Juliaca, punto de encuentro de la acuarela peruana



Escribe: Walter Paz Quispe Santos | Cultural - 26 Oct 2014


Mauro Eloy Sucapuca Cutipa, no sólo es un extraordinario pintor (Premio Michel de Pintura, 2000) sino un mecenas del arte, un declarado difusor de los mitos y los ritos de la pintura contemporánea. A parte de su labor de docente en la ESFA Juliaca. A él debemos un singular encuentro de unos de los mayores géneros de la pintura como es la acuarela. Mauro, tuvo la peregrina idea de juntar a los mejores acuarelistas del país y en un lugar de los singulares puntos de encuentro en el altiplano como es la ciudad de Juliaca.

Es que Mauro, un reconocido acuarelista y cautivo cultor del óleo, en sus palabras tiene el propósito de hacernos mirar como un acto de hipnosis y nosotros los espectadores hechizados por los cuadros sentimos mientras dura la mirada que las ficciones son verdaderas. Las historias breves muchas veces retrotraídas de lugares obsesionados o temidos por los acuarelistas, nos conmueven o aterran. Y ese disfrute del poder de las imágenes y esos diálogos interruptos nos retornan a los residuos de la realidad para mirar nuestro rostro desollado y astillado por siglos.

Sin duda, mirar las acuarelas es hacer un pacto mutuo con las revelaciones de sus creadores. Sus obsesiones, deseos, ilusiones, fracasos, humillaciones que alimentan sus obras. Son en realidad poéticas o propuestas estéticas singulares, tal vez nuevas vanguardias o relecturas de una experiencia pictórica de la libertad absoluta. Es como decía alguna vez el viejo hermeneuta Gadamer una fiesta para la mirada.

“Tupay Xuliaca” I exposición de altura con los grandes maestros de la acuarela peruana, empieza con una imagen de Gusman Emilio Huanca Yanariko “Arequepay”, en ella observamos los parajes de suponemos de Arequipa con una técnica depurada y bien cuidada. Sigue Marcos Vergaray Huisa con su trabajo “Amanecer” donde con un talento inigualable y una maestría en la composición y la armonía de los colores nos muestra una representación de los inicios del día. Hiperrealista o un trashumante sabe representar las gramáticas del paisaje hasta conducirnos en perspectiva segmento a segmento por los recovecos más rebuscados de la naturaleza. Bien por él. Luego David Raúl Condori Soto, en su propuesta “Primeras luces de un nuevo día” nos muestra un estilo distinto en las variaciones de un color base, seguramente se trata de un amanecer cálido, costeño, una mañana desconfiada de sus habitantes muy característica de los tiempos urbanos actuales.

Raúl García Ambor, en sus sueños reales captura de la congestión o aglomeración de las gentes, del mercado popular, el bullicio o murmullo de las gentes. Basta hacer un clic en el punctum para darle movimiento e imaginar como en las películas la sucesión de fragmentos de una historia urbana de la compraventa, la transacción que la realidad nos impone. La subsistencia humana a través de una economía rancia y abrumadoramente actual.

El artista Elías Condori Condori, en su acuarela “retrato” con un fino talante nos representa a un longevo personaje de antaño, patriota por los detalles que muestra, como el escudo peruano. Es que en el imaginario del artista la idea de nación, o la búsqueda de una identidad mayor perviven como viejos fantasmas. Es tal vez la conciencia intranquila, pero expresiva cuando se representan en los objetos culturales como la acuarela.

Darío P. Callo Anco, en su trabajo “Amanecer andino” nos muestra un pueblo fantasma o real, usando los recursos de la retórica visual como el contraste, yo le llamaría “anochecer andino” por los usos del color. La acuarela está compuesta en un uso extraordinario de las vicisitudes de la oscuridad y la claridad, consecuencias de un encuentro incontrolable en la imaginación del artista al momento de componer.

“Un nuevo día” se llama la acuarela de Berly Choque Huamanga, que en la representación de un riachuelo, no esos riachuelos comunes; sino en uno que acompañan a los bofedales nos expresa la metáfora de la búsqueda. La idea del nuevo día como expresión del cambio social ha sido una permanente obsesión en la pintura peruana. Desde opciones distintas, hasta los usos de la naturaleza la pintura y el arte en general como concepto ha sido un espacio de construcción de viejas convicciones e ideales de un país nuevo, una nación diferente, una patria conquistada. La acuarela de Berly Choque nos muestra la frescura de una conciencia en sus mejores momentos. La técnica y la armonía de su trabajo así lo atestiguan.

David Villalba Quispe, transmuta en su trabajo “Encuentros” sus obsesiones personales, los colores que usa pueden mostrarnos los conflictos, las obnubilaciones humanas, o el vértigo que por el título de la obra podemos inferir. La acuarela pocas veces ha preferido lo abstracto, siempre ha sido una compañera fiel de la realidad objetiva y cuyas objetivaciones han sido su ficción o su próximo paso o andamiaje con lo interior del artista. El arte interior es un reto por trabajarse en el Perú. Lo mismo sucede con Javier Mayta Panca, en sus “Contrastes” tiene la retórica del contraste para dialogar a partir el blanco y negro el claroscuro, que puede brindarnos múltiples exegesis. Es que la polarización y confluencia es tan propia de la experiencia humana como lo bueno y lo malo como condición de la existencia.

Los trabajos de Elmer R. Hidalgo Vilca como “Tarde lluviosa” muestran facetas que la vida estacional puede exigirle al arte y a la acuarela como motivo de analogías con circunstancias complejas o disimiles. Evaristo Callo Anco en su acuarela muy lograda “Presencia de luz” igualmente usa la retórica del contraste, no sólo en el nivel del color sino en la concepción, esa sobreposición es importante para equiparar lo deseable con lo indeseable. Erwin Gomez Valdivia, retrata un pedazo de la arquitectura arequipeña en su acuarela “Yanahuara” esas antiguas calles que muy bien podrían ser expresiones metafóricas de la vida.

Ronald Arturo Robson Yanqui en “Paisaje II” muestra un paisaje urbano y colonial, muy a su estilo, con una mirada desde el presente. Se trata de una mirada al pasado desde una visión cosmopolita, es decir, desde una formación contemporánea. Leonel Ever Pamo Quiroga, nos representa los resquicios coloniales de la “Plaza Santa María” en colores difuminados como muestra de un pasado transfigurado en el presente.

Para finalizar, los trabajos de Vidal Acevez Salas Segovia, “En el camino”, o Benito Ahumada Cutipa “Lampa” presentados ambos, muestran caminos, el primero que puede ser una vida azarosa, solitaria, sin toponimia. Una creación alegórica y existencial. Mientras que el segundo se trata de una calle lampeña, con toponimia y como un espacio significado. Juan Carlos Calcina Condori, en su ejercicio de retratista nos muestra “Munay” con destreza de un buen oficiante de la pintura y la acuarela. Sus trabajos de gran calidad nos muestran al artista consolidado en la representación e imaginario, en la juliaqueñidad y el juliaqueñismo como convicción y práctica artística. Lo mismo puedo señalar de Mauro Eloy Sucapuca Cutipa, que ha hecho de la acuarela su mejor ícono.

La acuarela es el lenguaje de los dioses. Juliaca tiene el privilegio de mostrarlo en su salón de convenciones. Y es justo que así sea.


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