él que lo ha visto y vivido casi todo. “Tengo una urgencia”, me dice de pronto y cuelga. Espero a que vuelva a llamar, pero no lo hace. No insisto por mi parte. Quizá sea la urgencia del Perú, pienso.
Comentario sobre post