El fenómeno Aduviri: lo que no se quiere ver


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Escribe: Luis F. Vilcatoma Salas | Nacional - 12 Oct 2014


Las recientes justas electorales regionales han evidenciado un fenómeno sociocultural significativo trasuntado a la política: la otredad cultural que disputa el espacio oficial de la política tradicionalmente manejado por las élites criollo mestizas urbanas; condensada en la persona de Aduviri. Lo sociocultural originario andino con sus propias entelequias que busca sus propias representaciones políticas en un medio regional donde la globalización y el neoliberalismo están profundizando, más allá de un capitalismo distorsionado y linfático, una raigal condición heteroestructural de Puno, una mayor integración segmentaria al mercado, la diversificación productiva, la persistencia de una pobreza que no amaina estratégicamente con las políticas paternalistas del Estado ni menos con la escasa inversión privada, el daño al medio ambiente y una interculturalidad asimétrica que fortalece la desigualdad y el dominio elitario de los núcleos de poder tradicionales en la Región de Puno.

No podemos olvidar que la parte sur de Puno, de predominio aimara casi absoluto, es la parte más integrada y móvil de la economía andina originaria, tanto en lo económico como en lo social, cultural y político. Además, históricamente, existe en este espacio territorial una enorme tradición de rebeldía y desafección hacia un Estado que escasamente se ha ocupado de esta parte del sur peruano; lo que ha pergeñado durante muchos años una predisposición a la demanda, al reclamo y a la exasperación social que eclosionan con cierta intermitencia luego de sosegadas coyunturas de espera y promesas incumplidas. La cercanía a la Bolivia de Evo indudablemente que acentúa los rasgos señalados que Aduviri y adláteres, en consecuencia, resumen con notable actualidad.

La derecha política regional aterrorizada y con incontinencia urinaria. indistintamente ha convergido con el inconfundible apoyo mediático de cierto periodismo epidérmico, en esta campaña electoral y ante el meteórico ascenso del Movimiento Democracia Directa de Aduviri, en acribillarlo con frases descalificadoras como las de “incendiario”, “antisistema”, “violentista”, “antiminero” y, un poco más, de “terrorista”, para bloquear cualquier posibilidad de triunfo del líder aimara. Se ha recurrido a la clásica inyección subliminal de fuertes dosis de aprensión y pánico desestabilizadores del sistema nervioso y digestivo en una clase media acostumbrada a las adiposidades de una vida burocrática y al sentido común del repetivismo cotidiano palúdico; para rechazar al candidato de La Casita y posibilitar la victoria de cualquier “prosistema” aunque venga con un cargado tufo de corrupción e incapacidad.

La derecha política regional apuntalada por la derecha mayor capitalina, no han descansado en recordar a la población la experiencia del “aymarazo” donde Aduviri tuvo indudable protagonismo en defensa de recursos naturales puestos en capilla por el capitalismo minero; la “invasión” de la ciudad de Puno por huestes aymaras “irrespetuosas” de la dignidad y honorabilidad de la clase media citadina acostumbrada a los modales finos; y, en el colmo de la estulticia indígena, cual torquemadas, la destrucción e incendio del local de la SUNAT y de la Aduana. Se observa, así, como tras una rejilla, los efectos pero no las causas del fenómeno social; lo grotesco pero no lo sistémico y denso del comportamiento social que están más allá de lo que parece. Se observa, analiza y repulsa con los lentes del etnicismo y el racismo que inficiona cada una de las neuronas de los defensores del orden y la higiene urbana. Con aquellos lentes que añoran el pasado incaico pero se sienten más que cómodos en la República capitalista; que desvarían por el indio abstracto y su cultura, pero abjuran del indio de carne y hueso y su vida cotidiana. Psicología hipocritona que dice mucho de la personalidad contradictoria y acomodaticia de quien no ha sabido entender todo el drama social del Perú republicano y menos aún entenderse como sujeto histórico activo en la superación de esta realidad.

El enfilamiento de la protesta social, en aquella ocasión, hacia determinados edificios, constituía la protesta desembrollada contra determinados hitos del poder nacional que proverbialmente ha operado contra los pobres y no contra los ricos; contra los que menos tienen y son humildes pero no contra los tagarotes de buen vivir y buenas relaciones con el poder central. Ha sido una protesta social invasiva que transportó componentes varios tras la emblemática lucha por la defensa de los recursos naturales y el medio ambiente, donde brotaron en las frases, las consignas y los actos la animadversión hacia la forma como se ejerce y está distribuido el poder económico y político; la aversión por la desigualdad social y cultural que las políticas sociales del segundo humalismo no han podido siquiera disimular; y el repudio a un sistema político y económico que está ahondando la inequidad social, cultural y territorial especialmente en esta parte del sur peruano. La turbamulta oficial y oficiosa contra Aduviri no es sino, entonces, la coartada canalla del sempiterno poder nacional y regional que busca esconder las partes más pudendas del organismo social y político; así como lo quieren hacer en Cajamarca con Gregorio Santos, o en Moquegua con Zenón Cuevas Pare.


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