¡Bienvenido carnaval de Machu Aychas y Chiñi Pilcos!


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Escribe: Zenaida Zea Olivera | Cultural - 26 Jan 2014

La “Kashwa de San Sebastián”, una de las manifestaciones culturales más valiosas y representativas de la altipampa juliaqueña; es una estampa agropastoril guerrera, de jolgorio y adoración a la “Pachamama”, ejecutada tradicionalmente cada 20 de enero, mes de “Huchuy Poqoy” o pequeña maduración.


Esta danza colectiva es una celebración ancestral que se remonta entre las décadas del 40 y 50, en los albores de la constitución de Juliaca como ciudad; aunque algunos historiadores y promotores de la cultura juliaqueña señalan que la hoy denominada “Perla del Altiplano” tiene más de 500 años.

Por ello, el Gobierno Central a través de la Resolución Viceministerial N°692-2011 publicada el 8 septiembre de 2011 en el Diario Oficial El Peruano, se declara a la Kashwa de San Sebastián como Patrimonio Cultural de la Nación; título que el Ministerio de Cultura le confiere por ser una danza que refleja la "rica y compleja" historia de esta parte del territorio altiplánico; por su tradición oral, música, organización festiva y coreografía. “El Carnaval Chico”, de Machu Aychas y Chiñi Pilcos, es el máximo representante de la identidad juliaqueña, que se rescata y transmite a generaciones.

Su importancia y trascendencia radica en que muestra la supervivencia de una tradición prehispánica transformada por el cristianismo y la época republicana, constituyendo una fuente de identidad ", por lo que se constituye en una "fuente de identidad" para Juliaca.

Según la tradición oral, la expresión artística se remonta la época preincaica, que surge para celebrar el triunfo de los pobladores qollas sobre los lupacas, y quedó como parte de la fiesta agrícola del Huchuy poqoy o pequeña cosecha en enero.

Los máximos representantes de esta estampa, los Machu Aychas (carne vieja) y los Chiñi Pilcos (carne joven); con el alba confluyen desde los cuatro puntos en uno, para que al ritmo de Tokoros y Pinkillos, y su cadencioso danzar asciendan a sus respectivos apus tutelares. Los primeros bailan en el escenario natural del apu Huayna Roque, y los otros en el cerro El Calvario.

Con los primeros rayos del sol y sus banderas peruanas flameando en la cima de sus respectivos cerros, inicia el ritual del pago a la Pachamama, y con ella los buenos deseos para que la producción agrícola sea fructífera. La celebración continúa cuando los conjuntos siguen danzando y son visitados por las autoridades locales y otros invitados especiales.

Además de su connotación guerrera, acorde con la temporada de carnaval, que surgen al coincidir con los primeros sembríos y de honda significación en el mundo andino; la Kashwa de San Sebastián también refleja el tiempo de cortejo amoroso y formación de parejas.

Su pelicular música, es ejecutada por los característicos pinkillos y tokoros, instrumentos de madera de sonido grave; pero también intervienen los bombos, tambores platillos y silbatos.

EL MACHU AYCHA

La indumentaria que particulariza al “Machu Aycha”, consta de una camisa blanca que simboliza la paz, el sombrero y la chalina con los colores de la bandera de Juliaca, personificando el trabajo y la pujanza de sus pobladores. Mientras que su instrumento musical (tokoro, pinkillo, tambor, bombo y platillos) representa su arma con la que doblegan a su adversario.

Para Abdón Aliaga Torres, un precursor del grupo de los Machu Aychas, esta vestimenta expresa que en la policromía de la danza de la “Kashwa de San Sebastián”, hombres y mujeres en sus coreografías cadenciosas y vistosas abrigan con la melodía de sus voces, el crudo realismo del frío viento que azota las pampas de la tierra calcetera.

EL CHIÑI PILCO

A diferencia del “Machu Aycha”, la indumentaria del Chiñi Pilco se caracteriza por el sombrero y chalina, destaca el color verde con fucsia; que representa sus faenas agrícolas, las flores y la buena producción expresada en la alegría y jolgorio del carnaval. Según Melchor Tiznado Torres, un digno representante de este grupo, en la usanza de los años 40 aproximadamente, se utilizaban espuelas en las botas, detalle que le otorgaba mayor esencia bélica a la estampa guerrera.

Provenientes de Esquen, Tariachi, Monos, Pucachupa, Sollata, Isla, Yocará, Caracoto, Pusi, Unocolla, entre otros poblados; las familias Pilco, Quispe, Sucasaca, Mamani, Sucacahua, Salazar, Suca, Arias, Hilasaca, Yucra, Huanca, Veliz, Apaza, Ito, Janampa, Yerba, Zapana, Salinas, Cari, Tiznado, y Sillo, hermanados además con los Chávez, Luza, Lima, Bedoya, Morales, Condori y Atayupanqui; son los fieles representantes de la esencia del “Chiñi Pilco”.

