Los Andes

No me atrevería a afirmar que la información hace mal a la salud mental de quienes la usan, pero si podría indisponer la idea de que mientras más sabes no eres más sabio sino más paranoico, contradiciendo la máxima de que la verdad nos hace libres.
Le invito a escoger desde su sofisticado confort de tener un Starbucks en cada esquina, si prefiere o no cuestionarse exponiendo al tapete su ego, su fe, su ética y su moral; yo lo intenté y no pude porque el simple acercamiento a la verdad me dio cosas y escalofríos; la verdad es incómoda, horrible, inaceptable e insufrible.

Sigamos nadando hacia el fondo. La verdad no existe, ni la libertad tampoco. La certeza de algo sólo es religión, dogma o política; o sea la excusa para no estar al garete, el ancla que todos necesitamos para existir y despertar cada día, un tener fe y esperanza que depende de creer en algo que es tu motor o tu codicia; puede ser amor, dinero, sexo o poder, todo junto o por partes. Pero a pesar del esfuerzo que hagas en el fondo sabes que de nada sirve, el infierno de la levedad de Kundera nos llevará siempre a la andrógina del rock de Jagger: (I can´tget no) satisfaction. Entonces la vida se reduce a una gran y frustrante pregunta metafísica que nos tiene en suspenso desde que de púberes empezamos a hacer cuestionamientos tontos y a filosofar argonianamente, no lo niegue, usted también fue simplón alguna vez.

¿No es el amor un maravilloso engaño mientras dura? ¿No es la religión el consuelo existencial ante la muerte o lo inexplicable? ¿No es el ego lo que nos libera de la simpleza gris de ser normales? ¿No es el arte la interpretación que preferimos de la realidad?¿No es la publicidad la mentira esencial para diferenciarnos? ¿Podrían ser los libros de Coelho menos creíbles cuando nos dice que el mañana será mejor?. No se engañe mi querido amigo, le estoy vendiendo literatura barata y zapatos de goma, estoy al igual que usted pasando el rato esperando que algo pase, contagiándole mi pesimismo que de paso también es una excusa racional de mi fracaso y que no lo espante el hecho que yo sea un mentiroso compulsivo, y que este diario hasta ahora apaña mis habladurías sólo porque no consigue todavía un verificador de datos.

Y lo que tiene que ver la paranoia sale de entre líneas de este panfletero artículo como una verdad lapidante -sea mejor decir referencia en lugar de verdad-, la conclusión a la experiencia de vivir entre humanos semejantes es decepcionante y deprime aún más la vista del futuro de estos tiempos perros; usted que es letrado y de intereses filántropos me entiende mejor, saber más nos hace más conscientes de lo mal que estamos y lo que nos podría y nos va a pasar; si ha leído un poco a Goethe o a Dostoievski sabe de la naturaleza retorcida y mezquina de nuestra alma, si ha visto un poco del cine de Cronenberg o de Lars Von Trier, sabe de lo inabarcable que es nuestra perversión, sólo necesita conocer un poco de la poesía de Pessoa o de Bukowski para entregarse íntegro al abandonismo o ir a una retrospectiva de Munch o de Szyszlo para despertar de este letargo mesocrático; ¿quién entre estos pensadores ha sido optimista?. Repito la pregunta ¿quién? ¿Hay alguno por ahí? ¿Por aquí?.

Sí que los hay y esos son los que no han sido alcanzados por la cultura, los que saben sólo de necesidad y de cansancio, los que aprenden de sus propios pasos y entienden en su caminar, los que escuchan a las piedras, los que suben al monte, los marginados, los inhibidos, los extinguidos, los pateados, los refugiados, los que entienden el presente como todo bien, los que viven la fiesta de vivir iletradamente y cuya única filosofía es mover las caderas cuando todo vaya mal; y mientras a mí se me han terminado las pastillas para dormir y no encuentro la receta, en algún lugar hay familias y amigos que están compartiendo arroz y aguardiente, sirinoque, brisa del mar y pescado con limón.