El “tradicional carnaval puneño” de ayer



Escribe: JOSÉ PANIAGUA NÚÑEZ | Cultural - 21 Feb 2010


Evocar el pasado de los pueblos no siempre es describir un puñado de glorias. El repetir algunas escenas cotidianas de su trayectoria, significa reflección que afianza el porvenir. La fiesta de los carnavales de ayer, los organizaba el municipio, previo un bando prefectural que establecía las reglas de su desarrollo durante ocho días. Desde el día sábado que ingresaba a la ciudad el “Rey Momo” en su carro alegórico, con mamarrachos, “Pierrots y Colombinas”, jugando con los viandantes, con mixtura, serpentina y chisguetes, la diversión y la alegría se disparaba en todas las esferas sociales. En horas de la noche, la fiesta de gala era organizada por el Club Unión, y luego continuaban, las fiestas populares en el Club de Tiro “Puno Nro.18, en la Sociedad Fraternal de Artesanos, seguido por las farándulas carnavaleras en el Teatro Municipal, Cine Colón y Cine Imperio para rematar en el Mercado de Abastos, con derroche de mixturas serpentinas y ponches calientes con pisco hasta horas de la madrugada del siguiente día.

Con la anticipación debida se elegía a las Reinas de la Ciudad, del Trabajo, de la “Cholita Puneña”, Reina Infantil y Rey Feo, que el día domingo de carnavales paseaban por las calles de la ciudad en lujosos y elegantes vehículos alegóricos, adornados especialmente por las instituciones públicas, entidades bancarias, y el personal de oficiales del Batallón de Infantería No.15.

La fiesta de disfraces en el Club “Kuntur” el día martes de carnaval, donde asistían personas de todo el departamento. Era la culminación de un bello paseo por el Lago Titicaca en el lujoso vapor “Inca”, desde las 7 y 30 de la mañana se bailaba y jugaba todo el día hasta las 6 de la tarde, hasta que las cerca de ciento cincuenta personas que asistían, formaban una comparsa que llegaba a la ciudad, bailando, desde la bahía de Puno hacia la Plaza de Armas.

En el curso de estos ocho días de farándula carnavalera, las principales familias de la ciudad, se trasladaban a la periferia, llevando platos típicos, y algunas veces, una orquesta de cuerdas para rematar en sus domicilios al caer la noche. Mientras la farándula en las salas de espectáculos con funciones de tarde, vermouth y noche, se hacía con media hora de intermedio para el juego. En el mercado, continuaban las populares verbenas.

Los tradicionales paseos al Arco Deustua y al cerro “Huajzapata”, los días viernes y domingo de remate, tenían como espectáculo principal, la famosa danza llamada “La Pandilla Puneña”, que con el discurrir del tiempo adquiere abundante bibliografía, y es motivo de algunas discrepancias cuando se habla de su evolución coreográfica o de su origen.

Aquí me parece importante hablar sobre el nacimiento de esta importante creación popular denominada “Pandilla Puneña”. Danza auténticamente nuestra. Se baila con una perfecta estilización de la Marinera Norteña, se le impone los movimientos airosos del coqueteo nativo, y se remata con la alegre y cadenciosa pandilla. Ella emerge del campo, se pasea triunfal en las principales calles, incursiona en los clubes sociales y llega al escenario de los teatros, hasta convertirse en la única danza representativa del sentimiento mestizo del puneño. Su coreografía esta ligada a la Cuadrilla Española o la Mazurca europea. Se baila al compás de una música especial inspirada en sus pasos y movimientos, se distingue del “huayño” tradicional y muchas veces melancólico y quejoso, y se conjuga con el batir de los pañuelos al viento entre rítmicos movimientos de las parejas que danzan a órdenes de un “bastonero”, conduciendo una serie de figuras impactantes al espectador.

Sobre “La Pandilla Puneña” se ha escrito mucho. Basta citar los ensayos y libros publicados por Emilio Vásquez, José Patrón, Enrique Cuentas Ormachea o de Cuentas Zavala. Le han dedicado bellos poemas: Aurora Chacaltana, Luís N. Chevarría, Mercedes Bueno Morales y Dante Nava, entre otros. Se han publicado múltiples revistas a todo lujo con distintas versiones sobre su origen y desarrollo, como la del historiador de Juliaca, Ing. René Calsín Anco, que atribuye falsamente su origen a la “Cajcha” o la rueda que se baila en algunos distritos de esa localidad.

