Terrorismo e institucionalidad



Escribe: Carlos Javier León Ugarte | Opinión - 03 Oct 2015

Dos preguntas propositivas son premisas indispensables para iniciar una reflexión referente al terrorismo, la ideología que va contra la democracia e institucionalidad: ¿Cómo se combate a un terrorista?, y ¿Cómo se combate una ideología terrorista? Las respuestas son, respectivamente: con las armas y la prevención; y con las ideas, el debate y la política.

La ideología busca mantener la realidad existente, conservando el sistema actual; también busca transformar la realidad de manera progresiva, hacia nuevas formas sociales, a través de experiencias políticas, culturales, económicas, sociales, morales, institucionales o religiosas, y siempre implica pertenencia a un grupo determinado de personas que, por naturaleza, se enfrentan a otro grupo.

Cuando la ideología se malinterpreta por ignorancia, falta de razón o con predeterminada alevosía, puede ser volcada en la práctica hasta un totalitarismo subversivo ilegal e injusto, hasta llegar incluso a promover, fomentar y realizar actos terroristas. Esto fue lo que sucedió en el Perú: se practicó el terrorismo y por ello todos fueron sancionados.

La reciente salida de prisión del ex emerretista Peter Cárdenas Shulte ha reabierto viejas heridas para todos los que tuvimos la mala suerte de vivir el terrorismo en carne propia, o para los que de lejos también la vivieron de alguna forma. Todos aquellos tenemos un juicio predeterminado debido al impacto negativo que nos dejó la experiencia interiorizada en nosotros, y claro está, nada ni nadie cambiará nuestros sentimiento. El perdón es muy grande para algunos.

Sin embargo, es importante distinguir que el perdón surge de una persona individual, es privado y adherente a un solo ser único. El ser humano perdona si es que así lo desea, y no perdona, si es que esa es su elección.

Todo lo contrario pasa con un conjunto de personas representadas en una sociedad a través del Estado. Estos, en su conjunto, están bajo el amparo institucional de normas. Aquí el perdón no vale porque es más extendido, siendo parte de un conjunto de algo; las reglas son las que definen la respuesta; en este caso, a través de la justicia. El Estado y la sociedad no perdonan, solo juzgan.

Los terroristas fueron juzgados bajo normas aceptadas por la sociedad. Es cierto que Alejandro Toledo y compañía aminoraron estas penas gracias a un sesgo político que hoy puede ser criticable, pero se dio bajo un paraguas democrático e institucional. Ese mismo paraguas democrático e institucional, hoy les abre las puertas. Podemos lamentarnos, vociferar en alta voz, porque es nuestro derecho, pero nada más podemos hacer con una pena que se cumplió.

Es posible que no hayan cambiado, se dice por allí. Todo es posible, pero es una sentencia especulativa que no amerita ningún análisis punible o de condena. Si la persona reincide en su accionar, será apresado y condenado otra vez, de seguro con menos expectativas de volver a salir. Pero mientras ello no suceda, todo se mantendrá en su cauce real y mediático.

Al igual que ustedes, mi perdón hacia estos individuos no será tan fácil de obtener. No me amilana en lo mínimo el estado actual de estas personas. Sin embargo, aceptamos el juego bajo esas reglas, y no cabe instigar a la persecución ni mucho menos cualquier otro tipo de desavenencia antidemocrática y tirana; solo nos queda prevenir frente a nuestras nuevas generaciones, la misma que parece decidida a olvidar su historia, para que el horror de una ideología o pensamiento erróneo no termine llevándonos nuevamente, de manera absurda, a una barbarie que nunca aspiramos.


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