Los Andes

Diego Macera publicó el 07/11/2015 en El Comercio "La educación pública escolar a prueba. Los impactos del financiamiento público a la educación privada como alternativa a la educación estatal". Intentó sintetizar opiniones de diversos autores que pretendían explicar las superioridades de la educación pública sobre la privada o la inversa, usando para esa comparación los (limitadísimos) resultados de las pruebas ECE de 2do grado de primaria y ocasionalmente alguna otra mención a las pruebas internacionales TERCE y PISA.

Quizá eso tendría algún valor si la pregunta fuera "dadas las preguntas de matemáticas, lectura y ciencias que (arbitrariamente) formulan los evaluadores de esas instituciones (que no conocen a los alumnos a los que van a evaluar) y considerando que esas áreas representan una porción mínima del currículo y experiencia escolar de los alumnos, cuáles de los alumnos rinden mejor, ¿los de una u otra modalidad? (sabiendo además que al conocerse el tipo de preguntas que se suelen hacer es posible entrenar a los alumnos para tener respuestas correctas, especialmente en la escuela pública que incentiva la preparación para el los exámenes y además les da un bono a los profesores de los colegios cuyos alumnos obtienen mejores resultados, así sea sacrificando las otras actividades y áreas del currículo escolar).

Pregunto ¿qué tiene que ver eso con la calidad de la educación? ¿Están evaluando colegios o academias de preparación para dar exámenes? ¿Qué tiene que ver eso con el conjunto amplio y diverso de motivaciones de los padres por matricular a sus hijos en los colegios privados?

Creo que la calidad de la educación -y la razón para poner a los hijos en algún colegio privado que tiene un significado y una promesa distinta a la de los colegios públicos- tiene que ser entendida en otros términos.

Mientras más insistamos en usar los puntajes de esas pruebas como sinónimo de calidad de la educación, más rigidez introduciremos en la comprensión del tema, más alimentaremos el sentido de competencia entre lo público y privado, más se fortalecerán las voluntades populistas de reivindicar la educación pública contra la expansión de la privada y más rechazo generaremos en los políticos para permitir que se gesten experiencias con iniciativas o financiamiento privado en instituciones educativas públicas.