RIVALIDAD, ¿MITO O REALIDAD?

Con más de 70 años encima, Don Melchor Tiznado, hace unos años declaró para Los Andes indicando entre los años 1940-1945 existía una fuerte rivalidad entre “Machu Aychas” y “Chiñi Pilcos”, disputa que se mantenía latente por el honor y orgullo de imponerse uno sobre el otro. En aquellos sangrientos enfrentamientos habría intervenido el Ejército para sosegar los ánimos entre ambos grupos.

Don Melchor, como actor presencial de las diferencias beligerantes entre ambas facciones, gamonales y mayordomos; trae a la memoria el acatamiento por ser respetuosos de sus dominios. La línea férrea era el trazo divisorio entre el territorio de los dos bandos. El este para los “Machu Aychas” y el oeste para los “Chiñi Pilcos”.

Manifiesta que aparte de la persistente lucha por no dejarse doblegar por los “Machu Aychas”; sus ancestros libraron batallas inolvidables registradas en la historia de Juliaca que datan desde las más remotas épocas del Tiahuanaco, luchando además contra el ejército imperial.

A modo de anécdota, cuenta que tanto el “tokoro” como el “pinquillo” representaban su arma de guerra, siendo una ofensa que éste fuera dañado por su adversario. Señala por ejemplo, que un llamado a la insurgencia era levantar su instrumento al aire con el sombrero encima.

No obstante, esta versión la contradice completamente Mario Benavente Llerena, reconocido intelectual juliaqueño y miembro de la directiva de la Asociación de Machu Aychas, quien como gestor de la declaratoria de la Kashwa de la San Sebastián como patrimonio de la Nación, asegura que tiene licencia para desmentir tal versión.

Descendiente del célebre escritor, historiador y poeta Vicente Benavente Calla, Mario señala que esa presunta rivalidad entre los Machu Aychas y los Chiñi Pilcos es ficticia. Rechaza completamente que haya habido una especie de diferenciación de carácter socio cultural, de estatus, de clase social o afín.

Asegura que al ser esta una celebración de carácter pastoril propia de la época de carnaval, ambos grupos eran uno, aunque estén separados para cumplir con las ceremonias del pago a la tierra y para danzar en sus respectivas comparsas. “Es una versión equivocada de la historia que hay que enmendar, y así lo confirma un libro de José Pardo Manrique”, precisa.

TRASCENDIENDO

La Kashwa de San Sebastián, como expresión máxima de la cultura calcetera, con el título otorgado ha logrado trascender más, aunque aún sea necesario trabajar más en su promoción y revaloración; tarea que de alguna forma cumplen las instituciones educativas a través de la Unidad de Gestión Educativa Local (UGEL) y mínimamente la municipalidad.

Actualmente el anfiteatro natural de cerro Huaynarroque ha mejorado su imagen. Según expresa Mario Benavente Llerena, hace tres años, a través del presupuesto participativo la municipalidad asignó aproximadamente dos millones de soles para mejorar este recinto, donde también se ha construido un museo de sitio.

Benavente señala que los trabajos en la mejora del anfiteatro sólo se han ejecutado hasta el 50%, por lo exhorta a la autoridad edil que se concluya e inaugure antes de que culmine su gestión. “El museo ya está listo y sólo falta ser inaugurado. Esperamos que todo este complejo se entregue antes que el alcalde concluya su periodo. Lo ideal sería entregarlo para el día de Juliaca”, dice.

Un justo reconocimiento también merece el Machu Aycha Abdón Aliaga Torres, quien hace varios años atrás habría hecho realidad la existencia del anfiteatro natural a las faldas del imponente cerro tutelar Huaynarroque, donde posteriormente se fundaría el “Gran Concurso Tokoro de Oro”, hasta hoy el más espectacular de las fiestas carnavalescas de Juliaca.

Cabe precisar que la gesta para que la Kashwa de San Sebastián sea declarada como Patrimonio Cultural de la Nación, es fruto de una incansable gestión y amor por la identidad juliaqueña, por parte de miembros de la Asociación de Machu Aychas como Mario Benavente Llerena, Abdón Aliaga, Julián Sucasaca Yana, Jaime Soto Vélez, entre otros. Los Chiñi Pilcos hicieron lo propio.

Lamentablemente, algunos personajes políticos y congresistas intentaron vanagloriarse con este logro, pero sus deméritos cayeron solos. Ahora, las autoridades poco hacen para que este patrimonio trascienda; afortunadamente las instituciones culturales mencionadas no se han olvidado de la tarea que tienen.


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