Carlos Reyna
Abimael Guzmán ha muerto a los 86 años. Hace 51 años, en 1970, cuando tenía solo 35, decidió tener su propio partido y dedicó los siguientes ocho años a forjarlo con base en un dogma mitad maoísta y mitad mariateguista. En 1978, a sus 43 años, vio que otras organizaciones marxistas habían crecido liderando grandes paros nacionales o participando en elecciones. Entonces buscó sobrepasarlas lanzándose por el extremo más radical, el de la lucha armada. En 1980, a sus 45 años, Guzmán dio inicio a la guerra senderista, que duraría algo más de 12 años.
Un profeta del terror
Pero, como bien sabemos, no fue cualquier opción armada la que cultivó Guzman en Sendero Luminoso. Era una que iba a apelar a todos los recursos para ganar posiciones, incluido el terror. Y no solo contra las fuerzas policiales o militares, sino contra toda otra corriente política, organización social o persona que no se sometiera a sus grupos armados.
Bajo su mando absoluto e incuestionable, Sendero se declararía enemigo implacable de todo lo que estuviera a su derecha, a su izquierda o se le cruzara en su camino así no fuera ni lo uno ni lo otro. Y sobre ellos aplicaría el alto nivel de violencia que fuera necesario para barrer a sus adversarios y para aterrorizar a los espectadores. Solamente tendrían clemencia para quienes se les sometieran por completo.
Para convertir a sus seguidores en una máquina que actuará sin vacilaciones ni contemplaciones decidió convencerlos de que sus vidas solo valían al servicio del Partido, que en este se condensaba todo el desarrollo previo de la humanidad y de la naturaleza, que el triunfo era ineluctable y que el derramamiento de sangre no solo era inevitable sino deseable y que resistirse a ello no solo era de miserables sino en vano. Para asegurar su persuasión, Guzmán mismo decidió convertirse en el más desaforado, elocuente y desquiciado profeta de la muerte que se haya conocido en el Perú y buena parte del mundo. (…)
Perdiste Gonzalo
En 1992, a sus 57 años, después de 22 años de haber dirigido a Sendero Luminoso y de 12 años de haberlo conducido en su insurgencia armada, Abimael fue capturado y recluido en cárceles manejadas por la Marina de Guerra. Antes de su captura, desde 1989 aproximadamente, Sendero ya venia siendo debilitado por nuevas estrategias militares y policiales. Con su arresto y de la mayor parte de los dirigentes senderistas se consumó la derrota definitiva de “los 15 mil millones de años de desarrollo de la materia”.
Este desenlace vino a dar la razón a los antiguos clásicos marxistas respecto a la inviabilidad del terrorismo como vía revolucionaria. El desprecio y el abandono de la lucha política por las corrientes terroristas, y la prioridad que le dan a la acción militar, sostenían esos clásicos, terminaban dándole un rol determinante a la capacidad técnica y de movilización de recursos de las fuerzas del Estado y no a la capacidad de movilización de masas, que solo puede conseguirse con la actividad propiamente política y programática.
En el fondo, esta es la razón por la que el exaltado profeta de la muerte que logró hipnotizar a sus seguidores al punto de llevarlos a cometer violencias execrables y a sacrificarse ellos mismos, no pudo cumplir con su promesa de alcanzar la tierra prometida, esa sociedad de la perfecta armonía que sería el comunismo. El mismo ha muerto solo, anciano, enfermo y encarcelado. En su encierro, cuantas veces se habrá dicho ante el espejo esa frase del Pensamiento Gonzalo: Uno no vale nada.
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