En nuestra ciudad, existe una Federación Departamental de Pandillas, que también ha publicado más de una revista. Sus principales cultores son las más antiguas. El tradicional y prestigioso conjunto, “Círculo Uniòn Puno”; que alguna vez –recordamos- se presentó con cerca de ciento cincuenta parejas, con sus tres “bastoneros”: Rubén Ponce Albares, “tonino”; Carlos Cano Rojas, “el chinito”; y “el saya”, José de la Riva Serruto. Hoy la presidencia está a cargo del dinámico Presidente del IAA, Dr. Efraín Quispe Apaza; “La Lira Puno” fundada por los Hnos. Berolatty, cuya presidencia está a cargo del licenciado Félix Olagivel; la APAFIT que lo dirige el Profesor José Enrique Pari; “Los Íntimos” con la dirección de Yhony Zea Bejar; “María Auxiliadora”, con la dirección de la Profesora Doris Pilco Romero; y más de seis conjuntos pandilleros nuevos, que año tras año hacen derroche de su arte y su alegría. Se baila en algunas provincias, como en Juliaca o Melgar (Ayaviri) donde se hace espectáculo con un despliegue armónico de parejas que se cuecen con un especial juego de mantones y pañuelos, de tal manera que su coreografía cada vez se torna innovadora y estilizada.

El que escribe estas líneas, tuvo la suerte de escuchar una versión oral del músico y compositor Alberto Rivarola Miranda, sobre los orígenes de la pandilla, cuando incursionamos en el periodismo del Diario “Los Andes” y Alberto tenía su columna humorística con el seudónimo de “Ccocha-pescco”. Me afirmó que los Carnavales Puneños, con el programa antes descrito, duraban ocho días –de viernes a viernes- y que la sociedad burguesa tenía numerosa servidumbre, a quién daba libre el último viernes, dejando todo el remanente de artículos comestibles y licores para que hicieran sus festejos del carnaval. La servidumbre organizaba sus paseos campestres a los alrededores, particularmente al Cerro “Huajzapatas”, y a las once de la noche, estos ingresaban a la ciudad en pandillas. Puno era un pequeño pueblo que comenzaba en el “Arco Deustua” y terminaba en la esquina de la “Cevadería”, donde hoy queda La Telefónica; de tal manera que la música es escuchaba en toda la ciudad. Las parejas bailaban en las calles. Tenían el sombrero gacho; el cuello embozado con el mantón de la pareja y la serpentina les cubría todo el rostro. Sin embargo, por los ventanales o hendijas de las puertas, las damas de la sociedad reconocían entre los bailadores a sus hermanos, tíos, primos o esposos danzando con la servidumbre. Esta circunstancia, habría hecho que para el siguiente año de los carnavales, las damas se organicen en una pandilla similar, a sugerencia de una señora de apellido Rojas, natural de Bolivia, que les proporcionó todo el traje, y las zapaterías de Carmelo Flores y Cazorla se encargaron de fabricar las botas a media caña. Se dice que el disfraz de cholita de las damas puneñas impacto en todo el ambiente, que se realizaron varios ensayos con la orquesta de los hermanos Montesinos. Se escogieron al “Cojito” Ávila como el primer “bastonero”, se matizaron los movimientos del “huayño puneño” con coreografía de la Cuadrilla Española y nació al mundo del folclore la tradición de una danza alegre, original y eminentemente mestiza.

Este sería el auténtico origen de una danza que fusiona el sentimiento nativo con el Pre-republicano. Una elocuente muestra del sincretismo andino que en las diversas manifestaciones populares de nuestro pueblo determina su identidad, su inspiración en la danza y la música. Creaciones que amanecen con el barroco de los templos coloniales y simbolizan el espíritu creador, de una colectividad que cultiva sus tradiciones; felizmente, ya reconocida universalmente, como la Capital del Folclore Peruano.


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